Historia y escenario
La península sorrentina divide en dos golfos la costa de la región italiana de Campania: Nápoles y Salerno. Está vertebrada por los montes Lattari, que dominan el paisaje al nacer en la misma costa y formar un acantilado continuo sin apenas espacio para playas. Lo accidentado del terreno no ha evitado su ocupación. Es la famosa y turística Costa Amalfitana, que lleva siglos atrayendo visitantes por su combinación de impenetrable paisaje y pueblos colgados. Serpenteando por la dramática Strada Statale 163 apreciaremos el duro trabajo agrícola, que solo pudo desarrollarse mediante el terraceo de toda la costa, y atravesar icónicos pueblos como Positano y Amalfi. El segundo no solo da nombre a la región, sino que recuerda un pasado menos turístico y más histórico. Pese a las dificultades, en la Edad Media Amalfi encabezó su costa para ponerse a la altura de Pisa, Génova y Venecia. El tiempo la diluyó frente a sus rivales, pero no eliminó uno de los paisajes mediterráneos más excepcionales.
Se han encontrado restos paleolíticos en la Costa Amalfitana, que con los romanos vio cómo se levantaban las primeras villas. La orografía previno su ocupación efectiva hasta la Edad Media, cuando las invasiones bárbaras la convirtieron en refugio. Amalfi nace en esta inestable época mirando al mar. Pertenece desde el siglo VII al ducado de Nápoles, lo que no evita unos ataques lombardos tras los cuales Amalfi se declara independiente, situación que refrenda en el 958 con su ducado. Es el cénit de la Costa Amalfitana, cuando se expande por su costa y comercia aprovechando la debilidad del imperio bizantino. Oriente fue muy influyente en esta época para Amalfi, cuyo diseño urbano, artesanía y relaciones culturales quedan marcados por el mundo musulmán. En el siglo XI, las cosas se complicaron. La riqueza y el pequeño tamaño de Amalfi la hicieron presa deseable para sus vecinos, especialmente los sicilianos. Fue sin embargo Pisa quien le dio la puntilla en 1137 con un terrible saqueo que puso fin al ducado.
Por si fuera poco, en 1343 un tsunami arrasó la disminuida Costa Amalfitana, que tras su época de esplendor se recluyó en sí misma. Aunque el Mediterráneo siguiera rigiéndose por las Tavole amalfitane, primer código marítimo para una navegación segura, la costa no tenía relevancia más allá de Nápoles. Allí comerciaban con sus productos agrícolas cultivados en unas terrazas reforzadas con piedra seca, especialmente sus famosos limones, aceite de oliva o vino. También con los productos ganaderos del interior, a cuyas praderas se llegaba por la red de caminos mulattiere. Conectaban la costa con el interior, pero el mar seguía siendo referencia. En paralelo a este se tendió en el siglo XIX la famosa carretera que unió pueblos y lugares como Positano, Amalfi, Maiori, Praiano, el fiordo de Furore, la Gruta de la Esmeralda, etc. Otros necesitaban un desvío al estar más elevados. Es el caso de Ravello, cuyas románticas villas de Combrone y Rufolo ofrecen espectaculares vistas.
Tener una larga historia permite a la Costa Amalfitana albergar una buena colección de arte principalmente medieval. Sobre el resto destaca la catedral de Amalfi, dedicada a San Andrés tras traer sus reliquias en la Cuarta Cruzada. Era el siglo XII y el templo tuvo una remodelación de tantas. El siguiente siglo se levantó el campanario y se abrió espacio para el claustro del Paraíso, ambos en estilo árabe-normando. Posterior es la fachada, cuyo mosaico es del XIX. El campanario tiene cerámica mayólica, como la iglesia de Santa María en Positano. Es muy posterior, pues se reconstruyó en el XVIII en barroco sobre las ruinas de un monasterio anterior. Positano nunca pasó de ser un puerto más durante la Edad Media, pero en los años 50 del siglo XX empezó a atraer turismo por sus villas colgadas en una de las vistas más dramáticas. Otros templos religiosos son San Salvatore de’ Birecto en Atrani o la catedral de Ravello.
Lo primero a tener en cuenta en la excepcionalmente concurrida Costa Amalfitana es evitar el verano. Las playas no son excepcionales y no justifican venir en una época de altos precios y carretera continuamente atascada. Esta carretera es la ineludible arteria principal para visitar la costa, pero podemos evitar conducir por ella gracias a los numerosos autobuses. Para llegar tenemos varias opciones: ferris desde Nápoles, Capri o Salerno, tren hasta Sorrento y luego autobús o directamente por carretera. Por nuestra cuenta podemos atravesar los montes Lattari y entrar por Ravello, pero tendremos un problema con el aparcamiento, especialmente en verano. El alojamiento consiste en lujosas villas a diferentes alturas con excepcionales vistas o los pueblos. Además de visitar estos hay rutas de trekking. Todo lo relacionado con los limones es susceptible de hacerse souvenir, por encima del resto el licor limoncello. Gastronómicamente son típicas las anchoas, la salsa colatura di alici y el queso ricotta.
Fotos: Patrick S. / BIG ALBERT
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