Encomendándose para el estrecho
Susanoo es la deidad sintoísta de los mares y las tormentas, hermano de Amaterasu, deidad del sol, y Tsukuyomi, de la luna. Su culto arranca al menos en el siglo VIII atrayendo especialmente a los marineros, que se encomiendan a él al salir al mar. Teniendo en cuenta que Japón es un archipiélago de complicado clima, no está de más. Los primeros navegantes internacionales japoneses afrontaban el estrecho de Corea, canal de mercancías e ideas. Tanto Susanoo como Amaterasu son centrales para los tres santuarios principales de Munakata, estando cada uno dedicado a una deidad menor o kami. Munakata es una histórica provincia de la que partían barcos a Corea. Partían de la isla de Kyushu u Oshima haciendo parada en Okinoshima. En estos tres lugares se encuentran los santuarios Munakata. Su sacralidad precede al propio sintoísmo y se enraiza en las religiones espirituales japonesas. Los abundantísimos restos arqueológicos en Okinoshima nos llevan al siglo IV. Aunque los edificios actuales son muy posteriores, el culto aquí está entre los más antiguos y continuos de Japón.
El conocimiento de las primeras rutas de navegación en Japón se han enriquecido gracias a la arqueología en lugares como Okinoshima. Japón estuvo unido a Corea durante la última glaciación, lo que permitió su colonización. Milenios después, las técnicas de navegación permitieron el contacto cultural, pero el desarrollo japonés no era muy elevado. Las embarcaciones junkozosen suponían un arriesgado viaje. Es cuando entran en juego los rituales en Munakata, una de las rutas más utilizadas, para encomendarse a los dioses. Estos tuvieron su auge hasta el siglo IX, poco después de que las embarcaciones evolucionaran y los contactos fueran más recurrentes. Hasta 80.000 ofrendas de estos rituales se han encontrado solo en Okinoshima. Juntos trazan la evolución de unos rituales influidos por la importación del budismo y el advenimiento del sintoísmo. Con la caída del clan Munakata, el ritualismo descendió, aunque nunca del todo. Prueba de ello son los santuarios actuales, construidos en sus localizaciones entre los siglos XVI y XVIII. Fueron restaurados en el XX.
Okinoshima es una pequeña isla de unas cien hectáreas a poco más de cincuenta kilómetros de Kyushu, una de las islas principales de Japón. Su relieve es accidentado, alcanzando en poco espacio 244 metros de altura. Su condición de isla santuario ha prevenido su explotación en cualquier sentido, de forma que su bosque primario es hoy monumento natural. Históricamente, en Okinoshima no hubo santuario físico alguno, sino que la propia isla lo era. Tres islotes funcionaban como torii o puerta de entrada al santuario y en la isla se han localizado 22 lugares rituales que se dividen en cuatro grandes grupos. Con el tiempo, en el siglo XVII se levantaron dos edificios de madera en la parte sur: un hall principal y otro para las oraciones. Conjuntamente forman el santuario Okitsu-Miya. Más allá de arquitectura y arqueología, en Okinoshima destacan la cantidad de tabúes asociados al lugar como la prohibición de acceso a las mujeres, la necesidad de un baño purificante o misogi y restricciones en cuanto a idiomas, comidas, etc.
La isla de Ōshima, frente a la costa de Munakata, es bastante más grande y cuenta con unos mil vecinos. No hablamos, por tanto, de una isla santuario, sino de santuarios en una isla. Los de aquí se denominan Nakatsu-Miya y Okitsu-miya Yohaisho. El primero incluye un complejo para oraciones y un sitio ritual activo desde el siglo VII en la cima del monte Mitakesan, que preside la isla. En tercer lugar, ya en la costa de Kyushu, se encuentra el santuario Munakata denominado Hetsu-Miya. Está sobre lo que era hasta hace unos siglos un islote hoy unido a Kyushu. Arquitectónicamente es el más grande y relevante, con edificios del siglo XVII como el honden o santuario principal y el haiden o hall de oraciones. Hay un tercer hall, Shinpō-kan, que alberga los principales tesoros de los sitios rituales Munakata, incluidos los de Okinoshima.
Okinoshima es famosa por no permitir la entrada a mujeres, pero esta prohibición en la práctica se extiende a todo el mundo. Salvo en el festival de mayo, nadie puede poner un pie y los elegidos, salvo excepciones, son japoneses y sintoístas. Los otros dos santuarios sí son accesibles. El santuario de Hetsu-Miya es el más visitado, pues se llega fácilmente en bus desde la estación de tren rápido de Togo. Además de los halls y el antiguo lugar de rituales es imprescindible acceder al Shinpō-kan, que hace las veces de museo con ofrendas no solo locales, sino de lugares tan lejanos como Persia. Para llegar a Ōshima necesitaremos tomar un ferri en Konominato, cerca de Hetsu-Miya. Tras atracar tendremos un breve ascenso a santuario y cima, donde tendremos buenas vistas de la costa y, en días claros, hasta de Okinoshima.
Fotos: Soramimi / Indiana jo
Comentarios recientes