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Sitios de la revolución industrial de la era Meiji en Japón

Sitios de la revolución industrial de la era Meiji en Japón

Yamaguchi, Kagoshima, Shizuoka, Iwate, Saga, Nagasaki y Fukuoka (Japón)

Japón despierta


La diferencia tecnológica entre dos civilizaciones suele tener como consecuencia la desaparición de la menos adelantada. Los incas podían ser señores de Sudamérica, pero un reducido ejército de occidentales les derrotó. Poco se les puede achacar, pero hay gobernantes con menos vista que pueden provocar consecuencias parecidas. El periodo Edo en Japón abarca una era iniciada en 1600 y prolongada más de 250 años. El shogunato Tokugawa que lo lideró procuró un periodo de paz tras un convulso siglo XVI lleno de guerrillas internas entre los señores de la guerra feudales, los daimio. Sin embargo, a la paz se le añadió una aguda autarquía que fue sumiendo a Japón en el retraso tecnológico, pues, en paralelo, en Europa despertaba la Revolución Industrial. En 1853, la visita del comodoro estadounidense Matthew C. Perry a Japón, con su flota, lo cambió todo. El shogunato se dio cuenta de lo frágil que era su posición. En tiempo récord empezaron a modernizar su estado, aunque el impulso definitivo tendría que esperar a 1867, cuando Japón cambió de era y restauró su imperio de la mano de Meiji Tennō. A su muerte, en 1912, Japón era un estado radicalmente diferente.

Hornos de Nirayama, símbolo de la industrialización Meiji

Meiji nació un año antes de la desasosegante visita de Perry, cuyas intenciones distaban mucho de ser amenazantes: solo quería permiso para que los estadounidenses repostaran en Japón de camino a China. Sus barcos, sin embargo, impresionaron y asustaron a partes iguales a los shogun. Sin más dilación, el shogunato abolió leyes aislacionistas y empezó a importar tecnología extranjera, especialmente holandesa. El suroeste del país se convirtió en el foco de esta Revolución Industrial exprés. Sin embargo, por mucho que se copiaran diseños o compraran barcos para adaptarlos, la falta de experiencia y tecnología se dejaba notar. En Kagoshima y Hagi, por ejemplo, se construyeron hornos de reverbero adaptando planos holandeses, pero no funcionaron. Esto no detuvo a los japoneses, que en los astilleros de Ebisugahana empezaron a armar navíos occidentalizados con defensas traídas de Kagoshima. En Saga, mientras, se adaptaban y arreglaban navíos comprados.

Isla artificial de Hashima, cerca de Nagasaki

Toda esta actividad requería materia prima existente en Japón, pero necesitaba de métodos de extracción modernos: lo más parecido a unas minas modernas eran las de plata de Iwami Ginzan, ancladas en el pasado. En el norte del país, en Kamaishi, las minas de Hashino contaron con los primeros hornos de fundición de hierro y acero. En el sur, en la bahía de Nagasaki, la isla de Takashima vio la primera mina de carbón. Nagasaki, ciudad famosa por haber recibido la segunda bomba atómica, fue la ciudad elegida para gestionar el renacido comercio con las potencias occidentales. Esto convirtió a su puerto en uno de los más avanzados gracias a la colaboración con ingenieros británicos. Con la llegada de Meiji, la revolución se aceleró. La comparación de las dos minas de Nagasaki es una prueba: la isla de Hashima, reclamada al mar en 1895, fue el primer experimento de minería submarina.

A comienzos del siglo XX, las cosas habían cambiado mucho: de las primeras iniciativas locales de señores feudales preocupados por su seguridad a un programa industrial centralizado y asentado. El emperador fue clave en el impulso. Una de sus primeras decisiones fue enviar una delegación que recorrió varios países para importar tecnología y conocimientos. Se trajeron también ingenieros y se compraron más barcos. La era del aislacionismo había llegado definitivamente a su fin. En el carbón, la evolución se dejó notar en las minas de Miike y su puerto asociado. Incluso hubo espacio para la innovación y Japón empezó a exportar conocimientos además de importarlos. También aquí se desarrolló la industria química de Mitsui. En Yawata se instaló la industria siderúrgica, patrocinada por el imperio con tecnología alemana. A nivel estético, la industrialización Meiji vivió una fusión de estilos tradicionales y europeos. El mejor ejemplo está en los jardines Glover de Nagasaki. Este mercader escocés dio nombre a una zona residencial de expatriados.

La era industrial no es desde luego la principal atracción de Japón, pese a su influencia en el país actual: poco tiene que ver la Tokio actual con la Edo de hace poco más de 150 años. Cerca precisamente de Tokio se encuentra una de las imágenes icónicas de esta era: son los dos hornos de Nirayama, apuntalados con hierro en 1957. Al suroeste del país, los dos sitios más atractivos son seguramente Hagi y Nagasaki. Hagi destaca por ser una ciudad cuyo centro se mantuvo intacto pese a que su alrededor la industria explotó. A las afueras se encuentra Shōkasonjuku, influyente academia del cambio ideológico del shogunato. En Nagasaki, capital de facto de la industrialización Meiji, son muy visitados tanto el jardín Glover como la isla Hashima, hoy desierta y accesible en excursiones que recorren la bahía de Nagasaki.

Fotos: kazuomatz / kntrty

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