Adaptándose a la fluctuación
Los lagos son, en su mayoría, accidentes geográficos muy efímero. La mayoría cuentan sus vidas en milenios y no millones de años. Antes o después, desaparecen y en su fase final fluctúan con fuerza. Lagos como Fertö/Neusiedlersee, sin embargo, han hecho de estas fluctuaciones una constante. Se estima que este lago compartido por Austria y Hungría cuenta con unos 20.000 años en los cuales se ha vaciado al menos cien veces. Además, estos vaciados no siguen ningún patrón y no se pueden prever. En 1866, por ejemplo, se secó durante cinco años, mientras que en 1949 en cuestión de semanas se volvió a llenar. Los asentamientos alrededor del lago han tenido que asumir las consecuencias locales en humedad y polvo ambiental. En 1956 se estableció una comisión con miembros de ambos países y se instalaron unas compuertas en el lado húngaro para regular el nivel del agua. La empresa ha tenido éxito al permitir equilibrar el lago y su paisaje cultural. No en vano, estamos en un bello cruce de caminos cuyas orillas llevan 8.000 años habitadas.
De forma alargada, Fertö/Neusiedlersee mide unos 35 kilómetros de largo y como mucho doce de ancho. En sus más de 300 kilómetros cuadrados, Fertö/Neusiedlersee no tiene en el mejor de los casos más de dos metros de profundidad. Se trata de un lago salino endorreico, esto es, solo se vacía por evaporación porque no tiene salida alguna. Al menos natural, porque en el siglo XIX se creó el canal Einser precisamente para controlar el nivel del agua. No acaban aquí las acciones para dominar el lago. Sus abundantes juncos son cortados anualmente tanto para comerciar con ellos como para sanear el lago y evitar incendios en verano. Históricamente se han propuesto otras acciones impedidas por grupos ecologistas. Hoy se ha llegado a un equilibrio sostenible entre aprovechamiento humano y medio ambiente. Esto permite a miles de aves migratorias como las garzas blancas utilizar Fertö/Neusiedlersee y especialmente su extensión Seewinkel como estación de verano.
Unas 70.000 personas viven alrededor de Fertö/Neusiedlersee, en ambos lados de la frontera. Los primeros llegaron a la orilla sur de Fertö en el Neolítico, sobre el año 6000 a.C. Inicialmente, ganadería y comercio fueron las actividades económicas, introduciéndose luego la metalurgia. Sobre el siglo VII a.C., el lago vio un impulso bajo la cultura Hallstatt, a la que sucedieron los romanos, que levantaron varias villas. El fin del imperio trajo una época de inestabilidad que cerraron los magiares al tomar el control sobre el año 900. Las ciudades empezaron a ganar tamaño teniendo como referencia la capital del condado, Sopron, de origen romano y al suroeste del lago. A la ganadería se le unió en esta Edad Media la viticultura y Fertö/Neusiedlersee progresó evitando las invasiones tártaras. El vino patrocina el ascenso de otra ciudad, Rust, al oeste. Es la más fortificada de entonces, una reacción a la constante amenaza otomana. El siglo XX supuso la división del lago, repartido tras la I Guerra Mundial entre Austria y Hungría. Esta frontera fue luego relevante durante la Guerra Fría.
Fertö/Neusiedlersee está rodeado de un anillo de campos de cultivo al que siguen 16 asentamientos de distinto tamaño y época. Del legado romano, lo más relevante está en Fertörákos, donde hay restos de dos villas y un templo mitraico. Antiguamente a orillas del lago, sus fluctuaciones lo han alejado. Justo al otro lado de la frontera está Mörbisch am See, de bellas calles, y un poco más al norte Rust, ciudad imperial libre en su día y hoy un coqueto pueblo turístico. De las antiguas fortificaciones solo sobrevive la iglesia del Pescador, joya arquitectónica local. Además, en Fertö/Neusiedlersee destacan dos palacios barrocos, ambos húngaros: Széchenyi y Fertöd Esterházy. El primero, famoso como residencia del estadista István Széchenyi, fue diseñado en los siglos XVIII y XIX. Destaca su jardín barroco e inglés con una larga avenida que llega al lago. Esterházy, ligado a Joseph Haydn, es todavía más deslumbrante y pomposo. Diseñado con Versalles en mente, es el mayor palacio rococó en Hungría.
Fertö/Neusiedlersee es reclamo turístico habitual en verano para los vieneses, pues se encuentra a menos de una hora. Vienen para hacer deportes como windsurf y vela, aunque la escasa profundidad y las fluctuaciones son un reto. Otras actividades habituales son la pesca o el avistamiento de aves, idóneo en Seewinkel. Anualmente hay una competición de natación abierta a cualquiera de Mörbisch a Illmitz, unos tres kilómetros. En el lado húngaro, el turismo no es tan masivo por la mayor lejanía a Budapest. Aquí se pueden visitar tanto el templo mitraico de Fertörákos como el palacio Fertöd Esterházy, aunque solo bajo visita guiada. No hay que dejar de probar el vino local, con denominación de origen propia.
Fotos: Alexander Russy / Daniel Somogyi-Tóth
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