Todas las Rusias
Tres estados modernos, Rusia, Bielorrusia y Ucrania, reclaman sus orígenes en el antiguo Rus de Kiev. Surgido en el siglo IX, fue la primera iniciativa para unificar las tribus eslávicas del valle del Dniéper. En pocas décadas, el Rus de Kiev controló las incursiones jázaras del este y se expandió hasta convertirse en una de las entidades políticas más extensas de Europa. Inevitablemente chocó con el poderoso vecino del sur, el imperio bizantino. Con el mar Negro como vaso comunicante, el Rus alternó saqueos con negocios. Los bizantinos acometieron el asunto sutilmente. Su principal arma fue el envío de misioneros. Aunque lentamente, pudieron aculturar al Rus de Kiev, especialmente cuando Vladimiro I se convirtió en el siglo X. Además de un acercamiento, esto supuso otro frente de rivalidad, esta vez arquitectónico. Se plasmó en el siglo XI con la construcción de la catedral de Santa Sofía. Junto a la laura de Kievo-Petchersk fueron los pilares de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Cuentan algunas crónicas que el regente Oleg capturó Kiev en el 882 y la convirtió en la capital del Rus que adoptó su nombre. Fundada probablemente en el siglo V, poco se sabe de la historia previa a este protagonismo que se materializó en una gran ciudad al cambiar el milenio. Fue el cénit del Rus y Kiev, que en el siglo XIII sufrió varios saqueos previos a su total destrucción a manos mongolas. Las ciudad continuó habitada y cambió de manos hasta finalmente caer bajo el zarato ruso en el siglo XVII. Con estos no recuperó rol político, pero se convirtió en un símbolo religioso por su pasado. No en vano, este había sido el escenario del nacimiento de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Gracias al río Dniéper, Kiev volvió a ganar protagonismo como centro industrial en el siglo XIX. Tras un complicado siglo XX con guerras y movimientos nacionalistas, Kiev se convirtió en la capital ucraniana en 1991.
Catedral y laura han soportado en lo posible los vaivenes históricos de Kiev. La primera fue fundada a comienzos del siglo XI, en tiempos de Yaroslav el Sabio, para convertirse en templo de referencia nacional con gran influencia artística y arquitectónica, además de mausoleo real. El declive del Rus y los ataques de Vladimir-Suzdal y los mongoles la dañaron. Peor fueron las tensiones religiosas con la católica Polonia en el siglo XVI, que la inutilizaron. En el siglo XVII fue reconstruida exteriormente en el característico barroco ucraniano que luce hoy, el mismo de los edificios que nacieron a su alrededor: campanario, puertas, posadas, seminario, etc. Afortunadamente se respetó el interior que hace de la catedral de Kiev un monumento único. Construida con su homónima de Estambul en mente y maestros bizantinos, tiene cinco naves, cinco ábsides y trece cúpulas, aunque ninguna del tamaño de la bizantina. Del siglo XI han sobrevivido valiosos mosaicos de gran variedad cromática y frescos recuperados en el siglo XIX.
Río abajo está la laura de Kievo-Petchersk o monasterio de las cuevas. Fue fundada, también en el siglo XI, por un monje llegado del monte Atos, Antonio, que eligió una cueva del monte Berestov para iniciar una comunidad que impulsó a Kiev espiritual y culturalmente. Fue convirtiéndose en un centro de peregrinaje gracias a las reliquias de los santos que custodia. El monasterio se divide en dos: el complejo de cuevas con celdas monásticas y capillas y los edificios exteriores. Entre los segundos hay representantes de distintas épocas, aunque el barroco ucraniano domina. Su principal edificio, la catedral, es una reconstrucción del edificio original del siglo XI totalmente destruido en la II Guerra Mundial. Del resto destacan el campanario, que con casi cien metros de altura fue el campanario exento más alto del mundo en su siglo XVIII, y la puerta de la iglesia de la Trinidad. Toda la laura está rodeada por murallas defensivas, aunque fuera de estas aún quedan monumentos como la iglesia del Salvador en Berestovo.
Kiev es una gran urbe de tres millones de habitantes y durísimos inviernos. Podemos dedicar un par de días moviéndonos en metro. Además de catedral y laura, merece la pena un paseo viendo monumentos como el palacio Mariyinsky y la puerta dorada, además de subir la cuesta de San Andrés para llegar al barrio Podil. En el centro está la catedral, que como su homónima de Estambul se ha reconvertido en museo. Es imprescindible ver su interior y aconsejable subir al campanario para ver las vistas. Para visitar la laura tenemos que tomar el metro y caminar unos minutos. Disfrutaremos de una experiencia con mucha carga de espiritualidad. Además de los edificios exteriores es imprescindible hacer un recorrido por las cuevas portando una vela. Seguramente veamos a gente orando ante las reliquias de los santos. El respeto tiene que ser máximo. De vuelta al centro podemos reponer fuerzas con sopa de remolacha borscht y el contundente pollo Kiev.
Fotos: Andrew Milligan / IanChristopherWeston
Comentarios recientes