El día de la infamia
En el cenotafio del parque memorial de Hiroshima hay escrita una sencilla frase, intencionadamente ambigua: «dejemos descansar en paz a las almas, para que la maldad no se repita». Su autor no quiso aclarar qué no se debía repetir, si la guerra o la explosión de la primera bomba atómica sobre población civil de la historia de la humanidad. Esta despolitización del suceso es oportuna ante la multitud de debates que han rodeado la tragedia de Hiroshima. Entonces y hoy, historiadores del mundo no se ponen de acuerdo sobre la pertinencia del lanzamiento de la bomba: sobre el tiempo de guerra que acortó o no, sobre las víctimas que evitó o no, sobre las intenciones de EEUU de utilizar Hiroshima como campo de pruebas o no. Lo que es innegable es que Hiroshima fue objeto del más súbito ataque contra población civil que ha ocurrido jamás. El 6 de agosto de 1945, a las 8:16AM, el Enola Gay pilotado por Paul Tibbets dejó caer a Little Boy, matando instantáneamente a 70.000 personas y destrozando el 70% de la ciudad. Una adelfa, la primera flor que apareció tras este momento, es el símbolo de Hiroshima. Tanto como la esquelética cúpula del Memorial de la Paz.
Paradójicamente, Hiroshima era por entonces un símbolo de la modernidad occidentalizada del nuevo Japón. La ciudad fue creada en 1589 por Terumoto, un señor de la guerra local que construyó en el delta del río Ota un castillo cerca de la orilla del mar interior de Japón. Este señor perdió sus posesiones con la entrada del shogunato Tokugawa, pero Hiroshima no creció precisamente hasta que este periodo denominado Edo finalizó. En 1871 se la nombró capital de su prefectura y la industria y el comercio crecieron. Su puerto, Ujina, empezó a atraer mucho dinero. También lo hizo el tren, que trajo consigo una mayor relevancia militar. En 1915 se inauguró el edificio conocido como Exposición Comercial de la Prefectura de Hiroshima. Diseñado por el checo Jan Letzel, su propósito era mostrar al mundo el poder económico de la ciudad.
Sin embargo, hoy su simbolismo es muy distinto. Todo cambió aquel 6 de agosto. Japón estaba en guerra con EEUU y era parte del eje. Hiroshima albergaba entonces la segunda armada general y la armada general Chugoku, además de la marina en el puerto. No habían sido atacados como otras ciudades, pero estaban preparados para ello. No para Little Boy. Sumando los muertos por los efectos de la radiación se estima que fallecieron unas 160.000 personas, algo menos de la mitad de la población. Después de la bomba de Nagasaki llegó la rendición de Japón y la ocupación estadounidense, que procuró ocultar todo lo relacionado con la bomba. La ciudad tuvo que levantarse sin mucha ayuda y se reconstruyó paulatinamente. El hipocentro, asolado en su totalidad salvo la cúpula de Jan Letzel, sirvió para crear el parque memorial de la paz. Con el paso de las décadas, Hiroshima ha forjado su imagen como símbolo de paz, contrarrestando así el recuerdo de la destrucción. Su alcalde lidera la asociación de alcaldes por la paz y la ciudad es la primera a la hora de pedir la eliminación de todas las bombas atómicas del mundo.
Kenzo Tange diseñó el parque en lo que fue el corazón residencial y comercial de Hiroshima. En su interior podremos ver multitud de monumentos y edificios simbólicos: el monumento a la paz de los niños, la casa del descanso, diversos museos, la llama que no se apagará hasta que no haya bombas atómicas, las campanas de la paz, el montículo donde descansan 70.000 cuerpos, etc. El edificio de la cúpula de la bomba A o Genbaku fue el único superviviente a pesar de estar a pocos metros del hipocentro. De hecho, gracias a ello: la bomba tenía que caer sobre el puente Aioi, pero lo hizo sobre el hospital Shima. Estando tan cerca, afectó al edificio verticalmente, lo que preservó sus cimientos. Se planificó su derribo, pero desde 1966 es un edificio protegido. Solo se ha reforzado su estabilidad. El resto está igual que en el momento de la explosión.
Hiroshima es hoy de nuevo una pujante ciudad industrial con más de un millón de habitantes. Tiene aeropuerto y múltiples conexiones de tren. Más de un millón de visitantes llegan al memorial cada año, ya sea para dar un paseo o asistir a alguna de las muchas ceremonias. La central de todas ellas ocurre cada 6 agosto. Bajo una heladora solemnidad se recuerda a las víctimas y se guarda un minuto de silencio a la hora exacta. Más alegre es el festival de las flores, entre el 3 y el 5 de mayo. Es además mejor época para ir, pues en primavera y otoño la ciudad tiene menos lluvias. Además del memorial se pueden uno acercar al reconstruido castillo de Hiroshima, que cayó con la bomba, o al precioso santuario de Itsukushima, a pocas paradas de tren.
Fotos: Clint / Beni Arnold
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