Colonos a la fuerza
Desde hace siglos, distintos sistemas punitivos han añadido un castigo extra a la privación de libertad: el trabajo forzoso. Visto como una manera de reducir los costes del preso y también como una reeducación del preso, el sistema triunfó en multitud de culturas. En la era colonial se añadió el traslado lejos del país de origen, cumpliendo así otro propósito más, el de colonizar nuevas tierras. Reino Unido fue especialmente activo en esta hoy repudiada práctica. Desde el siglo XVII envió presos a Norteamérica, pero, cuando EEUU se independizó, cambió de destino. Australia, tierra cartografiada en la segunda mitad del siglo XVIII y amenazada de colonización por Francia, fue la elegida. El 20 de enero de 1788 atracó en la bahía de Sidney el primer barco de la Primera Flota con el objetivo de fundar la primera colonia penal australiana. Hasta 1868, más de 150.000 personas llegaron así. Sus descendientes son uno de cada cinco australianos y ha dejado de ser un motivo de estigma social. Su recuerdo se distribuye entre Tasmania, Sidney, Norfolk y Australia Occidental.
En Australia, las intenciones de Reino Unido eran difícilmente disimulables. Nada invitaba a mudarse tan lejos a tierra ignota y las colonias penales fueron muy prácticas. No hay que imaginarse una colonia penal llena de presos peligrosos. La mayoría eran enviados por hurtos menores, deudas impagadas o motivos políticos. Otra razón práctica era aligerar las ciudades inglesas, con problemas de sobrepoblación, paro e higiene. Los convictos, incluidos mujeres y menores, cumplían sus penas y al acabar, extraordinariamente lejos de su origen, solían quedarse en Australia como personas libres. Poco después de la llegada de la Primera Flota, Reino Unido creó una segunda colonia en Norfolk, solitaria isla a 1.600 kilómetros de Sidney. Aquí, en la zona de Kingston y Arthur’s Vale, se levantó a comienzos del siglo XIX uno de los penales secundarios más duros. Secundario significaba que estaba destinado a presos que reincidían en Australia.
Entre las distintas etapas del penal de Norfolk se abrió una nueva colonia penal en Tasmania, entonces dependiente de Sidney. Port Arthur operó menos de medio siglo, pero la dureza y tamaño del complejo, que incluía un reformatorio para 3.500 niños desde los 9 años, lo hicieron famoso. Las mujeres tenían su principal sede en Cascades, una suerte de fábrica orientada a reformar mujeres de moral desviada a la norma. El trabajo era parte integral del sistema australiano. En Tasmania se abrieron unas minas de carbón explotadas por presos confinados, mientras que una forma más suave de confinamiento era trabajar en granjas privadas. La familia Archer obtuvo trabajo gratuito bajo esta modalidad en sus ranchos Brickendon y Woolmers, donde los presos vivían junto a los hacendados. En el norte de Tasmania está Darlington, donde los presos trabajaban en canteras o serrerías. En Darlington se mezclaban todo tipo de presos, incluyendo zonas de aislamiento.
El gobernador de Nueva Gales del Sur controlaba todas estas colonias desde su residencia de Parramatta, cerca de Sidney. Esta mansión histórica en estilo georgiano era también destino de presos de ambos sexos que servían al gobernador. Otros trabajos más duros contribuyeron a construir la actual ciudad. La isla Cockatoo albergó el primer gran puerto de Sidney con mano convicta y para ello levantaron otro penal. Otros eran destinados a la carretera Old Great North, un complicado proyecto en una zona accidentada y rocosa que fue completado por distintos grupos itinerantes. El destino de los presos era decidido en los barracones de Hyde Park, en el centro histórico. Además de ser una prisión municipal con capacidad para 1.400 presos, los recién llegados en barco eran traídos aquí su distribución. Algunos eran llevados muy lejos, a la nueva colonia de Australia Occidental, que empezó a poblarse en 1826. Inicialmente una comunidad totalmente libre, como Melbourne o Adelaida, la colonia de Fremantle solicitó presos para crecer. Así nació la prisión homónima en la década de 1850. Tras la era de las colonias penales siguió sirviendo como cárcel estatal hasta 1991.
Los once sitios que componen el patrimonio de presidios coloniales australianos están protegidos como sitios históricos y son visitables. Los más sencillos por la afluencia turística son los de Sidney, especialmente los barracones de Hyde Park, convertidos en un excelente y moderno museo sobre esta etapa histórica. Un poco más lejos queda la isla Cockatoo, accesible en ferri, y la casa del gobernador. El otro punto caliente es Port Arthur, una de las principales visitas turísticas de Tasmania. Con una costosa entrada se incluyen visitas guiadas y un pequeño paseo en barco en la bahía a la que mira el antiguo presidio. Norfolk y Fremantle quedan mucho más a desmano, pero sus sitios relacionados están también muy preparados para el turismo ofreciendo tours guiados, recomendables dado que todos los lugares tienen más historia que atractivo arquitectónico.
Fotos: Martybugs / Chris Fithall
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