Amarga libertad
Haití es desgraciadamente conocido por ser el país menos desarrollado de América. Los dos últimos siglos del país han sido un cúmulo de decepciones. Disputas, golpes de estado, guerras civiles y demás han asolado la convivencia allí. El último baile político sucedió tan solo en 2004, cuando se depuso a Aristide. Seguro que no era el futuro que esperaban los haitianos cuando se convirtieron en la primera colonia en independizarse, justo dos siglos antes. Fue además la única formada por esclavos que lo consiguió. El país, que ocupa la parte oeste de la isla La Española, arrancó su independencia con la primera guerra de muchas entre sus dirigentes. El norte del país quedó en manos de Henri Christophe, autoproclamado rey. La megalomanía de Christophe es hoy el símbolo del país y su independencia. Hablamos de la Ciudadela, el palacio de Sans Souci y la fortaleza de Ramiers.
La Española fue descubierta en 1492 durante el primer viaje de Colón. Vivían allí los indios taínos. Fueron cayendo poco a poco, presa sobre todo de las enfermedades europeas. El oeste fue ocupado por bucaneros franceses. El Tratado de Rijswijk dio base legal a su ocupación y pasó a formar parte de Francia. La base económica era la caña de azúcar. Para su trabajo se importaron decenas de miles de esclavos africanos. Superaban en 10 a 1 a los colonos franceses. Vivían en condiciones muy pobres por la dureza del régimen. Solo algunos mestizos hijos de colonos tenían algunos derechos garantizados. En 1791, el ejemplo de la Revolución Francesa inspiró a los esclavos, que se sublevaron. Desde el comienzo hubo disputas entre los distintos grupos de rebeldes. Napoleón intentó contener las habituales revueltas y en 1803 mandó tropas. Estas fracasaron a manos de los esclavos y de la fiebre amarilla. Con Jean-Jacques Dessalines a la cabeza, el país proclamó su independencia el 1 de enero de 1804. Casi al día siguiente empezaron las guerras internas.
Henri Christophe había sido esclavo y rebelde junto a Dessalines. Cuando se enteró de una conspiración para asesinar a este no dijo nada con el fin de aprovecharse de la situación. Entró en conflicto con otros grupos y el país se partió en dos. Christophe se autoproclamó rey del norte. Su reinado fue tan feroz o más que el de los colonos franceses. Su opulencia, sin duda alguna mayor. Su sistema feudal le reportó fondos para levantar grandes obras. La prioridad era proteger su nuevo estado de los franceses. Para ello construyó varias fortalezas, entre ellas la de Ramiers. De entre todas sus obras destacó la Ciudadela. Su construcción implicó 20.000 hombres empleados en la labor de 1805 a 1820. Los temores de Christophe nunca se confirmaron y el único daño en la Ciudadela ha sido el causado por terremotos. Esta se construyó en la cima de una montaña como escapatoria para Christophe, pues había construido su residencia unos kilómetros más abajo: el palacio de Sans Souci. Fue acabado en 1813 y estaba a la altura de los grandes palacios europeos. Christophe vivió una vida de excesos y absolutismo. Cuando le iba a llegar su hora fue consciente de ello y se suicidó antes de ser asesinado.
Los tres edificios forman parte de un Parque Histórico Nacional desde 1978. Son el mayor grupo monumental del país. Sus restos tienen atractivo tanto por sí solos como por su enclave en medio de la montañosa jungla que conforma el norte de Haití. La Ciudadela está en el monte Laferrière y disfruta de vistas al mar, pues su labor era también de vigilancia. El recinto tiene murallas de cuarenta metros de altura y es inmenso. Se diseñó para albergar hasta 5.000 soldados durante un año. De ahí las enormes cisternas y almacenes. El diseño es muy anguloso para evitar los disparos de cañón. En cuanto al palacio, su inspiración se supone que parte del palacio homónimo de Potsdam. Con este comparte el jardín en terrazas. El interior recuerda también al de Versalles. Está completamente en ruinas desde que un terremoto lo dañara en 1842. Uno puede hacerse idea, no obstante, de las fiestas que alojó.
Haití no es un país sencillo de visitar por su complicada situación política. Afortunadamente, el norte vive más tranquilamente que la capital. Para ver los monumentos hay que desplazarse en primer lugar en bus hasta Cap Haitien, la segunda ciudad del país. Es la única zona que se puede denominar turística gracias a las playas que posee. Desde ahí hay que viajar a Milot. Lo primero será ver el palacio de Sans Souci. De ahí a la Ciudadela aún quedan once kilómetros cuesta arriba. Se puede hacer caminando, pero el clima lo hace muy duro. Una opción es subir parte en coche, pero los últimos kilómetros tendremos que ir andando o en burro. La Ciudadela se puede visitar por libre, pero seguro que hay guías disponibles. A Haití es mejor ir a partir de noviembre para evitar lluvias y huracanes.
Foto: Alex Proimos / Alex Proimos
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