Piratas de Países Bajos
Muy cerca de la costa oeste de Venezuela hay tres islas denominadas ABC por sus iniciales: Aruba, Bonaire y Curazao. Las tres son históricas colonias de Países Bajos y, tras disolverse la unidad de las Antillas Holandesas, gestionan su relación con esta de diversas formas. Curazao conforma un país constituyente en el seno del reino de los Países Bajos. Viene a poner a esta pequeña isla a la altura de Países Bajos: autonomía total salvo en defensa y exteriores. Un grupo de portugueses la bautizaron tras curarse de su escorbuto comiendo frutos de esta alargada isla de menos de 500 kilómetros cuadrados. A pesar de ello, el clima es aquí más árido que en otras zonas del Caribe: en el perfil llano de la isla dominan sabana y matorral. El perfil de la isla es accidentado, con muchos entrantes y salientes. En su ensenada más pronunciada, Schottegat, se localiza su capital Willemstad. De fácil defensa, isla y ciudad se convirtieron en el puerto comercial y de pirateo por excelencia de lo Países Bajos caribeños. Isla multiétnica con variadas influencias, su urbanismo y arquitectura lo notan: hay una base holandesa matizada por adaptaciones al clima local.
Curazao fue habitada por tribus arawak, que fueron apresadas por los españoles tras el descubrimiento de la isla en 1499. En todo caso, Curazao no llamó mucho la atención hasta 1634, cuando Países Bajos, en pleno cénit nacional, decidió ocuparla. Poco después vinieron grupos de judíos sefardíes que llegaron a suponer la mitad de la población. La Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales fundó Willemstad, que se convirtió en su base de operaciones regional. Las principales mercancías eran la sal, extraída en la misma isla, y los esclavos. Tanta riqueza llamó la atención de otras potencias y la hegemonía fue cuestionada por británicos y franceses. Menos éxito tuvo un grupo de esclavos insurrectos en 1795. En 1815 llegó la estabilidad definitiva y un siglo después la isla cambió de actividad. Simbólicamente se construyó una refinería de petróleo donde había existido un mercado de esclavos. Este nuevo rumbo llegó hasta las crisis de los años 70 y 80. Últimamente, Curazao se está enfocando en el sector financiero.
Esta historia marca a sus 150.000 habitantes de muy diversas etnias: afrocaribeños, latinos, europeos, asiáticos, judíos, etc. Hablan un idioma criollo propio, el papiamento, que ha desarrollado una apreciable literatura. Lo que ocurrió en el idioma sucedió en la original Willemstad. Sus divisiones están marcadas por la geografía que impone el puerto natural Schottegat y el canal que lo une al mar: la bahía de Santa Ana. Los cuatro barrios históricos se sitúan en torno a este canal. En el este está el histórico Punda y los lujosos Scharloo y Pietermaai. En la orilla opuesta está Otrobanda, que en papiamento significa otro lado. Su formación es posterior: aunque tuvo construcciones desde comienzos del XVIII, no se expandió hasta el XIX. Paseando por Punda tendremos el ambiente más puro de Willemstad: una especie de Ámsterdam caribeña. Los edificios pueden parecer fuera de lugar, pero la influencia regional terminó eclosionando en un estilo propio, el barroco de Curazao.
El edificio Penha es el más representativo de este estilo en el que también es característico una profusión de colores que veremos en todo el centro histórico. Al entrar en Santa Ana, lo primero que nos reciben son dos reformadas fortalezas, una a cada lado: Ámsterdam y Rif. La primera es aún sede del gobierno y conserva una antigua iglesia. A partir de ella se amuralló la orilla este hasta 1866. Esta parte de la ciudad fue la que más modificó su entorno, ganando terreno al entrante Waaigat. Entre los edificios destaca la primera sinagoga de América, snoa, fundada en 1674. El edificio actual de 1732 copia el interior de la sinagoga portuguesa de Ámsterdam. A través del puente de la Reina Emma llegaremos a Otrobanda. Este barrio tiene otra concepción: sin murallas, tuvo una zona de amplias parcelas y otra más densa con trabajadores.
El turismo en Curazao creció a finales del siglo XX gracias a los casinos y las playas. Los turistas, muchos de Países Bajos y Venezuela, llegan cada vez más en crucero. Willemstad hay que pasearla. Será muy normal ver el puente de Emma levantado en algún momento, pero es el nexo para cambiar de barrio. Tras conocer la capital es buena idea alquilar un coche para recorrer la isla. Hay multitud de playas y zonas de snorkel. Para esta actividad es mejor la isla de Bonaire o incluso la minúscula Klein Curazao. En la isla hay también zonas naturales con cuevas y la balneoterapia es muy famosa. La comida típica se denomina Krioyo. Consta de mucha carne con bananas fritas como acompañamiento. De octubre a diciembre hay lluvias en la isla.
Fotos: wytze / Niels Karsdorp
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