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Centro histórico de Urbino

Centro histórico de Urbino

Marcas (Italia)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 8 12, 2017
  • Category:

La sensibilidad del mercenario


La del condottieri es una figura habitual en la Italia medieval renacentista. Se trata básicamente de un mercenario con galones, hombres hábiles en batalla contratados por las distintas ciudades estado o el papado para sus guerras. Federico da Montefeltro se puede considerar uno de los mejores, pues de hecho no se le conoce derrota alguna. Era un personaje curioso: tuerto, con el puente de la nariz rebajado para ampliar el campo de visión y con oscuras historias. Ascendió a señor de la ciudad de Urbino en 1444 tras una conspiración en la que su medio hermano fue asesinado y en la que siempre se sospechó que Federico tomó parte. Necesitado de fondos, nunca dejó de ser condottieri. Su fortuna la gastó en Urbino, donde Federico mostraba su otra cara, la de un amante de los clásicos, un filántropo que quiso gobernar su ciudad a la griega y un diplomático siempre dispuesto a interceder entre estados. La ciudad de Urbino le debe mucho a Federico, empezando por su deslumbrante palacio ducal y la remodelación de una ciudad entregada al Renacimiento en la que encontraron trabajo entre otros Piero della Francesca y el padre de Rafael, Giovanni Santi.

Vista de Urbino con su palacio ducal

Los romanos levantaron un pequeño asentamiento llamado Urbinum Mataurense sobre la colina en la que se localiza la ciudad. No tuvo importancia hasta las guerras godas del siglo VI. Aparece en varias crónicas hasta que, alrededor del 1200, pasa a la familia Montefeltro, que sin ostentar el poder directo sí es capaz de influir en el gobierno local. Federico fue el más famoso de todos. Sin cambiar el diseño medieval fundamental, remodeló muchos edificios en la moda renacentista, entre ellos el palacio ducal. También remodeló la catedral, que luego caería en un terremoto en el siglo XVIII. A la muerte de Federico, los Borgia medraron con el papado para quedarse con la ciudad, pero el hijo de Federico, Guidobaldo, fue capaz de sostener el poder y abrir la universidad en 1506. Un sobrino de este inició la saga de los Della Rovere, que mudó la capital a Pesaro dando así paso a un prolongado declive.

A nivel económico, eso sí, Urbino soportó los cambios gracias a la artesanía de la mayólica, una decoración de cerámica sobre loza típica del siglo XVI en las Marcas. En 1626, el papado tomó el control pleno sobre Urbino, momento en el que la ciudad fue esquilmada de obras que fueron a parar a los Uffizi en Florencia y a los museos del Vaticano. La suerte quiso que el papa Clemente XI fuera oriundo de Urbino, lo que trajo el último gran periodo de esplendor a la ciudad a comienzos del XVIII. Esta época sirvió para dar un lavado de cara a todas las obras de Federico. Posteriores son una nueva oleada de robo de obras bajo un corto dominio francés y una remodelación un tanto agresiva en el XIX en la que se mejoraron los accesos, pero Urbino perdió cierto aire medieval. Mucho más comprometida con el pasado fue la remodelación de Giancarlo De Carlo en el siglo XX, un ejemplo de integración de arquitectura moderna en un contexto medieval.

Patio del palacio ducal de Urbino

La ciudad ha mantenido, pese a todo, ese aire medieval. Lo hace en parte gracias a las murallas, levantadas bajo un diseño de Da Vinci, y los edificios en torno a la Piazza della Repubblica. No obstante, el protagonismo de Urbino se lo lleva sin duda el palacio ducal, una obra maestra del Renacimiento con las firmas de Luciano Laurana y Francesco di Giorgio Martini. Estos supieron conjugar una complicada situación en un risco, más propia del fuerte que había, con soluciones arquitectónicas destinadas a integrar toda la arquitectura presente, incluyendo dos palacios medievales. En el interior hay toques paganos impropios de la época. El studiolo es la estancia más interesante. Se trata de una habitación orientada al conocimiento en la que sorprende el trabajo de marquetería en trampantojo, simulando tres dimensiones. Fuera del palacio, la catedral fue reconstruida en estilo neoclásico, pero hay otras más antiguas como las de San Francesco o San Domenico.

Urbino tiene hoy solo 15.000 habitantes, pero la ciudad se anima mucho durante el curso. Su universidad sigue siendo muy activa y recibe multitud de estudiantes extranjeros. Además del transporte privado, se puede llegar en bus desde Pesaro o también desde Roma. En el palacio ducal no hay que perderse la Galleria Nazionale delle Marche, una de las mejores muestras de arte renacentista de Italia, con varias obras de Piero della Francesca, Tiziano o Rafael. Este último es uno de los hijos de la ciudad y su casa natal es muy frecuentada por los turistas. Allí se encuentra una obra, Madona y el niño, que históricamente fue atribuida a su padre, pero podría ser la primera obra de Rafael. En Urbino es muy típica la crescia, un tipo de pan de focaccia.

Fotos: Stephen LustigAnguskirk

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