Madera tan vieja como el budismo
Para entender la llegada del budismo a Japón hay que remontarse al siglo I y la Ruta de la Seda, vía por la que este entró a la antigua China. De ahí se fue desplazando hacia el este y empezó a desembarcar poco a poco en Japón. La fecha oficial que se maneja en el país nipón, no obstante, es el año 552. Fue entonces cuando una delegación del imperio Baekje, situado en la actual Corea, desembarcó en la capital japonesa de entonces: Asuka. La influencia de la dirigente del país por entonces, la emperatriz Suiko, fue lo que finalmente expandió el budismo de tipo mahayana que evolucionó a lo largo de los siglos. Uno de los regentes de Suiko, el mítico Príncipe Shotoku, arrancó los primeros proyectos arquitectónicos en honor del budismo. Lo hizo cerca de la capital Asuka, en el área de Horyu-ji. Aquí se localiza uno de los edificios de madera con más antigüedad del mundo entero.
Actualmente, el budismo se practica en Japón en un complicado sincretismo junto con el sintoísmo, religión expandida por la restauración Meiji en el siglo XIX. En ese momento, Horyu-ji, con otros sitios puramente budistas de Japón, perdió su importancia histórica establecida desde su fundación en el año 607. Los japoneses se precian de cuidar su patrimonio y esta pérdida de protagonismo no hizo que los templos cayeran en desgracia. Un extenso plan de rehabilitación en marcha desde tan pronto como 1897 ha permitido conservar Horyu-ji. No ha sido nunca una tarea fácil por sus materiales de construcción: en Horyu-ji la madera es un material fundamental y esta tienden a debilitarse con el paso de los años, aparte de ser víctima habitual de incendios. De ahí el mérito que tiene el pilar principal de la pagoda de cinco pisos, que siendo de madera se ha datado en el 594. Estos pilares se denominan en Japón shinbashira y el de aquí es el considerado más relevante por su edad.
Horyu-ji se encuentra en la ciudad de Ikagura, en la prefectura de Nara, a pocos kilómetros de la que fue capital de Japón del año 710 al 784. El Templo de la Enseñanza de la Ley Floreciente, una traducción aproximada de Horyu-ji, tiene una disposición que hereda conceptos del arte budista de China e incorpora algunos propios. Está dedicado a Bhaisajyaguru, el Buda de la medicina y la curación. Se divide en dos zonas, este y oeste. En esta segunda está la famosa pagoda de los cinco pisos y el templo Kondo, una estructura menos vertical que sufrió un incendio en el siglo XX, por lo que solo el 15-20% de los materiales actuales son los originales. La historia de Horyu-ji con los incendios ya venía de atrás. Aunque hay controversia arqueológica porque la fecha del shinbashira podría contradecirlo, parece probable que todo el complejo sufrió un fuerte incendio en el año 670 que se llevó por delante casi todas las estructuras. Horyu-ji se construyó casi desde cero y en una capa inferior se han encontrado templos anteriores al incendio.
Los atributos de Horyu-ji no son sólo arquitectónicos. Ha sido un centro de peregrinaje desde el siglo XII por el ascenso de la figura del Príncipe Shotoku. Además, se han conservado piezas de incalculable valor, tanto esculturas como frescos, que demuestran las conexiones de Japón con China y la India. Destacan el Kudara Kannon, una estatua de dos metros de altura de un guanyin y el Tamamushi, una versión a escala de un santuario que ha servido para entender la arquitectura religiosa de la época. Hay otra escultura famosa en este complejo de templos, pero para verla tenemos que desplazarnos a Hokki-ji, el hermano menor de Horyu-ji. Allí se guarda una estatua de once caras en honor a Avalokitesvara, del siglo X. Parece que el Príncipe Shotoku también fue el propulsor de Hokki-ji, pero se fundó después de su muerte. Otro incendio más arrasó el sitio en el siglo XVI, pero una vez más los japoneses lo reconstruyeron.
Para visitar estos templos hay que desplazarse en primer lugar a Nara, que se encuentra en medio de la isla principal de Japón, Honshu. Esta prefectura es una de las que más historia tiene de Japón y es muy aconsejable dedicar un día a Nara y alrededores, o más si queremos acercarnos a los caminos de peregrinaje de las montañas Kii, donde el trekking es muy habitual. Una vez que visitemos Nara se puede uno acercar fácilmente a la estación de tren de Ikagura, en un cómodo viaje de poco más de diez minutos. Desde la estación hay un paseo de veinte minutos hasta Horyu-ji, que nos llevará media mañana. La mejor época para acercarse a Nara es en primavera y otoño, cuando las temperaturas son más suaves y no llueve tanto como en verano.
Foto: Dick Thomas Johnson / Keith Rose
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