Lectura románica
En tiempos medievales, contar las sagradas escrituras o la vida de los santos no eran tan fácil como ahora: la inmensa mayoría de la población era analfabeta. El recurso a las imágenes era muy habitual y práctico. Por ello, muchas iglesias se forraban por dentro de pinturas al fresco que, más que artísticas, intentaban ser esquemáticas y didácticas. El tiempo no ha pasado en balde para la mayoría de estas pinturas, pero en muchas iglesias quedan muestras. En algunas más que otras: Saint-Savin, cerca de Poitiers, cuenta con un programa pictórico excepcionalmente completo. Esta iglesia está erigida en honor de dos santos macedonios, Sabino y Cipriano, que huyeron de su país por negarse a adorar dioses paganos. Sabino murió a orillas del río Gartempe al darle caza sus perseguidores. Esto sucedió supuestamente en el siglo V, aunque la primera abadía carolingia tendría que esperar al siglo VIII. Levantada sobre el lugar donde se dice que encontraron las reliquias, fue saqueada por los normandos poco después. Más tarde, en el siglo XI, se levantó la abadía románica que vemos hoy.
No se sabe exactamente la fecha de la fundación de la primera abadía de Saint-Savin, abierta bajo la orden de San Benito. Hay registro de una generosa donación del año 1010 que ayudó a levantar el templo actual, cuya principal fase constructiva llevó del 1040 hasta casi el final de siglo. Los edificios conventuales tuvieron que esperar al siglo XIII, sustituyendo a los provisionales de madera. Fue justo antes de empezar la peor época, con la guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia y las guerras de religión. La paz tampoco fue muy halagüeña con una serie de desastrosos abades. Uno esquilmó los edificios para vender su piedra y otro echó a los monjes para disfrutar del lugar de forma privada. Este aciago periodo se acabó con la entrada de la orden de San Mauro, que conservó y restauró la abadía antes de la Revolución Francesa. Fue otra época complicada, pero más corta, pues el conservador francés por excelencia del siglo XIX, Prósper Mérimée, se preocupó por la restauración del templo.
La abadía ha vivido por tanto varias reformas y restauraciones. El origen de la iglesia es auténticamente románico, pero solo viendo su vertical y fina aguja sobre el campanario uno detecta añadidos posteriores. Esta aguja es de origen gótico y fue instalada en el siglo XIV sobre la base cuadrada románica. Esta torre única por la que se entraba a la iglesia es una disposición original para la época. Forma parte del diseño cruciforme de nave muy amplia de 42 metros de largo y 17 de ancho. Lo principal de esta nave es del siglo XI, incluidas las capillas que parten del deambulatorio tras el altar. Aquí destacan por encima del resto las columnas de la nave principal, con capiteles distintos entre sí típicamente románicos, con distintas escenas o decoraciones vegetales. Los edificios monásticos, aunque hay de varias épocas, son como pronto del XVII. Saint-Savin fue restaurado por última vez en el siglo XX.
Con todo, no es por la arquitectura por lo que destaca Saint-Savin, sino por sus numerosas y muy bien conservadas pinturas de los siglos XI y sobre todo XII. Técnicamente son una mezcla de pintura al fresco y temple ejecutadas directamente sobre el muro. Los colores son parcos incluso para la época, con solo cinco tonos diferentes muy cálidos: ocre rojo y amarillo, verde, blanco y negro. Los frescos empiezan en el pórtico y en la tribuna sobre el mismo. Al estar más expuestos están más dañados, pero se distinguen varias escenas del Apocalipsis. En el interior destaca la bóveda de la nave central: son 412 metros cuadrados cubiertos de frescos que siguen un orden claro de lectura que nos lleva del Génesis al Éxodo. La más especial de todas las composiciones es el Arca de Noé, pintada casi como una serie de viñetas. San Sabino y Cipriano tienen sus propios frescos, pero protegidos en la cripta.
Saint-Savin es un pequeño pueblo de mil habitantes a unos cincuenta kilómetros de Poitiers, con la que está conectada en autobús. Hay visitas guiadas, pero solo en francés. En los edificios monásticos hay un recorrido escenográfico obligatorio porque los frescos están muy altos y los de la cripta no se pueden ver por motivos de conservación. Saint-Savin es la estrella del conocido como Valle de los Frescos, que tiene varias paradas en el río Gartempe: Saint Divitien en Saulgé, Montmorillon o Jouhet. Tan solo con cruzar el río tenemos la iglesia de Saint Germain, con frescos monocromos muy originales. El plato local estrella es el Farci Poitevin, una especie de paté de verduras de temporada con bacon. La región es famosa por sus quesos y su vino Haut Poitou.
Fotos: Armagnac-commons / Daniel Jolivet
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