Reseteando la vida
Debatido término, un evento de extinción masiva se puede definir como un periodo de tiempo geológicamente corto, en torno a los dos millones de años, en los que desaparecen al menos tres cuartas partes de las especies. Las causas son muy diversas y tienen que ver con ciclos del planeta. Al menos en las cinco consensuadas, a falta de saber si nuestra especie está provocando la sexta. Ecológicamente son relevantes porque cambian radicalmente la biodiversidad del planeta, como sucedió en la última y más famosa, cuando los dinosaurios dejaron paso a los mamíferos. La más antigua, segunda en impacto, se denomina Ordovícico-Silúrico y tuvo lugar hace 440-450 millones de años. El planeta vivió una súbita glaciación para luego calentarse, procesos a los que solo se adaptaron un 15% de las especies marinas, entonces la inmensa mayoría. Sucedido por un periodo de explosión de biodiversidad, la extinción del Ordovícico-Silúrico se puede analizar en distintos puntos del planeta. Uno de los sitios privilegiados es Anticosti, entonces un mar tropical de escasa profundidad.
La extinción del Ordovícico-Silúrico separa dos eras muy diferentes. La previa era el Ordovícico, un periodo de tiempo en el que la Tierra presentaba un intenso efecto invernadero ocasionalmente alternado con glaciaciones. Había un gran continente, Gondwana, más otros menores y el nivel del agua permitía la proliferación de mares poco profundos en los que abundaban sencillos organismos marinos invertebrados que formaban depósitos de carbonato cálcico. La vida en la superficie apenas había empezado a tomar forma con plantas muy sencillas. Hace unos 460 millones, las condiciones cambiaron con la glaciación Andino-Sahariana. Los niveles del mar fluctuaron, así como la temperatura y otras condiciones. La limitada vida marina del Ordovícico se adaptó como pudo, pero salió muy afectada. Como en otras extinciones, le siguió un impulso en biodiversidad. El Silúrico fue la era en la que la fauna conquistó definitivamente el medio terrestre y aparecieron las plantas vasculares.
Mayor isla de Quebec, Anticosti está situada en el golfo de San Lorenzo y apenas viven 200 personas. La razón, clima aparte, es que sus 520 kilómetros de costa apenas dejan respiro: se alternan playas rocosas y acantilados. El interior, lleno de pequeños ríos como el Jupiter y el Vaurea, tiene dos zonas pantanosas de baja altitud y una meseta central a 300 metros con sus laderas de rocas expuestas. Anticosti fue descubierto por europeos en 1534 y su nombre es un mal deletreo de su nombre indígena, pueblos que solo utilizaban la isla para cazar. Ocupada intermitentemente, a finales del siglo XIX se fundó su único asentamiento y se introdujeron varios grupos de ciervos que con el tiempo se convirtieron en una plaga capaz de expulsar las poblaciones de osos. Ese mismo siglo llegaron los primeros geólogos a la isla, sorprendidos de la facilidad para encontrar fósiles. Aunque hubo investigaciones esporádicas a finales del siglo XX, no fue hasta el XXI cuando Anticosti ganó presencia en artículos científicos gracias al trabajo de Brian Chatterton y Rolf Ludvigsen. En los últimos tiempos ha sido relevante por contextualizar la extinción del Ordovícico-Silúrico.
Las capas de rocas sedimentarias de Anticosti, que alcanzan los 900 de grosor, nos brindan información geológica y paleontológica de la etapa en torno a esta extinción como ningún otro lugar en el planeta. Se han contabilizado cerca de 1.500 taxones diferentes que representan la vida previa y posterior al aproximadamente millón de años que los mares del planeta supusieron un reto para la viabilidad de la vida. Son organismos de tipo béntico y algas que habitaban el lecho marino, especies muy sencillas como quitinozoos, esponjas, estromatopóridos, corales, anélidos, braquiópodos, moluscos, briozoos, etc. Entre las especies destaca la presencia de uno de los fósiles más icónicos: los trilobites. Especialmente presentes en la etapa silúrica, los ejemplares de Anticosti tienen una variedad, tamaño y conservación sobresalientes, lo que hace que muchos aficionados los busquen aquí. Su presencia no es un problema, al menos de momento, para la conservación de la isla, siendo la erosión el principal factor de destrucción de fósiles.
Visitar Anticosti es un reto por sí mismo debido a lo complicado de sus corrientes marinas, que de hecho le dan fama como punto de naufragios históricos. Si no queremos el complicado traslado por mar, siempre podemos llegar por helicóptero. Port-Menier es la única localidad y alberga el interesante Centro de interpretación de la historia, cultura y paleontología de Anticosti. Desde aquí, una sencilla carretera atraviesa la isla y nos acerca a distintos puntos para hacer rutas de senderismo que suelen tener como objetivo alguna pequeña cascada. Otras actividades muy frecuentes en la isla son la caza de los abundantes ciervos y la pesca en sus ríos y lagos. La búsqueda de fósiles es también una actividad habitual que podemos contratar con alguna agencia especializada.
Fotos: Pierre Bertrand / Thosetimes
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