Cénit portugués
Dos Juanes fueron los contendientes de una de las batallas medievales más históricas de la península ibérica. Por entonces, lo habitual era luchar con los musulmanes, pero en 1383 se inició una crisis que entretuvo al frente cristiano. El rey portugués Fernando murió sin descendencia, algo que Castilla quiso aprovechar. La nobleza y la burguesía mercantil lisboeta apoyaron a la casa Avís, que presentó a su Juan para confrontar al tocayo castellano. El conflicto tuvo además resonancia continental, pues Inglaterra apoyó al Juan portugués y Francia e Italia al castellano. El 14 de agosto de 1385 se disputó entre Leiria y Alcobaça la batalla de Aljubarrota. Replicando lo ocurrido en otras batallas entre ingleses y franceses, la táctica de los primeros se mostró ganadora dando la victoria a Portugal en lo que allí se considera un momento fundacional del estado moderno. Confirmada su posición como Juan I de Portugal, el rey celebró la victoria con el monasterio de Santa María o Batalha, construido muy cerca. Erigió un templo que resume arquitectónicamente la era dorada portuguesa.
La dinastía Avís, también conocida como juanina, inicio este cénit que llegó hasta 1580, cuando nuevos problemas sucesorios volvieron a dejar vacante la plaza. En dos siglos, Portugal se había convertido en potencia mundial gracias a sus navegantes. Además de Juan, dos fueron los reyes fundamentales: Alfonso V conquistador del norte de África y Manuel I, con quien Portugal consiguió su techo política y artísticamente. Suyo fue el estilo que marcó al imperio y protagoniza la segunda fase constructiva de Batalha, extendida hasta 1517, aunque realmente nunca se llegó a terminar. La construcción había empezado más de un siglo antes, en 1386, tan solo un año después de Aljubarrota. Acompañó así a la dinastía, aunque en realidad lo principal se finalizó con Juan I. En tan largo tiempo hubo espacio para que participaran unos quince maestros distintos, lo que aporta a Batalha su característico eclecticismo.
El primer maestro fue Afonso Domingues, que se inspiró en las catedrales de los aliados portugueses, los ingleses, con su gótico radiante. El segundo, Huguet, estuvo 36 años al frente y le imprimió su estilo más identificativo, el gótico flamígero. Durante su trabajo aconteció la muerte de Juan I en 1433, cuya tumba se encuentra junto a la de su familia en la capilla del fundador. No obstante, Batalha no se consolidó como capilla real. Con Huguet, la nave cambió sus proporciones para hacerse más vertical llevando la altura de la nave principal por encima de los 32 metros, diez más que su anchura. Otra figura clave fue Mateus Fernandes, que junto a Diogo de Boitaca fue el responsable de las icónicas capillas inacabadas. Su nombre refleja su estado, pues según orden real los esfuerzos se centraron en el monasterio de los Jerónimos. En Batalha solo hubo algún añadido renacentista posterior de João de Castilho. El monasterio pasó su peor época en el XIX, cuando el saqueo de tropas napoleónicas y la dejadez tras la desamortización amenazaron su ruina. Fernando II ordenó su restauración, pero como símbolo nacional y no religioso. De entonces viene el nombre actual en vez de Santa María.
El plano de Batalha refleja la complejidad de tan larga construcción. Situados frente a la fachada principal en gótico flamígero, en el oeste, tenemos a la izquierda la sección del monasterio con dos claustros y la sala capitular en el de Juan, mientras que a la derecha sobresale la capilla del fundador, de planta cuadrada, pero prolongación octogonal. Al entrar en la nave, dentro de la austeridad destacan las vidrieras, seguramente las primeras instaladas en un gran templo portugués. Como queriendo simbolizar la alianza de Portugal con Inglaterra, en la capilla del fundador, en la que descansan el rey Juan y su esposa de la casa inglesa Lancaster, se mezcla el gótico perpendicular inglés. El otro centro de atención está tras el coro de la nave principal, donde están las capillas inacabadas, de planta octogonal sin techo y fino trabajo escultórico al más puro estilo manuelino. Los dos estilos dominantes se citan en el claustro principal, con pasillos góticos y arcos manuelinos.
Batalha es un pequeño municipio sin mucho interés más allá de su monasterio, por lo que es mejor idea hacer noche en la atractiva Leiria, a solo quince minutos en autobús o coche. La entrada al templo es gratuita, pero no así a las capillas inacabadas, fundador y claustro. En total nos llevarán poco más de una hora. Podemos comprar la entrada simple o conjunta a Alcobaça y Tomar. Existen opciones de visitas guiadas temáticas. En la sala capitular está la tumba al soldado desconocido protegida por una guardia que periódicamente hace cambios a los que se puede asistir. Podemos complementar la visita yendo al Centro de Interpretação da Batalha de Aljubarrota, donde aprenderemos del contexto que llevó a la construcción del templo.
Fotos: Gerd Eichmann / Guillén Pérez
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