Tal como somos
Durante décadas, la teoría más consensuada acerca del nacimiento y evolución del Homo Sapiens situó el surgimiento de esta especie en algún punto del este de África hace unos 200.000 años. Miles de años después se habrían expandido empezando por Eurasia, continuando por Australia y dejando América para el final. Buena parte de las pruebas que refrendaban esta teoría proceden de Etiopía, donde los científicos también encontraron en su momento a nuestro ancestro australopithecus en el valle del río Awash. Otro valle similar, el del río Omo, puja por ser el punto en el que se han encontrado los restos de Sapiens más antiguos. En la formación rocosa de Kibish, Richard Leakey encontró restos humanos identificados como Sapiens. Durante años, Omo I y II fueron pruebas del origen de nuestra especie en Etiopía, pero junto a otras. En 2005, un reanálisis del lugar donde se encontraron los huesos aportó una nueva datación: 195.000 años. Omo I y II se convirtieron así en los restos de Sapiens más antiguos encontrados hasta entonces, desplazando la edad de nuestra especie unos cuantos miles de años hacia atrás. Otros descubrimientos como el del Sapiens marroquí de Jebel Irhoud podrían retrasar estas fechas, lo que no resta un ápice de valor al este sitio paleontológico.
El lago Turkana es uno de los más especiales de África. Es endorreico, esto es, se vacía exclusivamente por evaporación. Lo nutren principalmente tres ríos, entre los que el más famoso llega del norte: el Omo. Este río de 760 kilómetros de longitud nace a unos 2.300 metros de altitud y desciende vertiginosamente atravesando regiones protegidas como el Parque Nacional Omo. En este tramo abundan los rápidos y en sus orillas campean cocodrilos e hipopótamos. En el valle bajo, el Omo serpentea en el suroeste de Etiopía hasta llegar al lago, ya keniata, mientras forma un extenso delta interior casi tan grande como el del Okavango. La reciente construcción de unas presas podría afectar al lago Turkana, cada vez más exiguo por el aumento de las temperaturas, así como a todo el valle bajo. Aquí, miles de personas de etnias tan diferentes como los surma, mursi, nyangatom o dizi viven de las crecidas del Omo, ahora en entredicho, se enfrentan a lo desconocido. Por un lado, inundaciones fatales como las del 2006 se reducirán; por otro, su agricultura podría contraerse.
El italiano Vittorio Bottego fue el primero en llegar al valle bajo en 1896. Poco después, etíopes del norte conquistaron la zona y sometieron a las etnias locales. Un grupo de franceses que acompañaba a otra expedición, esta vez rusa, cartografió la zona por primera vez antes de que los italianos investigaran a fondo la zona en los años 30. Los franceses fueron los que identificaron los primeros yacimientos de interés, como la formación Shungura en la llanura Fejej. Las formaciones del Omo salieron a la luz por la erosión provocada por el propio río. Camille Arambourg fue el primero en investigarlas. Las herramientas y restos paleontológicos de Shungura tienen un mínimo de 1,4 millones de años y están encuadrados en el período Olduvayense, por lo que pertenecen a homínidos anteriores al Sapiens. Uno de los encargados de analizar los restos fue el paleoantropólogo y arqueólogo Louis Leakey, uno de los pioneros de esta disciplina junto a su mujer Mary Leakey. El hijo de ambos, Richard, siguió sus pasos.
Tanto Richard como sus padres tenían su base en Kenia, pero cada vez era más evidente que Etiopía se iba a convertir en un país clave. Louis medió con el gobierno etíope, que autorizó tres expediciones en 1967. Una de ellas la dirigió el propio Richard y su mano derecha, Kamoya Kimeu, fue el responsable de encontrar los fósiles humanos más relevantes: Omo I y II. Hallados en la misma capa estatigráfica, la datación de la misma fue clave. Durante mucho tiempo se creyó que tenía 125.000 años, pero había dudas. Modernas dataciones con radiocarbono elevaron la cifra a los 195.000 años. La formación Kibish superó así a Herto Bouri, más al noreste, donde se habían descubierto restos del Homo Sapiens idaltu, ya extinguido. El gobierno etíope ha asegurado que las presas no afectarán a los yacimientos.
Omorate es la ciudad de entrada del valle bajo del Omo, que suele visitarse más por sus virtudes antropológicas que por sus yacimientos. Lo típico aquí es viajar durante varios días, hasta una semana, conociendo a las distintas etnias que componen el valle. Hay varias agencias que organizan tours que preparan una inmersión cultural total viviendo los mercados, ceremonias, actividades diarias, etc. Se llega al Omo desde otras zonas, en 4×4. Los yacimientos en sí no tienen visitas. Si queremos ver los huesos de Omo I y II, eso sí, podemos hacerlo en el Museo Nacional de Etiopía, en Adís Abeba.
Fotos: Roberto Sáez / John Fleagle
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