Vino de la nada
Unos 1.350 kilómetros al oeste de Portugal continental aparece la primera de las Azores, archipiélago de nueve islas extendido en un arco de 600 kilómetros divididos en tres grupos. Como Madeira y Canarias, las Azores tienen reciente origen volcánico, contando la más antigua con ocho millones de años. Esta actividad, materializada en volcanes y terremotos, se debe a su ubicación sobre la triple unión tectónica entre las placas de Norteamérica, Eurasia y África. Han formado una meseta submarina que gracias a movimientos más violentos explica la orogenia actual. En el grupo central se encuentra la montaña más alta de todo el país: Ponta do Pico. Sus 2.351 metros, muchos más si contamos la parte sumergida, se elevan sobre la segunda isla más extensa de las Azores y la más joven, pues apenas cuenta con unos 300.000 años. Esta juventud es una de las claves para explicar uno de los paisajes vitícolas más especiales de Europa, el practicado en Pico desde el siglo XV.
Pico tiene forma alargada con 46 kilómetros de largo. La parte occidental está dominada por Ponta do Pico, mientras que la oriental tiene varios picos menores en Achada. Son cráteres y conos, algunos inundados, de tiempos geológicamente más activos. Sigue estándolo y prueba de ello fueron la formación de varios campos de lava hasta el siglo XVIII. El perfil de Pico es el más accidentado en Azores, pues la erosión apenas ha actuado. La costa es generalmente abrupta y sus rocosos acantilados, especialmente en el norte, elevan el interior formando una amplia meseta. Aunque el clima es tan benigno como en otras islas, Pico no ha sido sencilla de domar agrícolamente. La altitud media ha favorecido la conservación de los bosques de laurisilva en bastantes zonas, mientras que en el resto la ausencia de sustrato ha sido una constante complicada de solventar, siendo las vides una solución viable.
Seguramente por ello, Pico fue desde el comienzo una isla dependiente de la cercana Faial pese a su extensión. Sus primeros colonos apostaron por el trigo, pero las vides datan también del XV. Las órdenes religiosas y distribución latifundista impulsaron la producción. Con el tiempo, no obstante, estos latifundios se subdividieron en pequeñas parcelas denominadas currai. La producción tocó techo en el siglo XIX, cuando el vino de Faial, como se conocía por ser exportado desde la isla vecina, ganó fama en muchas cortes europeas. Una fatal plaga de filoxera que afectó a la uva verdelho de Pico frenó entonces la producción, que nunca remontó. Pico miró al mar y la pesca, durante una etapa de ballenas, se convirtió en la principal actividad económica. En los últimos años ha habido cierta recuperación de la actividad vitícola en Criação Velha, aparejada también al creciente turismo. En otras partes, sin embargo, la vegetación natural ha invadido los antiguos viñedos.
El paisaje vitícola de Pico comprende la franja costera occidental. Es un paisaje único con protagonismo de los currai alargados. Delimitados por muretes de piedra en seco, estos no solo protegen las vides del viento y agua marina, sino que sirven para que la planta se agarre y se aleje del suelo. Este no tiene sustrato, sino que es pura roca en cuyos recovecos los agricultores plantan la vid. A vista de pájaro, por tanto, los currais forman una red con miles de kilómetros de muretes. Con pequeñas aberturas en los extremos, la actividad aquí es completamente manual por pura exigencia del contexto. Las herramientas labriegas eran resguardadas en los centenares de pequeños refugios de piedra que siguen en pie. Distintos caminos perpendiculares conectan con el camino costero que llevaba la producción a bodegas, almacenes y puertos de Pico. De estos, el que ha conservado mejor las estructuras de la época moderna es Lajido, al norte de la capital Madalena. Aquí la arquitectura es una prolongación de los negros muretes basálticos, mientras que en otras partes de Pico es más habitual ver una capa blanca de enlucido que contrasta con el paisaje.
Pico tiene su propio aeropuerto conectado con Lisboa, aunque es habitual llegar en ferri desde Faial, cuya marina tiene fama internacional. Lo habitual es alojarse en Madalena, bien ubicada para el paisaje vitícola. A las afueras tenemos además el Museo de vino de Pico en un antiguo convento carmelita. Hacia el norte, la referencia es Lajido, que además de permitirnos pasear entra currais cuenta con un centro de interpretación. Hacia el sur de Madalena, la referencia vitícola es Criação Velha, donde es indispensable la ruta de senderismo entre viñedos de Trilha de Vinhas. Una actividad típica en la isla es el ascenso al Pico. Aunque no lo hagamos, subir parcialmente por sus faldas nos puede dar una mejor perspectiva. Pico es hoy una denominación de origen para este vino fortificado. Otro productos típicos en la isla son los higos y quesos.
Fotos: Manuel Silveira / Jean-Marie Prival
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