Los últimos zoroastrianos
Tras cuatro siglos y medio de gobiernos ajenos, en el siglo III el imperio persa aqueménida era solo un recuerdo en Fars, centro de su poder. Derrotados por Alejandro Magno, tras sus sucesores se alzaron los partos, que gobernaron Persia aun siendo considerados usurpadores. La historia estaba esperando una figura que pudiera revertir la situación. Fue Ardashir I, quien a la muerte de su padre y hermano se hizo con el gobierno local y empezó a expandirse. En el 224, la batalla de Hormizdagán enfrentó a Ardashir con los partos. Su victoria inició la última gran era premusulmana de Persia, el imperio sasánida. Ardashir y sus sucesores no olvidaron su región natal. Cerca de Firuzabad, Bishapur y Sarvestán dejaron buena muestra de su legado arquitectónico y urbanístico. Mezclando influencias persas con la de sus poderosos vecinos romanos dejaron ciudades, fortalezas, palacios y relieves conmemorativos. A su vez, la influencia sasánida fue clave en la arquitectura musulmana posterior.
Ardashir se preparó para su asalto en el valle del río Tang-i Ab, cerca de la moderna Firuzabad. Muchos siglos antes, la ciudad aqueménida Gor había sido anegada por Alejandro Magno. Tras su victoria, Ardashir drenó una amplia superficie fundando Khurreh. Ardashir y su hijo Shapur supusieron el primer cénit sasánida. Se expandieron especialmente a costa de la frontera este del imperio romano. La relación con estos y sus sucesores bizantinos fue una constante para los sasánidas. Alternando tiempos de paz y guerra, los territorios intermedios desde Armenia a Egipto cambiaron de manos hasta el siglo VII. Agotados por las guerras y sus exigencias económicas, los árabes se hicieron inesperadamente con el poderoso imperio sasánida en el 651. Aunque la religión oficial persa, el zoroastrismo, básicamente desapareció, la supremacía cultural sasánida se dejó notar. Siglos de centralismo gubernamental y patrocinio de artes y ciencias hicieron que el influjo sasánida se incorporara al acervo califal.
Los principales restos sasánidas están en Firuzabad. Al norte se encuentra Qaleh Dokhtar, fortaleza construida por Ardashir antes de derrotar a los partos. Desde su privilegiada posición con vistas al río, Ardashir se protegió en una especie de palacio fortificado en tres niveles que fijó las constantes de la arquitectura sasánida: amplias salas, arcos y cúpulas. Una segunda versión más amplia sin murallas fue construida unos kilómetros al sur tras la victoria ante Partia. Se situaba en las afueras de su gran capital Khurreh, de la cual conservamos su perfecto diseño circular de casi dos kilómetros de diámetro. Rodeada por un doble sistema de murallas y dividida por veinte radios prolongados más allá de la ciudad y calles concéntricas, en el centro se situaba el área administrativa. Aquí sobrevive parte del principal templo de fuego de Ardashir. En Firuzabad se encuentran también dos relieves de grandes dimensiones conmemorativos del reinado de Ardashir: la investidura por parte del dios creador zoroastriano y la victoria frente a los partos.
Pese a todas las obras de su padre, Shapur decidió crear su propia ciudad 150 kilómetros al noroeste, Bishapur. Protegida por un río, murallas y foso, como en Khurreh conservamos principalmente el diseño urbano. Aquí se basa en una cuadrícula rectangular. En su construcción se supone que se implicaron esclavos romanos que dejaron su sello en las decoraciones. Al haber sido superpuesta por construcciones musulmanas posteriores, los restos sasánidas son escasos, aunque los arqueólogos descubrieron trazas de un templo de fuego de enorme cúpula. Además de dos fuertes cercanos y los numerosos relieves en Tang-e Chogan, en una cueva cercana se conserva una curiosa estatua del rey esculpida directamente sobre una estalagmita de casi siete metros. La tercera ciudad con restos sasánidas es Sarvestán, cuyo palacio, quizá otro templo de fuego, se ha datado recientemente como una construcción de transición entre el periodo sasánida y el musulmán. Su diseño se basa en una gran cúpula central, dos pasillos columnados, un patio interior y dos iwan, componente que luego sería recurrente en la arquitectura musulmana.
Los restos sasánidas en Fars no son muy visitados por los extranjeros pese a su relativa cercanía a la turística Shiraz. Desde esta tenemos una hora a Sarvestán, menos visitada por el reducido tamaño del palacio, y un par a Firuzabad y Bishapur. No será complicado encontrar un conductor que nos lleve a cualquiera en excursiones de mañana o día completo. En Bishapur es muy recomendable visitar especialmente los relieves de Tang-e Chogan, la estatua de Shapur y el museo anexo a los restos, aunque muchos mosaicos y decoraciones están fuera de Irán. En Firuzabad se suelen visitar la fortaleza y el palacio, pues la antigua ciudad se ha convertido en campos de cultivo. Es mejor ir a la fortaleza cuando menos calor haya por la subida que implica. Si tenemos tiempo, merece la pena acercarse después al bello cañón natural de Hayghar, unos kilómetros al sur.
Fotos: Carole Raddato / Turpault
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