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Primeros monasterios del siglo XVI en las laderas del Popocatepetl

Primeros monasterios del siglo XVI en las laderas del Popocatepetl

Morelos y Puebla (México)

Evangelizando a la sombra del volcán


Tres años después de que Tenochtitlán cayera a manos del conquistador español Hernán Cortés, llegaron a la zona de la actual México un grupo de franciscanos que se hicieron llamar los doce apóstoles de México. Su misión era clara: evangelizar a las hordas de indígenas que jamás habían oído hablar nada acerca del cristianismo. Con la instauración del virreinato de Nueva España, que ocupaba todo Mesoamérica, la religión se convirtió en la palanca de dominación cultural más importante de los españoles. Al sureste de la antigua capital azteca se elevaba el volcán Popocatepetl, el cerro que humea según el idioma náhuatl. Este volcán de 5.500 metros con 25 kilómetros en su base es uno de los más activos de México, de ahí su nombre. En sus faldas se localizan catorce monasterios distribuidos en los estados de Morelos y Puebla. Estos catorce, que son solo una muestra de los cientos que se diseminan por el territorio, representan la primera época evangelizadora de Nueva España.

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Capilla posa de San Mateo Apóstol y Evangelista en Atlatlahucan

Así, franciscanos como Juan de Tecto fueron los primeros en llegar a la zona y los primeros en abrir monasterios en el año 1525. Fueron seguidos por los dominicos un año después y finalmente llegaron los agustinos en 1533. Aún con el retraso, estos fueron los que más prolíficos y llegaron a abrir 300 centros. De los tres grupos, los franciscanos fueron los que más procuraron integrarse en la cultura local e incluso algunos como Pedro de Gante llegaron a aprender náhuatl para facilitar la comunicación. No obstante, los misioneros no dejaban de ser extraños rodeados de indígenas, algo que se nota en el aspecto medio de fortaleza que presentan los monasterios. Con la confianza ganada, poco a poco se fueron convirtiendo en el centro de muchos pueblos, donde además de las funciones evangelizadoras ejercían otras como hospitalarias, almacén, escuela o, con los dominicos específicamente, planificación agrícola y económica.

Los catorce monasterios presentan una unidad estética bastante pronunciada. Son bastante austeros por haberse construido como bases de operaciones locales con rapidez. No obstante, también tienen trabajos escultóricos destacables, casi siempre en estilo plateresco. El recurso al fresco para explicar el evangelio a gente analfabeta también fue habitual. La disposición es muy original: el centro se sitúa en un amplio atrio amurallado coronado por una capilla abierta donde se situaba el sacerdote. Esta forma de dar misa parece que tiene un sentido de adaptación a la población local, poco acostumbrada a los espacios cerrados. Como detalle, muchos atrios tienen en las cuatro esquinas unas capillas denominadas posas, cuya función no está del todo clara. Hay quien dice que servían para guardar los sacramentos o que también servían para dar catequesis. Según iba llegando el dinero se iban construyendo algunos templos ya techados, claustros, edificios para los monjes, etc. En un guiño a la cultura local, las imágenes de Cristo crucificado se evitaron para que no se relacionaran con sacrificios humanos. También hay elementos sincréticos, aunque no está claro si fueron cosa de los monjes o de los propios nativos.

Convento de San Miguel Arcángel en Huejotzingo

Convento de San Miguel Arcángel en Huejotzingo

La mayor parte de los monasterios, once, están en el departamento de Morelos, justo debajo de México D.F. De todos ellos destaca el de Cuernavaca, que hoy es una ciudad de tamaño medio. Su monasterio fue transformado en catedral y por tanto se añadieron elementos más monumentales, como una gran torre. En el claustro aún permanecen frescos originales. En Puebla destacan dos monasterios con las capillas posas mejor trabajadas, en estilo plateresco muy fino: San Miguel en Huejotzingo y San Andrés en Calpan. El de Huejotzingo, además de ser el más antiguo de los catorce, también permite ver un diseño de acueducto, algo también habitual en los monasterios.

Mientras continúan los trabajos de restauración, muy ocupados en eliminar las humedades, el turismo es habitual. Para ir a Morelos lo mejor es volar al D.F. y alquilar un coche; la zona es relativamente segura. Existe una ruta definida que recorre los once de Morelos. Empieza en Cuernavaca y llega a Zacualpan de Amilpas, de oeste a este. Desde ahí se puede llegar en coche a los tres de Puebla o, si se va a estos solo, Puebla tiene su propio aeropuerto. Es mejor evitar los meses de abril y mayo, cuando el sol pica más. Si alguien tiene tentación de ascender al Popocatepetl para verlos desde lejos podrá hacerlo solo con licencia profesional y pidiendo permisos: no es completamente seguro por la actividad del volcán.

Foto: ProtoplasmaKid / Airvillanueva

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