Curación en frasquitos
Cuenta una leyenda que un pastor del delta del Nilo tenía una oveja enferma. Esta, en las últimas, se tumbó agonizante en medio del desierto para levantarse a continuación milagrosamente repuesta. El pastor, anonadado, lo contó a sus allegados y empezaron a llegar personas con distintas dolencias. A falta de medicina moderna, el milagroso punto curativo se llenó de egipcios. Avisado del tema, el emperador romano Constantino I envió a su hija enferma. Esta no solo fue curada, sino que tuvo una aparición: el santo Menas de Alejandría le reveló que la cuestión de las curaciones era cosa suya y que tenía que encontrar su cuerpo, enterrado allí. Así lo hizo y, una vez logrado, las obras para un monasterio fueron la lógica continuación. En muy poco tiempo se levantó aquí una auténtica industria de la sanación taumatúrgica. Miles de peregrinos venían a curarse y se llevaban agua en un frasquito. Las excavaciones en Abu Mena lograron identificar el horno del que salían estos frascos con el sello del santo. Estos viajaron por medio mundo: desde Inglaterra a Eritrea y por todo el Mediterráneo se han encontrado en distintos sitios arqueológicos.
Todo parte por tanto con Menas, nacido sobre el año 285 cerca de Menfis. De padres cristianos e influyentes, Menas se alistó con quince años en el ejército romano en una milicia a cargo de Diocleciano. Se negó a matar a cristianos y se retiró del ejército. Ya celibe y asceta, en su retiro decidió añadir a su santo currículum el martirio: fue torturado por los romanos. En este punto arrancan leyendas que hablan de un cadáver incorruptible y dos camellos que, transportando al fallecido Menas, se negaron a pasar de un punto concreto del desierto egipcio más al sur del lago Mariout. En este punto fue enterrado Mena, pero a finales del siglo IV se había perdido su pista hasta la historia del pastor y su oveja. Es en este siglo en el que según los arqueólogos se levantó el primer edificio del monasterio de Abu Mena y empiezan a expandirse ampollas de terracota por medio mundo.
Unos años después, el emperador romano de oriente, Arcadio, tuvo que tomar decisiones cuando Abu Mena se había ido de las manos. El monasterio había sobrepasado con mucho su capacidad original y ordenó la primera de las ampliaciones que tuvo el sitio, convertido ya en una ciudad. Así se levantó la basílica que lleva su nombre, el edificio más esplendoroso de Abu Mena con sus 56 columnas de mármol. Abu Mena se convirtió en el lugar de peregrinaje preferido por los cristianos egipcios. Desgraciadamente, la historia tuvo un final abrupto cuando en el siglo VII los árabes destruyeron el lugar en su camino hacia Occidente. Una vez recuperado el lugar exacto de Abu Mena, ya en el siglo XX, el papa San Cirilo VI de Alejandría, que veneraba especialmente a Menas, ordenó levantar un nuevo templo en 1959. Cerca del Abu Mena original descansan hoy sus restos junto a los de Menas.
Las excavaciones tuvieron lugar entre 1905 y 1907, aunque posteriormente hubo más campañas. Lo que se descubrió puso en contexto la industria de la sanación que se montó temporalmente en Abu Mena. Además de la gran basílica, se encontró una iglesia con influencias bizantinas y unos baños destinados a hacer curaciones masivas. Excavaciones posteriores revelaron el tamaño del lugar al sacar a la luz dormitorios, centros de recepción, cisternas, la casa del abad, un baptisterio con restos de policromía y una prensa de vino. De todo esto quedan poco más que los cimientos: hay que adivinar más que ver. En los últimos años, proyectos para mejorar la irrigación en la zona han anegado las estancias subterráneas y han vuelto inestables los cimientos al humedecer el sustrato de barro.
Esta situación no se ha corregido en Abu Mena, a lo que no ayuda la casi total ausencia de turismo que hay aquí, pese a la cercanía de Alejandría. Está a 45 kilómetros de esta ciudad, una sombra de lo que fue, pero al fin y al cabo la segunda más poblada de Egipto. Alejandría sigue atrayendo al turismo, que a pesar de tener un aeropuerto suele llegar por tren o carretera desde El Cairo. Una vez en Alejandría, lo más sencillo es conseguir transporte privado para ir al monasterio moderno y al llegar probar suerte con gente local para llegar a las ruinas con guía incluido. Estas no tienen infraestructura alguna y se puede caminar entre ellas libremente. Si queremos llevar las cosas más atadas, otra opción es ponerse en contacto con la iglesia copta de Egipto para intentar concertar una visita guiada.
Fotos: Einsamer Schütze / isawnyu
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