Coliseo africano
La película Gladiator cuenta la historia de un antiguo militar romano que para consumar su venganza va abriéndose paso luchando en distintas arenas del norte de África. Este territorio gozó de grandes obras públicas bajo el beneplácito de emperadores de origen norteafricano. De todas ellas, la más deslumbrante es sin duda el anfiteatro de El Jem en la antigua Thysdrus: precisamente donde se rodó la película. Aunque la antigua ciudad apenas ha sido investigada por arqueólogos, en el caso del anfiteatro no hacía mucha falta: el anfiteatro de El Jem destaca sobre la llanura con su abultado tamaño. No en vano, se le considera el segundo mayor anfiteatro romano existente, solo por detrás del Coliseo. En el siglo III se juntaban en su interior hasta 35.000 personas vociferando durante los espectáculos más de moda en el imperio: luchas de gladiadores, pequeñas carreras de cuádrigas, luchas contra fieras, etc. El Jem ha soportado razonablemente bien el paso del tiempo y hoy podemos imaginarnos todo este pasado al pasar por debajo de sus arcos.
Como otras poblaciones del territorio tunecino, Thysdrus tiene un origen bereber y un diseño fenicio. Fue romanizada en algún momento tras la conquista de Cartago y sobre el año 45 a.C. recibió una nutrida población romana. Sin embargo, Thysdrus tendría que esperar al siglo II para ver prosperidad. Gracias a la producción de aceite de oliva en una época menos árida que la actual, la ciudad disputó a Hadrumetum el segundo puesto de la provincia tras Cartago. Bajo el mandato imperial de Septimio Severo, a comienzos del siglo III, la ciudad disfrutó de grandes construcciones. Entre ellas estuvo el anfiteatro, cuya fecha concreta es desconocida. Sí se sabe el fin de Thysdrus, en el año 238. Todo comenzó con varias revueltas públicas por el sistema de impuestos de Maximino el Tracio. La ciudad apoyó el ascenso al poder imperial de Gordiano I, proconsul del territorio, y su hijo. Sin embargo, Gordiano I era más un hombre de letras que de guerra e intrigas. Tras el asesinato de su hijo, Gordiano I se suicidó y Thysdrus pagó su falta de lealtad.
En ese año 238, tropas de la provincia vecina de Numidia, leal a Maximino, destrozaron la ciudad cuando esta tenía 50.000 habitantes. El castigo fue tan severo que Thysdrus nunca se recuperó y se convirtió en una pequeña villa que con el tiempo se convirtió al cristianismo. Al llegar los árabes al territorio, la dirigente bereber-romana Kahina utilizó el anfiteatro para resistir el empuje. Los árabes se habían instalado en Kairuán y Thysdrus no tardó en caer en el año 695. El peso de la región recayó en Kairuán, en cuya mezquita se usaron piedras del anfiteatro. Las ruinas de Thysdrus quedaron prácticamente deshabitadas. El anfiteatro volvió a ser utilizado como fortaleza en el siglo XVII frente a tropas turcas que lo bombardearon, pero a su alrededor no había mucho más. Fueron los franceses los que crearon más tarde la actual ciudad de El Jem, para lo cual se volvió a esquilmar un poco más el anfiteatro.
No queda claro si el estado actual de El Jem proviene por tanto de su paulatina destrucción o, viendo las fechas, de que ni siquiera fue del todo acabado antes de la caída de Thysdrus. En todo caso, el aspecto general es bastante bueno y por fuera solo hay dos secciones derruidas. El resto se alza hasta la tercera arcada. Mide 148 metros por 122 y fue construido directamente sobre la llanura, sin base alguna. Se utilizaron grandes bloques de piedra de una cantera a cincuenta kilómetros. Parece claro que el estilo general copia la gran obra del Coliseo, aunque no es exactamente igual. Las arcadas tienen estilo corinto y compuesto. Se conservan muchas, así como buena parte del interior, donde se apoyaban los asientos. Casi intactas están la sección del palco, la arena y los pasillos subterráneos, donde las fieras esperaban su momento para saltar a escena.
Hoy, El Jem es una pequeña ciudad de 50.000 habitantes en torno a su anfiteatro, visita obligada en cualquier viaje a Túnez. Está a medio camino en la carretera que une Susa con Sfax. También se puede llegar en tren. Desde cualquiera de estas dos ciudades, El Jem es una excursión de medio día o un día, según estiremos la visita. En el interior hay más libertad de movimientos que en el Coliseo, por lo que podremos subir a las gradas superiores o descender a los pasillos subterráneos. Justo al lado hay un pequeño museo arqueológico. Cada verano desde hace más de treinta años se celebra el Festival international de musique symphonique d’El Jem, en el que se juntan orquestas sinfónicas de distintos lugares del mundo.
Fotos: Agnieszka Wolska / Agnieszka Wolska
Comentarios recientes