Fuera de este mundo
En 1582, el Papa Gregorio XIII instauró el calendario que lleva su nombre sustituyendo al juliano, que por una leve inexactitud se había desviado trece días. El resto de corrientes cristianas fueron asumiendo paulatinamente el calendario con la excepción de un lugar, el Monte Atos, donde su milenaria comunidad monástica rechazó y rechaza el cambio. Este pequeño detalle ilustra la idiosincrasia de este lugar, una pequeña península que pertenece y no pertenece al mundo. Su territorio está inscrito en Grecia y la Unión Europea, pero sus leyes caminan con otro rumbo. No es ya la famosa prohibición del acceso a las mujeres, sino que el libre movimiento de personas y bienes no aplica. Más allá de consideraciones éticas y políticas, lo cierto es que este apego por la tradición tiene beneficios. Atos es un inigualable repositorio de arte medieval como iconos, vestimentas, códices, reliquias, etc. Estos tesoros están en proceso de catalogación, pero sus veinte monasterios son de por sí un patrimonio único.
Geográficamente, Atos forma parte de la península Calcídica. Es en concreto su brazo más oriental. Mide cincuenta kilómetros de largo por unos diez de ancho y, efectivamente, es un monte. Alcanza 2.033 metros a muy pocos kilómetros de la costa, descendiendo entre bosques mediterráneos. Aunque hay caminos que la unen con Grecia, en la práctica su acceso es por barco. Es una zona de aguas complicadas y tiene muchos naufragios en su historia, especialmente el que sufrieron los persas en las Guerras Médicas. Todo parece diseñado para que sus más de 2.000 atonitas vivan al margen de todo desde hace siglos. La historia de Atos está ligada al cristianismo desde muy pronto, pues según la tradición el lugar fue consagrado a la Virgen María, causa raíz de la prohibición al resto de mujeres. Los primeros monjes pudieron llegar en el siglo IV, aunque la constancia escrita es del IX con los bizantinos. La península quedó en manos de los monasterios y sus tierras de cultivo fueron adjudicadas a estos restringiendo la presencia de laicos. Se tiene constancia del primer protos, dirigente de Atos, en 908. Poco después se definen las fronteras.
En el 958 llega aquí Atanasio, una de las principales figuras, y funda el monasterio de Gran Laura, aún el más poderoso. La península ha sabido soportar en estos siglos agresiones de sarracenos, cruzados contrarios a los ortodoxos y mercenarios, aunque el principal reto fueron los otomanos. Los atonitas rindieron pleitesía y se ganaron su favor para mantener la independencia. Es más, Atos empezó a atraer monjes de países como Bulgaria, Serbia y Rusia. El último monasterio, Stavronikita, se funda en esta época. Los otomanos terminaron por ahogar económicamente a Atos, que se recluyó en una vida más eremita. El dinero ruso alivió la situación en el siglo XIX, pero permitió a los zares inmiscuirse en la vida política de Atos e incluso aspirar a su propiedad, que sin embargo cayó al final en manos griegas. Al menos según el papel, porque poco ha cambiado. Ni la invasión nazi ni la inclusión en la UE han variado la foto. La tradición se impone.
Uno de los proyectos más recientes de los atonitas es catalogar todo lo acumulado por los veinte monasterios. Estos son el corazón político, pero en Atos existe otra figura importante, la del skete. Son pequeñas comunidades que viven fuera del monasterio, pero bajo su mandato. Hay otras formas de comunidad medievalistas como celdas, kathismata, cuevas, etc. que eventualmente se convierten en pueblos como Karyes, que aloja la sede del protos. Artísticamente, Atos ha sido muy influyente en el diseño básico del monasterio formado por un períbolos o muralla con torres defensivas protegiendo el interior, cuyo centro ocupa el catolicós o iglesia principal. Estéticamente son ortodoxos, aunque los distintos orígenes dan toques diferentes. Algunas localizaciones añaden dramatismo como en Simonopetra o Dionisio, que cuelgan sobre rocas. Si hablamos de piezas como iconos, manuscritos y libros, Gran Laura no tiene rival.
Para entrar en Atos se requiere el diamonētērion, similar a una visa. No es imprescindible ser ortodoxo, pero es más fácil, pues cada día acceden solo diez no ortodoxos. Sobre todo en verano hay que solicitarlo con tiempo. Hay dos diamonētērion: uno autoriza a dormir en cualquier monasterio tres noches y el otro se acuerda con un único monasterio, los días también. El transporte es obligatoriamente en ferri, mejor previamente reservado, desde Uranópolis o Ierrisos. Generalmente desembarcamos en Dafni y luego hay autobuses y costosos taxis. Es buena idea dedicar los tres días a caminar por los senderos de peregrinaje, los monopati, para ir viendo distintos monasterios. Las comidas son el momento ideal para sumergirse en la vida monacal con su dieta casi vegetariana. Una forma alternativa de contemplar Atos sin restricciones es conformarnos con un crucero que se acerque a sus costas.
Fotos: Johannes Zielcke / MAITE ELORZA
2 Comments
Muy buene el artículo, los masterios impresionantes viste dos hace unos años
Muchas gracias!