Central pelágica
Los tiburones, pacientes cercanos de las rayas, forman una extensa familia de unas 500 especies. Están caracterizados por tener cuerpo cartilaginoso, hendiduras branquiales y aletas pectorales. Presentes en el planeta desde hace 420 millones de años, la evolución los ha diversificado tanto como para medir desde 17 centímetros hasta los más de diez metros del tiburón ballena. A pesar de esta variedad, la fama del tiburón le precede debido a varias especies superdepredadoras como el tiburón blanco. Por mucho que el cine nos haya advertido, lo cierto es que ellos tienen mucho más que temer de nosotros. Las actividades marinas, incluida su pesca en cantidades de millones anuales, han reducido su población. Por eso, reservas marinas como la de Malpelo son como un oasis en el desierto. Alrededor de esta minúscula isla rocosa a 500 kilómetros de la costa colombiana se acumulan multitud de ejemplares de especies como el ballena, sedoso, martillo o el muy escaso y esquivo tiburón liso, habitual de las profundidades marinas y llamado monstruo de Malpelo por ser este uno de los pocos puntos en los que se lo ha visto.
De las islas Galápagos, punto de unión de tres placas, parten dos grandes cordilleras submarinas: Cocos hacia Centroamérica y Carnegie hacia Ecuador. Entre ambas queda la denominada cuenca de Panamá, punteada por pequeñas cordilleras como Malpelo, de apenas 300 kilómetros de largo y 100 de ancho. Esta se creó simultáneamente a las otras, hace unos veinte millones de años. La isla es el punto más alto y único emergido, aunque tampoco por mucho: poco más de un kilómetro cuadrado de forma alargada en los que, eso sí, se alcanzan 360 metros. Malpelo es una isla vertical, bordeada por acantilados. Alrededor hay once islotes y unos kilómetros después llegan las fosas abisales, aquí de 3.400 metros. La isla está compuesta de distintas rocas ígneas expuestas a una fortísima erosión por las terribles corrientes de la zona de convergencia intertropical. Esto provoca que la fuerza del mar, las constantes lluvias y los vientos huracanados la estén reduciendo: llegó a ser diez veces más grande que ahora.
La superficie rocosa y la verticalidad de Malpelo complican su colonización, pero aquí hay vida. Los depósitos de guano, por otro lado lavados constantemente, son la base de su parca flora. Apenas hay líquenes, musgo, una especie de helecho y un poco de pasto en la parte superior. La fauna es pequeña y en buena parte endémica. Lo son un cangrejo y tres especies de lagarto. Lo que más abundan son las aves, que crían tranquilas. La estrella es el alcatraz enmascarado, que tiene aquí su mayor colonia con 40.000 individuos. En el agua, la biodiversidad explota: por un lado, el arrecife de coral protege muchas especies. Además, las corrientes marinas forman un punto de concentración y dispersión de vida marina a pequeña escala, base de la cadena trófica que finaliza con animales como las tortugas marinas, mamíferos marinos, peces de gran tamaño como atunes y barracudas y los pelágicos: rayas y tiburones. Estos últimos tienen un santuario para muchas especies. En sus aguas se han llegado a contar a la vez 200 tiburones martillo y mil lisos.
Su reducido tamaño, sumado al atractivo de las cercanas Galápagos, ha dejado en un segundo plano a esta isla, apenas investigada. Hubo una expedición del Instituto Smithson liderada por Henk Wolda en 1972 y otra del Instituto Von Humboldt en 1998 por Elvia González. Poco antes de esta, Malpelo fue protegida oficialmente, así como sus aguas circundantes. La extensión del Santuario se ha ampliado varias veces. Como tal, la isla nunca ha estado habitada, aunque hoy hay un pequeño puesto militar orientado principalmente a defender sus costas de la pesca ilegal. En el caso de Malpelo es toda la zona, pues conforma una reserva estricta, la mayor en el este del Pacífico tropical. Se ha convertido por ello en punto fundamental para sostener la biodiversidad marina con cierto grado de optimismo.
Gracias a su fauna y particular orografía submarina, Malpelo es uno de los puntos de buceo más prestigiosos del mundo. Expediciones dirigidas hacia ella salen regularmente de la ciudad costera de Buenaventura, que cuenta con aeropuerto. Se tarda día y medio en llegar y los cruceros duran unos seis días, aunque hay para todos los gustos. El viaje se justifica exclusivamente por el buceo, pues los barcos en principio no tienen derecho a desembarcar en tierra firme. El buceo alterna los corales con la inmersión entre tiburones, pero en todo caso el nivel requerido es avanzado. Muchos viajes visitan a la ida o a la vuelta otras islas más cercanas a la costa como la también valiosa a nivel medioambiental Gorgona. De diciembre a marzo es estación seca en Malpelo.
Fotos: Bertrand LAPLACE / NOAA
Comentarios recientes