Economía diplomática
Dice el dicho que la banca siempre gana, aunque históricamente es debatible. El siglo XVI fue para Génova un cambio notable en el devenir de su república homónima. Tras controlar el mar Tirreno y expandirse con puestos comerciales por todo el Mediterráneo y Negro, había pasado una mala racha acosada por Francia y Milán. Andrea Doria entró en escena aliándose con Carlos I de España iniciando un sencillo esquema: las riquezas llegadas de América pagaban las deudas contraídas con los banqueros genoveses. Cuando los banqueros alemanes se arruinaron con las bancarrotas españolas, los genoveses no lo vieron como un aviso, sino que ampliaron su línea de préstamo. Décadas y bancarrotas después, Génova no pudo sostener la situación y declinó. Durante esta época de esplendor, supo cambiar los cañones por la diplomacia. Fuera de su intrincado centro medieval tendió un urbanismo marcado por las Strade Nuove, calles nuevas. En ellas se levantaron decenas de palacios que mediante el sistema del Rolli estaban obligados a alojar a representantes y dignatarios de otros estados.
La accidentada costa ligur ha hecho de los habitantes originales de la región, los ligures, avezados marineros. Comerciaron y guerrearon con griegos y etruscos, que fundaron varias colonias. Génova parece de origen etrusco, siglo V a.C., aunque fue ocupada por griegos. Tras ser fiel a Roma en las guerras púnicas se garantizó el estatus de ciudad. No obstante, el impulso llegó en el siglo XI, cuando se constituyó como república marina como Venecia, Pisa y Amalfi. La República Genovesa resistiría hasta la llegada de Napoleón. Gracias a sus habilidades comerciales y marineras, con varias innovaciones en navegación, Génova se adjudicó el mar Tirreno y con las Cruzadas estableció colonias al este que supo mantener tras aliarse con Bizancio. Casualidades del destino, así fue como la peste negra encontró su entrada a Europa, gracias a un navío genovés llegado del mar Negro. Fueron las guerras con Venecia las que debilitaron a Génova de cara al tumultuoso siglo XV en el que también hubo claros, pues se fundaron los primeros bancos.
El sistema de poder genovés había generado poderosas familias que fueron una continua fuente de problemas internos. Andrea Doria quiso solucionarlo con un nuevo reparto de poder que derivó en 1551 en el diseño de las Strade Nuove, en las que se multiplicaron los palacios nobles. El sistema del Rolli degli alloggiamenti pubblici fue ideado unos años después, en 1576, cuando se publicó la primera lista oficial. Tamaño, belleza y relevancia eran las tres variables que repartían los Rolli en tres categorías diferentes para adjudicarlos a los visitantes según su posición. Hasta el siglo XVIII se publicaron varias listas en las que son nombrados cerca de 200 palacios. Sus dueños estaban obligados a figurar, algo que por otro lado impulsaba su reputación. España fue origen y fin del cénit genovés. Las crisis agotaron económicamente la ciudad y esta alianza fue la excusa para que Francia atacara en 1684. Fue el inicio de un declive solo parcialmente resuelto con la industrialización en el siglo XIX de una histórica actividad genovesa, los astilleros.
Tres son las Strade Nuove al norte del centro medieval. La primera, vía Garibaldi, fue diseñada por Galeazzo Alessi. Su continuación por Cairoli y Balbi es posterior, según se fue necesitando espacio para más palacios. En perpendicular, la vía Lomellini y su continuación por San Luca fueron renovadas para alojar otros. La principal característica de todas es su anchura, más del doble de lo habitual en el centro medieval, trazada por los famosos caruggi, estrechos callejones sin apenas luz. Por su época, los palacios son renacentistas o barrocos y muchos de los 42 representantes comparten diseño: tres o cuatro plantas, un gran hall y escalera para recibir visitantes y logias que miran a pequeños jardines. Los interiores eran profusamente decorados con frescos y estucos. Los principales palacios están en vía Garibaldi, con ejemplos como Bianco, Rosso o Doria-Tursi. En vía Balbi está el más barroco Palazzo Reale, denominado así tras su venta a los Saboya.
Génova no tiene el turismo de otras ciudades italianas, en parte porque no es obvio llegar debido a su accidentado terreno. Podemos ahorrarnos la compleja autopista si llegamos al aeropuerto. Tampoco ayuda el aire industrial y decadente, aunque el centro es muy paseable gracias a la ausencia de coches. Merecen la pena la catedral, el faro y símbolo local Lanterna y el barrio de pescadores Boccadasse. En cuanto a los palacios, solo paseando las Strade Nuove y asomando al interior podremos apreciar muchos, aunque merece la pena entrar a varios que están abiertos al público reconvertidos en museos. Hay también tours organizados y una vista imprescindible desde Spianata Castelletto, justo encima de Garibaldi. La gastronomía genovesa es una de las más sencillas y valoradas de Italia. Destaca su famosa salsa pesto y la focaccia.
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