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Aldeas antiguas del norte de Siria

Aldeas antiguas del norte de Siria

Alepo e Idlib (Siria)

Foto bizantina


En el mundo hay multitud de ciudades fantasma, asentamientos que bulleron de vida en su momento, pero fueron totalmente abandonados. Aunque por causas naturales o intervención humana estos abandonos son en algunos casos repentinos, en su mayoría son silenciosos y lentos. Cambios políticos o económicos son causas habituales, especialmente los segundos. Muchas ciudades nacen por puro oportunismo y terminan siendo abandonadas cuando las condiciones cambian. Así sucede en el macizo de piedra calcárea del norte de Siria. El sustrato de caliza no es precisamente idóneo para la agricultura, lo que previno la ocupación de amplias zonas durante la Antigüedad. La presión demográfica empujó a miles de campesinos que fundaron unos 700 asentamientos en poca extensión. Cuando esta presión demográfica cayó se inició una ola migratoria inversa a las zonas fértiles de los valles. En el siglo X, las aldeas habían sido totalmente abandonadas, pero su aislamiento previno su saqueo. Cuarenta de ellas, detenidas en el tiempo, son un catálogo de esta vida rural del primer milenio de nuestra era. 

Aldea antigua siria de Serjilla

El macizo calcáreo se extiende unos veinte kilómetros de ancho y 140 de largo divididos en tres zonas: San Simeón, Harim y Zāwiya. Se trata de zonas montañosas de baja altitud, siempre por debajo de los mil metros, y en general pendientes suaves. Sin embargo, salvo pastores estacionales, no fueron ocupadas hasta el siglo I. La presencia romana impulsó demográficamente la región y se fundaron modestos pueblos adaptando las prácticas romanas. Salvo en la época de transición de Roma a Bizancio, pueblos y campos se multiplicaron. Los habitantes, siriacos y griegos en origen, se especializaron en domar el complicado sustrato e hidrología para cultivar viñedos, olivos y frutales. Las modestas villas empezaron a crecer y levantaron grandes obras alimentadas por la llegada de ermitaños como San Simeón, que impulsó el cristianismo en torno al siglo IV. A finales del VI, la región registró un parón por la escasez y epidemias. Cuando llegaron los árabes, muchas aldeas habían sido abandonadas y con ellos la tendencia se reforzó. Salvo en época reciente, en mil años apenas ha habido intentos de repoblación.

Aunque el paso del tiempo ha hecho mella en las aldeas, muchas se han conservado de excepcional manera teniendo en cuenta el tiempo transcurrido. El principal secreto es el material utilizado. La misma piedra calcárea que dificultó la agricultura tiene una dureza extraordinaria. Como además la madera era escasa, la piedra dominó. Las ruinas son un cuadro de la vida en la transición entre la Antigüedad y Alta Edad Media, tanto en las construcciones civiles como religiosas, que vieron una transición del culto pagano caracterizado por templos en las cimas al cristianismo. Esta religión coincidió con el momento álgido de la región, en torno al siglo IV. Las viviendas ganaron calidad y decoración y se levantaron edificios comunes, grandes cisternas y todo lo relacionado con arquitectura religiosa: iglesias, conventos, baptisterios y monumentos funerarios. De la primera era, puramente romana, es interesante la división parcelaria utilizando piedras para marcar el reparto típicamente romano, especialmente entre las aldeas Rouweyha y Jerada.

Iglesia de San Simeón en el norte de Siria

Entre todos los monumentos cristianos sobresale la iglesia de San Simeón, localizada donde este asceta vivió muchos años sobre una columna de la que permanece la base. Construido en un breve periodo de tiempo del siglo V, este enorme complejo monástico influido por la arquitectura romana tiene un diseño cruciforme basado en cuatro basílicas. Su estado de conservación era bueno hasta la Guerra Siria, como el de la visual basílica de Kharab Shams. Camino de Idlib están las aldeas de las montañas Harim. Son numerosas, aunque de reducido tamaño. El monumento más relevante aquí es la basílica Qalb Loze, típica del siglo V. Pasado Idlib llegamos al tercer y último núcleo de aldeas en el monte Zāwiya, en su día la zona más fértil y densa. Aquí está Serjilla, una completa aldea que ha preservado excepcionalmente restos bizantinos, incluidos baños públicos. Muy cerca está Bara, la más extensa y caracterizada por sus tumbas piramidales. 

Hasta que llegó la guerra siria, el turismo de las aldeas estaba por desarrollar. Solo el complejo monástico de San Simeón recibía regularmente turistas, en buena parte gracias a la cercanía a Alepo, que permitía una visita en taxi. Serjilla y Bara, combinadas, hacían otra buena excursión, aunque un poco más lejos. No es el turismo lo que preocupa hoy a las aldeas, sino la guerra. Esta ha afectado de un modo diferente a otro patrimonio sirio, pues la principal preocupación ha sido la llegada de refugiados de Alepo y otras ciudades. Los refugiados han adaptado las aldeas a sus necesidades levantando caminos, muros, etc. Poco más se sabe del estado concreto de las aldeas, que tendrán que esperar turno en la reconstrucción siria junto al monasterio de San Simeón.

Fotos: Alper Çuğun / Bernard Gagnon

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