Románico enfrentado
Oton I fue coronado en el siglo X como sucesor de Carlomagno en un intento de recuperar la figura de los emperadores romanos. Este intento se corroboró con el beneplácito papal y así nació el Sacro Imperio Romano Germánico. Como en tiempos de Carlomagno, al renacimiento político le acompaño un renacimiento cultural y artístico que tuvo su auge en el cambio de milenio. Alemania fue el centro de estos cambios, que se reprodujeron de forma más heterogénea en el resto de Europa. Al norte de los territorios germánicos está Hildesheim, una de las ciudades más antiguas del país. Allí se encuentran dos de los mejores ejemplos de este renacimiento: la catedral y la iglesia de San Miguel. La escuela y biblioteca de la catedral fueron centro de conocimiento. Ambos templos, con el apoyo del obispo Bernardo, guardan tesoros románicos en templos igualmente representativos. Con el tiempo, ambos templos también simbolizaron la fractura religiosa de una ciudad dividida aún hoy entre luteranos y católicos.
Hildesheim no tiene claro su origen, pero tuvo obispado desde el año 815. Por entonces, la ciudad era ya un importante enclave comercial debido al paso de la ruta hellweg, pero tuvo que ser el poder eclesiástico el que la encumbrara. Se construyó una primera capilla de la Santa María, germen de la futura catedral, a cuyo alrededor la ciudad y el mercado crecieron. En el siglo XIII, Hildesheim había crecido lo suficiente para ser considerada ciudad. En ese momento, el poder eclesiástico tuvo que ceder frente a los ciudadanos: el gobierno se compartió desde el momento en que se abrió el ayuntamiento. Las diferencias entre población e Iglesia se hicieron más patentes en las guerras de religión del siglo XVI. Desde 1542, la ciudad es considerada luterana frente a la oposición de las autoridades eclesiásticas, que mantuvieron la catedral como templo católico. Ya en el siglo XX, la ciudad sufrió su peor momento en la II Guerra Mundial. Hildesheim fue destrozada como parte de la campaña de pánico de los aliados. El centro fue reconstruido sin demasiado criterio. Sus dos principales templos, al menos, sí guardaron su aspecto pasado.
En el caso de la Catedral de la Asunción, de hecho, se aprovechó para eliminar ciertos añadidos barrocos y devolverle al templo su imagen románica original. El inicio de la catedral se lo debemos al obispo Altfrid en el 872. Sin embargo, en el 1046 un gran incendio hizo reconstruir la catedral casi desde cero. El casi implicó que se aprovechara lo que quedó en pie para adaptar la nueva catedral. Esta presenta una planta basilical de tres naves y un fantástico westwork. Estos westwork son portadas monumentales que miran al oeste, muy del gusto de los carolingios y otonianos. También destaca su total simetría y el uso de dos ábsides. La catedral no se terminó del todo hasta el siglo XIV. En su interior destacan los principales tesoros del renacimiento otoniano, ambos ordenados fabricar por Bernardo. Hablamos de unas puertas de bronce talladas, que originalmente estaban en San Miguel, y la columna de bronce al estilo de la de Trajano en Roma. Del mismo siglo XI también hay que nombrar la fantástica lampara de araña de Hezilo.
La Catedral se mantuvo católica mientras San Miguel pasaba a ser luterana. Pese a ello conservó su monasterio benedictino, secularizado finalmente en el XIX. El origen de la construcción es del mismo Bernardo en el año 1010. Eligió una colina a medio kilómetro de la ciudad para levantar un monasterio en el que su iglesia principal brillara con todo el auge del renacimiento. Se finalizó en 1031 y su puridad de estilo es total. Todo es aquí simétrico y está duplicado: doble coro, doble crucero y hasta seis torres. En el interior destacan el techo y los trabajos de estuco, ambos del siglo XII. Como la Catedral, fue destruida y reconstruida en el siglo XX.
Hildesheim es hoy una ciudad pequeña situada a unos treinta kilómetros al sudeste de la mucho más grande Hannover. Se puede llegar fácilmente en tren o coche. Además de estos dos templos, es agradable un paseo por el centro, que está luchando por recuperar su pasado medieval, arruinado por la guerra y la reconstrucción. Merecen la pena un vistazo a la casa del gremio de carniceros, con su entramado de madera, y al ayuntamiento. Estos lugares y las iglesias se unen en el paseo denominado de la rosa, que comienza en la plaza del mercado. Hace referencia al llamado rosal milenario que se ha mantenido con vida en la catedral desde hace por lo menos 400 años. El verano es más agradable en Hildesheim. Además, si somos fans de la música gótica, metal o industrial, aquí se celebra uno de los festivales más importantes en la segunda semana de agosto, el de M’era Luna.
Fotos: barnyz / MCAD Library
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