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Iglesias de Chiloé

Iglesias de Chiloé

Los Lagos (Chile)

Magia y madera


El sur de Chile, que contiene a su vez el punto más al sur del continente americano, está plagado de islas inhóspitas producto de la inundación de las estribaciones al oeste de los Andes. Esta sucesión de islas comienza con una gran isla, la de Chiloé, que está a su vez rodeada de otras muchas más pequeñas. Chiloé es un lugar que hasta cierto punto es también inhóspito y poco poblado. Sin embargo, en su cara este, la que mira hacia los Andes, ha estado poblada desde hace siglos. Allí creció una rica comunidad religiosa jesuítica. Estos combinaron una serie de factores para concebir finalmente una arquitectura propia: la escuela chilota de arquitectura religiosa en madera. En un territorio muy reducido se acumulan más de 60 iglesias de madera. Son producto de una afortunada mezcla de ingredientes que reflejan el mestizaje de Chiloé: jerarquía eclesiástica española, diseño centroeuropeo y técnicas indígenas.

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Iglesia de Achao en Chiloé

Chiloé debe su nombre a los chelles, una gaviota de cabeza negra que abunda en la isla. Esta isla es producto de la inundación de los valles de los Andes. Así se formó el canal de Chacao, que separa a Chiloé del continente. La cara oeste está llena de riscos y apenas está habitada. Tampoco es que el resto esté muy poblado: sus 200.000 habitantes se reparten entre la gran isla de Chiloé y otras pequeñas que se acumulan en la bahía de la cara interna. Estas islas se han ido separando de la principal por la acción de los glaciares. Los indígenas huilliches, cuncos, payos y chonos ocupaban la isla cuando llegaron los españoles. En 1567, los colonos ocuparon definitivamente la isla por medio de Martín Ruiz de Gamboa y la fundación de Castro, la capital actual. Nunca fue una isla del agrado de los europeos por la constante lluvia que cae en Chiloé. Esto derivó en un mestizaje total entre los distintos mapuches y los pocos colonos. También hubo diversas insurrecciones. Paradójicamente, al llegar la independencia de Chile, Chiloé fue uno de los territorios más afines a España. No se incorporó al nuevo país hasta unos años después.

Desde 1608, la presencia de los jesuitas ha sido fundamental para la evangelización. Ellos implantaron la denominada misión circular: durante ocho meses recorrían 4.000 kilómetros para abastecer una muy dispersa población. En cada ciudad nombraban un fiscal, una institución que aún pervive. Se trata un laico encargado de atender los mínimos litúrgicos. Las primeras iglesias fueron de paja. Cuando los jesuitas pidieron más prelados, se les concedió y llegaron de Centroeuropa, lo que resultaría fundamental en el estilo de las iglesias. Hasta 150 construyeron. En 1767 se expulsó a los jesuitas y los franciscanos heredaron el territorio. Respetaron el estilo de construcción, que se prolongó hasta el primer tercio del siglo XX.

Iglesia de Tenaun en Chiloé

Iglesia de Tenaun en Chiloé

Dieciséis son las iglesias con protección especial: ocho en la gran isla y ocho en el archipiélago frente a Castro. Las iniciales tienen un estilo más adornado y barroco, mientras que las últimas son más sobrias, más neoclásicas. El estilo general está marcado por un tejado a dos aguas, un pórtico resguardado tras cinco falsos arcos frente a una explanada y un campanario octogonal de varios cuerpos sobre el mismo pórtico. Se usaba principalmente madera de ciprés, coigüe y mañío para los pilares y tejuelas de alerce para el tejado. El conjunto se solía pintar según las modas. La más antigua y valiosa, no obstante, no está pintada. Se trata de la iglesia de Santa María de Loreto en Achao. Es de 1740 y cumple casi todos los elementos prototípicos. La más grande es la de San Francisco, principal templo de la capital Castro. Sus dos campanarios alcanzan 40 metros de altura. Tras varios incendios, el último diseño es de 1912 en estilo neogótico. Al contrario que la de Achao, esta es muy distinta al resto.

Viajar por Chiloé es viajar a un lugar especial, apartado del mundo. Tiene sus propios códigos: es un sitio supersticioso y pintoresco. Puerto Montt, la capital de la región de Los Lagos, es la puerta de entrada a la isla. Desde su aeropuerto hay que alquilar un coche y atravesar el canal en ferry, pues aún no hay puente. No solo las iglesias merecen la pena en Chiloé. La arquitectura de madera también se puede observar en los numerosos palafitos que sirven de viviendas particulares. También hay que dejarse llevar por las islas, visitando el Parque Nacional en la costa oeste y navegando en el este hasta islas como Lemuy. Chiloé es tierra de patatas. Ya se cultivaban desde antes de la llegada de los españoles y hoy en día hay más de 400 variedades. El guiso más conocido es la Cazuela chilota, que mezcla patatas con verduras o carne. Además de esto, pescado y marisco son muy apreciables.

Foto: Elemaki / Esnavely

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