Circos, macizos y rebaños
Los Pirineos forman la frontera natural entre la península ibérica y el resto del continente europeo. De costa a costa recorren casi 500 kilómetros sumando picos que alcanzan su techo en el Aneto, a 3.404 metros. Este se encuentra entre Somport y el valle de Arán, la zona más alta. Aquí se intensifican las cualidades de la cadena: ausencia de grandes lagos, escasos y muy altos pasos de montaña, cataratas de bastante altura y enormes valles en forma de anfiteatro denominados circos. Estos últimos caracterizan la parte francesa. La española cuenta con más superficie y picos más altos. Uno de ellos, Monte Perdido, pasa por ser el macizo calcáreo más grande de Europa gracias a sus picos hermanos, con los que compone las Tres Sorores. Además de sus aspectos naturales, los Pirineos tienen una nutrida historia de aprovechamiento de sus recursos que se ha prolongado hasta hoy. Hablamos de la trashumancia estacional, una ancestral práctica que sin embargo está en peligro por la falta de relevo generacional. Los prados pirenaicos llevan siendo siglos destino estival de multitud de rebaños. Son parte integral del paisaje junto a los montañistas.
Pirineos – Monte Perdido se extiende por el norte de la provincia española de Huesca y el sur del departamento francés Alto Pirineo. Dos tercios de las más de 30.000 hectáreas están protegidas por el Parque Nacional español de Ordesa y Monte Perdido. Este Parque, segundo en antigüedad en España tras su nombramiento en 1918, está dominado por los 3.355 metros del Monte Perdido. De él parten profundos cañones que van descendiendo en altura. Aunque el glaciar sea hoy casi inexistente, estos valles son el resultado de la acción glaciar del pasado. El más conocido es Ordesa o río Araza, aunque más vertical es el cañón de Añisclo. El lado francés cambia los valles por inmensos circos. Entre ellos destaca Gavarnie, con seis kilómetros de diámetro y paredones de más de 400 metros. Son la razón de que aquí se encuentre la cascada más alta de Europa continental. Al este quedan el inaccesible circo d’Estaubé y el amplísimo circo Troumouse. No tienen grandes lagos, pero están repletos de circos glaciales y arroyuelos.
Ambas caras varían en su clima, siendo más húmeda la norte y mediterránea la sur. Junto a la altitud delimitan seis ecosistemas diferentes en una representación de las zonas montañosas europeas. Entre todos suman 3.500 especies de flora, con unas 200 endémicas. Según subimos en altura pasamos del bosque al matorral y, finalmente, prados alpinos en los que destacan flores como el edelweiss. Los circos d’Estaubé y Troumouse, por ejemplo, ni tienen árboles ni apenas matorrales. La fauna de Pirineos – Monte Perdido es menos relevante en fauna, salvo por sus mariposas. Aunque en los Pirineos se ha reintroducido el oso pardo, ha sido en otra zona de la cadena y aquí se dejan ver poco. Aun así, entre las decenas de mamíferos hay rebecos, corzos, ciervos, marmotas, zorros y el pequeño y curioso desmán de los pirineos. Entre la avifauna destaca el quebrantahuesos, que tiene aquí un santuario.
La situación de la fauna tiene que ver con el uso humano de la región, aunque los Pirineos estén menos explotados que los Alpes. Caza y ganadería han sido practicadas desde hace al menos 10.000 años, como atestiguan cuevas, círculos de piedra o dólmenes. La ganadería tiene mucha tradición: a ambos lados de la frontera, los pastores estabulan su ganado en invierno, en muchos casos más abajo. Cuando la primavera entra y llega el deshielo, arranca la trashumancia. Hoy se ha modernizado con camiones, pero hay quien sigue recorriendo ancestrales caminos. Hasta octubre, el ganado disfruta de los frescos prados de valles y circos mientras los pastores se las arreglan en la montaña. Este sistema precede a la frontera de ambos estados, por lo que pastores y ganado la cruzan en puntos como la brecha de Rolando y se reparten de acuerdo a distintas comunidades.
Este uso se complementa desde hace dos siglos con el turismo, especialmente en Gavarnie, en el lado francés. Es el centro turístico regional, por encima de los otros circos. Aquí lo típico es la asequible caminata hasta la cascada. A quince kilómetros en línea recta, pero casi cuatro horas en coche, está Torla, punto de entrada para Ordesa y Monte Perdido. Aquí, la propuesta es parecida, con destino a la cascada Cola de Caballo. Ambos itinerarios son muy frecuentados en verano y conviene madrugar. Una opción muy recomendable en Ordesa es salir del camino fácil y ascender la senda de los Cazadores, que proporciona bellas vistas. Este valle es también el más habitual para preparar el ascenso al Monte Perdido. Mayor reto supone la aproximación por otro valle recomendable, Pineta. Fuera del invierno, cualquier época es buena para venir aquí.
Fotos: Inda Agudo / Ihagee86
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