Caridad temprana
El Estado del Bienestar como lo conocemos tomó forma tras la II Guerra Mundial, pero su diseño empezó antes. Durante el siglo XIX, sus promotores fueron los partidos conservadores, temerosos de cambios sociales más radicales. Tenían una fuerte base ideológica religiosa y caritativa, que durante siglos y salvo excepciones fue la única forma de dispensar ciertos servicios a pobres, ancianos, impedidos o huérfanos. Un ejemplo contundente de esta relación entre religión y caridad lo tenemos en la Guadalajara mexicana, donde el obispado decidió levantar Hospicio Cabañas. Construido a comienzos del siglo XIX, este enorme complejo de estilo neoclásico bajo un diseño puramente funcional fue único en su tiempo. Al contrario que Los Inválidos parisino, Hospicio Cabañas no hacía distinciones entre los necesitados. El punto central del complejo era la capilla. Además de su arquitectura, en el siglo XX el muralista José Clemente Orozco dejó aquí una de sus principales obras.
Guadalajara, segunda ciudad mexicana por población, fue fundada en 1532, pero cambió de localización hasta cinco veces en sus primeros años. Tampoco el nuevo lugar era idóneo, como se demostró a finales del siglo XVIII. Sequías, riadas y heladas dañaron gravemente las cosechas y el hambre asoló Guadalajara. Entonces, el obispo Fray Antonio Alcalde decidió iniciar el proyecto de Hospicio Cabañas. Este nombre lo recibió tiempo después por su verdadero impulsor, su sucesor Juan Ruiz de Cabañas. Él lo llamó Casa de la Misericordia en su petición a la Corona Española y señaló el lugar ideal para su construcción, una zona fuera de la ciudad con disponibilidad de agua. La Corona se retrasó siete años, pero finalmente lo autorizó en 1803. El objetivo principal fueron los huérfanos, pero Hospicio Cabañas se ideó también para el resto de personas con dificultades. El diseño quedó en manos de Manuel Tolsá, conocido de Cabañas y muy reputado. Tolsá, no obstante, dejó el proyecto en manos de un pupilo que lo ejecutó gracias a donaciones particulares hasta 1810.
Entonces llegó la guerra de independencia mexicana. Las estancias fueron utilizadas como barracones militares. Al acabar la guerra, además, el obispo Cabañas murió. El gobernador del estado promovió retomar rápidamente las obras, aunque hubo que esperar a 1828. Nuevos conflictos internos y una violenta tormenta, que tiró abajo la cúpula de la capilla, retrasaron la finalización. La inauguración se celebró décadas después al pasar la titularidad a las hermanas de la caridad. Se inició la etapa más intensa en Hospicio Cabañas, que llegó a superar los 600 huéspedes. En los años 30 del siglo XX, el centro se había ganado el cariño de Guadalajara, así que cuando el ayuntamiento pidió al muralista Orozco que realizara varios trabajos en la ciudad, Hospicio Cabañas formó parte. Su obra es un bello ejemplo del muralismo mexicano, movimiento artístico nacional con carácter multiétnico. En 1980, el gobierno de Jalisco cesó las funciones originales de Hospicio Cabañas por un centro más moderno. Tras restaurarlo, lo convirtió en un centro de arte y exposiciones.
Hospicio Cabañas ocupa una amplia parcela rectangular de 164×145 metros. Se decidió apostar por la horizontalidad para la gente de movilidad reducida, así que el complejo tiene un piso salvo la cocina y la capilla. Esta supera los 32 metros en su imponente y original cúpula. Situada en el centro, a su alrededor se distribuyen 23 patios de diferentes medidas. Todos comparten la presencia de arcadas para permitir el movimiento en el complejo sin salir al exterior. También permiten la entrada de luz a las numerosas estancias diseñadas modularmente para adaptarse a distintas necesidades. El estilo del complejo es mayormente austero y neoclásico, sin grandes adornos en consonancia con su misión. La excepción la suponen los murales de Orozco, una muestra de arte en la que se conjugan tanto escenas indígenas propias de México como la evangelización traída por los colonos y la sumisión del hombre a las máquinas en El hombre en Llamas.
Guadalajara, con un área metropolitana de cinco millones de personas, tiene un aeropuerto muy frecuentado. Pese a ello, el centro histórico es compacto y se puede visitar paseando. Como en muchas ciudades coloniales, en la plaza de armas se juntan varios de los principales edificios como la catedral. Unos diez minutos andando al este se encuentra Hospicio Cabañas, hoy renombrado como Instituto Cultural Cabañas. La entrada da derecho a un tour guiado que merece la pena, especialmente para interpretar los frescos de Orozco. Luego podemos acercarnos al Mercado Libertad, el más grande techado en todo Latinoamérica. Es típico llevarse artesanía hecha con barro. Guadalajara es hogar de los mariachi y el mejor punto para verlos es la plaza que lleva su nombre. La gastronomía de Guadalajara es muy rica y tiene en las tortas ahogadas su principal plato. Es una especie de bocadillo de carnitas bañado en salsa de tomate y chile.
Fotos: Ted McGrath / Gildardo Sánchez
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