Entre Alemania y Austria
En el año 696, San Ruperto de Salzburgo devolvió la cristiandad a la antigua ciudad romana de Iuvavum. Fue el primer paso del arzobispado de Salzburgo, convertido en principado-arzobispado en 1213. Esta figura doble laica y religiosa fue común en el Sacro Imperio Germánico. Daba atribuciones absolutas al arzobispo en su territorio. Muchos fueron consumidos por distintos imperios, pero el de Salzburgo se las arregló para resistir hasta el siglo XIX pese a la influencia de Baviera y estar rodeado por el imperio Austria. El último príncipe-arzobispo fue Hieronymus von Colloredo, que pasó a la historia por sus intentos de alejar la ciudad de su recalcitrante catolicismo, pero sobre todo por contratar a un adolescente Wolfgang Amadeus Mozart, hijo predilecto de Salzburgo. Antes de buscar cotas mayores, el más grande compositor del periodo clásico de la música, con permiso de Beethoven, despegó en esta barroca ciudad. Es el periodo dominante de Salzburgo, que ha conservado buena parte de su trazado y arquitectura dibujando un skyline de agujas con los Alpes al fondo.
Salzburgo se encuentra en el punto en que el valle del río Salzach se abre desde los Alpes y fluye hasta el Danubio. La zona fue habitada antes de la fundación de la ciudad romana en el punto de intersección de tres vías. Los saqueos bárbaros dejaron la ciudad en casi nada antes de pasar a manos bávaras. Fue reconstruida por San Ruperto a partir del monasterio a los pies del monte Monchsberg y el palacio ducal camino del río. Alrededor de este se formó el núcleo urbano, que creció explotando desde pronto el impuesto a la sal que bajaba por el río y le da nombre. Paralelamente, el arzobispo ganó poder y levantó el imponente Hohensalzburg en el siglo XI. Distintos incendios asolaron la ciudad en la Edad Media, pero fueron oportunidades para renovar estilísticamente la ciudad, que abrazó el gótico diseñando edificios cuya fama traspasaron las fronteras locales. Es entonces cuando Salzburgo se independiza de Baviera.
No fue un incendio, sino la visión del arzobispo Wolf Dietrich von Raitenau, el principal motor de cambio para la actual Salzburgo, el barroco. Fue a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, cuando se remodelaron la catedral y Hohensalzburg. En esta época, el arzobispado estaba seriamente amenazado por sus vecinos, pero fue capaz de escapar a su control y también de esquivar las guerras de religión gracias a sus murallas y diplomacia. En medio del desastre europeo, la neutralidad permitió a Salzburgo enriquecer su tejido urbano y fundar su universidad. El barroco se desplegó abiertamente conformando el cénit local junto al siglo siguiente, en el que Salzburgo fue parte activa en la Ilustración y vio nacer a Mozart. La era napoleónica fue el punto final a su auge. Salzburgo gastó unos importantes años en ser reconstruida mientras políticamente caía definitivamente del lado austriaco. La influencia de Múnich, no obstante, nunca ha dejado de estar presente.
La mitad de Salzburgo fue bombardeada en la II Guerra Mundial, pero tras la reconstrucción se ha recuperado el aire medieval de gótico tardío y especialmente su barroco. Este arrancó gracias a los italianos Vincenzo Scamozzi y Santini Solari, que marcaron el estilo que muchos burgueses reflejaron en sus casas. Salzburgo está dominada por sus agujas, entre las que se alza Hohensalzburg, cuyo tamaño es realzado por la loma en la que se asienta. Está compuesto de varios patios y multitud de habitaciones entre las que destaca la cámara dorada. La catedral fue el primer templo barroco al norte de los Alpes y descansa sobre al menos dos templos anteriores. Aunque tiene muchos retoques, la referencia medieval románica es la abadía de San Pedro. Su cementerio anexo excavado en la montaña es de especial interés. En barroco civil destaca el palacio Hellbrunn, residencia veraniega del arzobispo con un precioso jardín de la época.
Salzburgo es la cuarta ciudad austriaca con 150.000 habitantes. Es fácilmente accesible en tren desde Múnich y Viena. El centro se pasea tomando como guía la calle Getreidegasse. Para subir al castillo, eso sí, es recomendable utilizar el histórico Reisszug, funicular más antiguo del mundo. La figura de Mozart se explota en dos casas típicas, la de nacimiento y la de residencia, que merece más la pena por su museo. Los Alpes están muy a mano, tanto como los quince kilómetros hasta coronar el Untersberg, a 1.972 metros. Si queremos ir a los orígenes etimológicos de la ciudad hay también minas de sal hacia el sur. En verano, la ciudad celebra su propio festival de música clásica en varias sedes, aunque en invierno son famosos los mercados navideños. El postre más conocido de la ciudad es el Nockerl, una especie de suflé.
Fotos: Rafa Esteve / Polybert49
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