Añorando el siglo XIX
Brasil es uno de los países más pujantes de Sudamérica, gracias entre otras cosas a su tamaño. Aunque la actividad económica y turística se centra en la zona sureste, mucha parte de la historia de este país se desarrolló también en el norte. Ahora el estado es uno solo, pero hubo un tiempo en que el territorio de Brasil era una colonia portuguesa subdividida en diferentes administraciones. Una de las más importantes fue la de Maranhao, que posteriormente se juntaría con la de Grao-Para. Juntas se mantendrían como estado independiente hasta la unificación del país en 1775. La capital de aquel estado era São Luís, una ciudad cuya evolución en los siglos posteriores ha proporcionado su actual imagen. São Luís es sin duda la ciudad colonial más auténticamente portuguesa. El parón económico que sufrió la ciudad nos ha permitido apreciarla tal como los portugueses la diseñaron.
Actualmente, São Luís es una ciudad brasileña de tantas: un millón de habitantes, bastante desigualdad y crecimiento económico, a pesar de que Maranhao sea uno de los estados más pobres. Sin embargo, en su día fue deslumbrante. Sobre una isla vivía la tribu Tupinambá cuando dos tenientes franceses desembarcaron y fundaron la ciudad de São Luís. Apenas estuvieron tres años, pero dejaron su impronta. Para empezar, en el nombre, en honor del entonces rey de Francia Luis XIII. El pujante imperio portugués tomó la ciudad con Jerônimo de Albuquerque en 1615. La ciudad tuvo todavía un corto periodo holandés hasta que la estabilidad trajo la riqueza. Su posición en el norte facilitó su presencia como puerto principal para la exportación de productos como el café, el cacao y el azúcar de caña. El comercio trajo riquezas y las riquezas un diseño urbanístico y arquitectura acordes.
La ciudad creció y dibujó su actual cuadrícula, una organización urbanística superior a la de otras ciudades brasileñas. Los jesuitas se instalaron en la ciudad y dejaron su huella, además de protagonizar una revuelta contra la esclavitud. El periodo más glorioso de la ciudad llegó con la exportación del algodón en el siglo XIX. La guerra de secesión estadounidense les dio mucho trabajo. Con ello, el puerto de Itaqui se convirtió en uno de los más importantes del mundo y la ciudad creció con fuerza hasta el punto en que la conocemos hoy. São Luís nadaba en dinero: fue la primera ciudad brasileña en instalar un tranvía, electricidad, teléfono, etc. Sin embargo, lo que vino después fue una depresión económica que duró todo el siglo XX. Acabada la demanda estadounidense, São Luís nunca volvería a ser lo que fue. Seguramente los habitantes habrían preferido una historia distinta, pero lo cierto es que esta depresión detuvo en el tiempo a la ciudad y de ahí la autenticidad de lo que vemos ahora.
São Luís fue construida con la mente puesta en combatir el calor y la humedad tropical. Conserva la impresionante cantidad de 4.000 edificios históricos en su casco viejo con materiales pensados para este fin. Este es sin duda su principal atractivo: pasear por calles y calles entre casas de azulejos típicamente portugueses o, si tienen un poco más de nivel, con fachada de mármol. Su cuota de monumentos incluye varias iglesias y palacios. La catedral de Nuestra Señora de la Victoria es de 1699, aunque fue profundamente reformada en el siglo XIX y las torres son ya del XX. En su interior conserva un valioso retablo del siglo XVII. Entre los palacios destacan el de La Ravardiére o Daniel de la Touchede, sede de la prefectura, y el Palacio de los leones, sede del gobierno estatal. Casi todas las estructuras municipales son de estilo neoclásico.
São Luís no es una ciudad especialmente asediada por el turismo. Su posición alejada de otros puntos de interés con mucha más fama en el país, como Iguazú, Río o Salvador de Bahía, hacen que sea una ciudad no incluida habitualmente en circuitos por el país. Tiene un aeropuerto a escasos trece kilómetros, así que llegar por cuenta propia es sencillo. La mejor época para ir es de agosto a noviembre, cuando hay menos lluvias. Junio es también buena opción, porque es el mes en el que por las calles se ve una tradición de la ciudad: el Bumba Meu Boi. Se trata de un teatro callejero que mezcla danza y música. Cuenta una leyenda histórica en la ciudad alrededor de la figura de un toro. São Luís tiene playa, Calhau, pero es una playa urbana no excesivamente bonita y con mareas muy fuertes. A pocos kilómetros hay otras mejores. También se encuentran muy cerca las dunas de Lençóis, uno de los Parques Nacionales más importantes del país. A nivel gastronómico, São Luís destaca por su tarta de pescado y marisco y por el arroz.
Foto: Ricardo Cabral / Matteo Tarenghi
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