La Gran Muralla de agua
Si hay un pueblo que ha sabido manejar el agua con maestría, además del veneciano, ese es sin duda el holandés. De la necesidad han hecho virtud: vivir en un territorio con una altitud media sobre el nivel del mar negativa les ha hecho unos ingenieros hidráulicos de primera. Durante siglos lucharon contra las inundaciones, ganaron terreno al mar y en el siglo XIX decidieron utilizar el agua de una forma novedosa: para protegerse. No es que no lo hubieran hecho antes, pues ya en el siglo XVI habían utilizado las inundaciones para defenderse del Imperio Español. Sin embargo, la construcción de la Línea Defensiva de Ámsterdam entre 1880 y 1920, conocida por ellos como Stelling van Amsterdam, fue un proyecto que fue mucho más allá. Los 135 kilómetros de la Línea Defensiva de Ámsterdam conforman una especie de Gran Muralla china, pero de agua. El alcance bélico de este proyecto fue limitado, lo que por otro lado ha permitido que sus fuertes lleguen hasta nosotros prácticamente intactos.
La historia de Ámsterdam en el siglo XIX cambió de cara varias veces. Arrancó el siglo en franca decadencia, asediada por sus vecinos hasta formar parte del imperio napoleónico. Posteriormente, tuvo una edad de oro y los holandeses decidieron proteger a la ciudad de posibles nuevos ataques. En 1874 promulgaron la ley Vestingwet sobre el uso de fortalezas y se diseñó la Línea Defensiva. Esta consistía en un círculo protector alrededor de la capital y último bastión del país, Ámsterdam, de unos 10-15 kilómetros de radio. A lo largo de este perímetro se situaron hasta 46 fuertes y un sistema de diques, basados muchos de ellos en diques anteriores. Estos permitían inundar la superficie unos 30 centímetros para hacer imposible el paso de las tropas enemigas. El terreno fue muy estudiado en cada parte de la Línea Defensiva, de tal forma que algunas zonas tenían que hacer más uso de las inundaciones y otras de los fuertes. Estos generalmente se encuentran en los canales de agua y carreteras que van hacia la ciudad.
Como en otras grandes obras, como el Canal del Mediodía en Francia, la tecnología hizo que el proyecto estuviera obsoleto incluso antes de terminarse. Las innovaciones de la guerra de comienzos del siglo XX, especialmente los tanques y la aviación, hicieron inútil la Línea Defensiva: el juego de la guerra se libraba ahora de forma completamente distinta. A pesar de todo, se acabó el proyecto e incluso hay quien defiende que permitió a Países Bajos sostener su neutralidad con garantías durante la I Guerra Mundial. Para la II ya no hubo remedio: aunque la Línea Defensiva se puso en marcha y se anegaron parte de los terrenos que rodeaban Ámsterdam, el gobierno ya tenía firmada la capitulación cuando los alemanes llegaron a la ciudad. Estos también utilizaron el sistema defensivo y posiblemente evitaron así que el desembarco de Normandía ocurriera cerca de Ámsterdam, pero de poco sirvió al final de la guerra.
Después de esta mínima influencia, quedó claro que la Línea Defensiva llegaba unas cuantas décadas tarde. Aun así, se mantuvo militarmente hasta 1963, pero cuando ya no tuvo sentido se desmanteló del todo el sistema. Cada fuerte pasó a ser responsabilidad de los ayuntamientos cercanos y estos se han utilizado para todo tipo de cuestiones: oficinas, museos, degustaciones gastronómicas, conciertos, galerías de arte… en general todo orientado a la conservación de su memoria. Esto, junto con lo original de su planteamiento como sistema defensivo único en el mundo, son los mayores valores de la Línea Defensiva de Ámsterdam. También hay algunos fuertes que son de particular interés. Uno de los más importantes es el de Pampus, una obra de ingeniería por sí misma: este fuerte es el único que está en el agua. Para su construcción se hizo una isla artificial en la entrada por mar a Ámsterdam, en el antiguo Zuiderzee. El de Spijkerboor, por su parte, es el más grande de todos. Fue utilizado durante bastantes años como prisión.
Visitar la Línea Defensiva de Ámsterdam significa hoy día visitar el número de fuertes que se desee. Lo mejor es hacer una selección previa de los que se quieren ver para diseñar un día en coche teniendo claros los horarios y limitaciones. Una opción más puramente holandesa es hacer lo mismo, pero en bicicleta, lo que nos exigirá algunos días más. El fuerte de Pampus se puede visitar y la entrada incluye el ferri que te traslada hasta la isla. Este sale desde otro de los fuertes más visitados, el de Muizen, que alberga un pequeño museo. Está en la bonita ciudad marítima de Muiden, fácilmente accesible desde el centro de Ámsterdam. El mes aconsejado para visitar los fuertes es septiembre, pues no solo el tiempo es suave sino que es el mes oficial de la Línea Defensiva de Ámsterdam, incluyendo la gratuidad de todos los fuertes el segundo sábado de ese mes.
Foto: FaceMePLS / Remon Rijper
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