Tranquilidad para profetas
El Nuevo Testamento tiene un último capítulo denominado Apocalipsis o Libro de las Revelaciones. Es un capítulo diferente en forma y fondo, con marcado carácter profético y acentuada simbología. Se trata de una de las partes de la Biblia más analizadas a lo largo de la historia del cristianismo, con múltiples intervenciones. La autoría es una de las incógnitas que más debate han generado y también afrentas, con acusaciones de herejía incluidas. Históricamente, se consideró al apóstol Juan el autor único. Una versión suave atribuye el escrito a seguidores de Juan, lo que encajaría más con la fecha estimada: finales del siglo I, en plena persecución de las comunidades cristianas por el emperador romano Domiciano. Lo irrefutable es que el autor se identifica a sí mismo como Juan de Patmos. El consenso dicta que este Juan se exilió a esta isla griega del Dodecaneso, pues textos del corte del Apocalipsis estaban más que vetados. La tradición sitúa en una Gruta de Patmos el punto en el que Juan recibió la revelación. Esta gruta y el monasterio del santo son por ello lugar de peregrinación.
Patmos es una pequeña isla griega de 88 kilómetros cuadrados cerca de Samos. Es una isla muy irregular, tanto en su línea costera llena de bahías y cabos como en su relieve, marcado por pequeñas colinas de hasta 269 metros. Se sabe poco de la historia clásica de Patmos, salvo su origen dorio y jónico. Sobre el siglo III a.C. se formó su acrópolis en el lugar actual de su capital Chorá. Hay que esperar al Apocalipsis para que Patmos atraiga miradas: se instalan aquí los primeros monasterios. En el siglo IV se levanta una gran basílica en honor de Juan de Patmos donde luego se levanta su monasterio. Este procede de finales del siglo XI, poco después de que Bizancio autorice repoblar la isla a Hosios Christodoulos. Patmos renace así tras haber sido saqueada por los sarracenos. De bizantinas pasó a manos venecianas, luego a Cruzados y finalmente cayó en la órbita otomana. A pesar de ello, mantuvo mucha autonomía gracias a un acuerdo de sumisión que incluyó la exención de impuestos.
Esto generó el periodo de mayor esplendor comercial en Patmos, que no obstante seguía teniendo en su monasterio la referencia: durante mucho tiempo, hablar de Patmos fue hablar del monasterio de Juan el Teólogo. Su centro se alza sobre una colina que domina Patmos y aparenta ser mucho más una fortaleza que un monasterio, entendible por el momento de la construcción. A sus pies fue naciendo, en tiempos venecianos, la ciudad de Chorá, fundada por sirvientes del monasterio y poblada luego por refugiados del asedio a Constantinopla. Un poco más al norte está el puerto de Skála y entre ambos lugares se encuentra la Gruta del Apocalipsis, supuesta guarida de Juan durante la escritura. A su alrededor nacieron numerosas iglesias menores, capillas y celdas monacales. La gruta en sí se cubrió con la iglesia de Santa Ana y San Juan Teólogo, formada por dos naves. Se conservan parte de los frescos originales del XII.
El monasterio ha evolucionado superponiendo edificios y murallas. El núcleo lo forman la iglesia principal o Catholicon, la capilla Panagía y el refectorio. El patio, dominado por el blanco, une las estancias y tiene unas arcadas denominadas tzafara del siglo XVII. El Catholicon se asienta en cuatro gruesos pilares soportando la cúpula principal. La decoración abarca todas las épocas, siendo originales el suelo y algún fresco destapado en restauraciones, lo mismo que ocurrió en Panagía. Los del refectorio llegan hasta el siglo XIII y también son originales mesa y bancada. Unas escaleras llevan a la relevante biblioteca, cuya nutrida colección de manuscritos atrajo a intelectuales en el Medievo. Además están la sacristía, cocina, granero, el pithones o almacén de aceite de oliva y el horno de pan. La laberíntica ciudad de Chorá conserva iglesias y mansiones de su mejor época: siglos XVI y XVII.
Patmos es una isla muy despoblada con apenas 2.500 habitantes y muy poco turismo comparado con otras islas. En parte es porque solo se puede llegar en ferri, aunque varios cruceros paran en ella y los turistas pasan aquí unas horas. Lo más cómodo, pero caro, es utilizar un taxi para visitar la Gruta y el monasterio. Este se ha convertido en su interior en un museo con todo lo acumulado, especialmente manuscritos. Las vistas son también espectaculares, como las que tendremos del propio monasterio desde la zona de molinos. La isla sigue siendo visitada por peregrinos, especialmente en Semana Santa, cuando los monjes viven la Pasión de Cristo con desgarradores cánticos. El Miércoles Santo es el día más especial con el ritual del lavado de pies de Jesucristo a los apóstoles. Si vamos en verano, la mejor playa es Psili Ammos.
Fotos: Valeria Casali / Vladimir Boskovic
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