El monasterio propiciador
La Virgen de Guadalupe es una de las advocaciones marianas más importantes que existen. Su influencia parte de la región española de Extremadura, pero, debido a su continua invocación por parte de los conquistadores, se convirtió junto a la Virgen del Pilar en la patrona de la Hispanidad. No hay que confundirla, en todo caso, con la advocación mariana del mismo nombre que existe en México, con la que no obstante guarda cierta relación. El descubrimiento de América y su posterior conquista es solo uno de los dos acontecimientos que marcó la historia de Castilla durante el final de la Edad Media. En el otro, la expulsión del Reino musulmán de Granada, la virgen de Guadalupe fue también señalada como el símbolo que medió en la victoria cristiana. De estos poderosos mimbres surge la devoción en torno a la virgen y el monasterio de Guadalupe. El templo que la custodia es además un perfecto resumen de cuatro siglos de historia arquitectónica religiosa en la península ibérica y un centro de peregrinaje solo por detrás del Camino de Santiago en cuanto a devoción.
El nacimiento del Monasterio parte de una coincidencia. Según la historia contada por un monje del siglo XVIII, un pastor extremeño llamado Gil Cordero encontró la estatua de una virgen a la orilla del río Guadalupe a comienzos del siglo XIV. Parece que se había enterrado al comienzo de la invasión musulmana, varios siglos antes. En su honor se construyó una capilla que luego fue iglesia y que el rey Alfonso XI de Castilla convirtió en priorato después de encomendarse a Guadalupe. Alfonso consideró que la Virgen le había ayudado a vencer en una de las batallas más fundamentales contra los musulmanes: la del Salado. A partir de este momento, la mística en torno a la virgen crece y el templo empieza a ganar en importancia cuando ya en 1389 se convierte en un monasterio controlado por los priores Jerónimos. El peregrinaje a Guadalupe crece y se tienden puentes para facilitarlo. Uno de los que acude a la Virgen es Cristóbal Colón. Lo hace varias veces: las dos primeras para reunirse con los Reyes Católicos y convencerles de su expedición a las Indias y más tarde para agradecer su buena dicha en la aventura del descubrimiento de América. Esta devoción de Colón por la Virgen fue imitada por muchos aventureros que iban a las Américas, multiplicando así la fama de Guadalupe.
La historia del templo vivió su época más gris en el siglo XIX, cuando la desamortización de Mendizábal forzó la exclaustración de Guadalupe y los monjes Jerónimos se fueron de allí. Guadalupe pasó a ser una iglesia dependiente de la archidiócesis de Toledo con un acelerado deterioro debido al pillaje y la falta de conservación. Distintas voces empezaron a reclamar la importancia del templo y de la propia Virgen, hasta que Guadalupe se recuperó como monasterio en 1908. Está vez pasó a manos de los franciscanos por orden del rey Alfonso XIII. Desde entonces, la tradición en torno a Guadalupe no ha hecho más que recuperarse y crecer con una fuerza similar a la que ha disfrutado el Camino de Santiago en el siglo XX. Pasó de nuevo a ser Basílica y los nuevos monjes restauraron arquitectónica y estilísticamente el monasterio. En los últimos años ha crecido el peregrinaje y se están recuperando los viejos caminos que provienen de Segovia, Madrid, Toledo y Guadalajara.
Arquitectónicamente, el monasterio de Guadalupe es una mezcla ecléctica de distintos estilos: mudéjar en el precioso claustro del siglo XIV, gótico en otro claustro, plateresco en la pequeña ermita en el centro del claustro mudéjar y barroco en el camarín octogonal que guarda en su interior la estatua de la virgen. Además de ello, en el interior del templo hay pinturas de Zurbano y Giordano, entre otros. Están en el museo de pintura y escultura, hermano de otro de bordados. Lo más sorprendente de Guadalupe es que este eclecticismo estilístico que presenta no es a costa de la armonía del templo. Además, pueblo y monasterio tienen la sierra de las Villuercas como imponente telón de fondo.
Para llegar aquí basta con coger un coche y atravesar las sinuosas carreteras de la sierra de las Villuercas, que desembocan en el pueblo de Guadalupe. El pueblo alberga todo tipo de servicios alrededor de su Monasterio, incluyendo un Parador justo frente al monasterio. Este tiene entrada libre para una parte del templo, pero merecen la pena las visitas guiadas y los museos adyacentes que complementan la visita. Guadalupe está enclavada en el centro del geoparque Villuercas-Ibores-Jara, que cuenta con varios puntos de interés. Hay empresas especializadas en hacer excursiones si queremos ir sobre seguro. Una manera de atravesar las Villuercas andando es recorrer uno de los antiguos caminos de peregrinación. El más asequible por la distancia es el que llega de Puente del Arzobispo. Nos llevará solo tres días.
Foto: Antonio Guerra / Jeronimo G+E
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