A salvo de las megalópolis
Desde Rio Grande do Norte a Rio Grande do Sul, el bioma predominante en la costa este brasileña es el bosque atlántico o mata atlântica. La vegetación selvática asociada a su latitud y clima alcanza el interior hasta lugares como Iguazú. A poco que se sepa de geografía brasileña, salta a la vista que este territorio es de largo el más poblado del país, empezando por la megalópolis formada por Sao Paulo y Rio de Janeiro. Esta presión poblacional ha sido tremendamente dañina para el bosque atlántico, del que queda menos del 10% que cuando llegaron los primeros colonos. Estamos ante una de las regiones ecológicas más amenazadas del mundo. La protección actual se reparte en multitud de áreas protegidas de distinta gestión y nivel de protección que forman islas entre sí, lo que aumenta la dificultad para la fauna. 25 de estos Parques entre las ciudades de Sao Paulo y Curitiba forman uno de los puntos de biodiversidad más relevantes del bosque atlántico y cubren sus distintos hábitats.
Porque hábitats hay muchos en el Bosque Atlántico. Desde el mar hasta la montaña comenzamos con zonas pantanosas en el sistema de lagunas de Iguape-Cananéira-Paranagua, donde también hay islas costeras y playas con dunas. Seguimos con formaciones montañosas que según nos alejamos del litoral van creciendo y forman la Serra do Mar. Esta antiquísima formación supone una barrera de cien kilómetros de ancho entre el litoral y la llanura de Planalto. Aunque muy al interior la cadena puede alcanzar los 3.000 metros, en las zonas cercanas al litoral estamos en torno a los 1.500 metros. Además, esta cadena tiene tramos kársticos que añaden belleza al paisaje gracias a picos de extrañas formas. La altitud genera distinta vegetación, subtropical en todo caso. En la zona más protegida, el río Ribeira de Iguape y sus afluentes forman el eje que nos lleva de las montañas hasta el estuario, pasando por cascadas como Pitu o Rio das Minas.
Los Parques del Bosque Atlántico forman un conjunto fundamental para la protección de multitud de especies que se han quedado sin más hábitat. Son muy valiosas porque el endemismo es muy alto aquí. Este territorio quedó aislado en la última glaciación, lo que favoreció la evolución dispar de especies con parientes cercanos en otras partes de América. Así, en flora tenemos un 70% de árboles endémicos. La variedad arbórea es extraordinaria y en una hectárea podemos encontrar 450 especies distintas, más que en el mismo Amazonas, gracias a las distintas altitudes. Entre los mamíferos, el endemismo es de un 40%, pero si hablamos de primates la cifra hay que elevarla a un sorprendente 85%. Hay 120 especies distintas de ellos y muchas están amenazadas. El más representativo es el mono araña lanudo o muriquí, pero también el mono aullador marrón del norte o el tití león de cara negra, que fue descubierto no hace mucho. Además, podremos ver jaguares, ocelotes, nutrias de la plata y más de 350 aves.
Los 25 Parques del Bosque Atlántico se dividen en dos áreas bien diferenciadas: la zona del alto Ribeira de Iguape y la zona del complejo de lagunas de Iguape. La primera es representativa del ecosistema más montañoso y es el hábitat preferido del muriquí. En esta zona hay más de 300 cuevas kársticas que dan cobijo a distinta fauna, especialmente a más de veinte especies de murciélagos. La más conocida de todas queda un poco más al sur: la cueva del Diablo. En la zona están Parques tan relevantes como el Carlos Botelho o Intervales. La segunda zona es el estuario del río, que forma multitud de lagunas de agua dulce o salada e islas de playas paradisíacas. Algunas de estas islas son pantanosas, como la de Superagui, mientras que otras presentan un macizco granítico, como la de Cardoso. Toda esta zona atrae a miles de aves migratorias que se toman un descanso en los pantanos, además de especies acuáticas como delfines.
La carretera 116 entre Sao Paulo y Curitica se sitúa entre medias de ambas zonas protegidas y por tanto es la arteria necesaria para llegar a cualquier punto del Bosque Atlántico. Para el interior, la localidad de referencia es Iporanga, en el corazón del alto de Ribeira, aunque también hay alojamientos rurales dentro de los mismos Parques y varios centros de visitantes. En esta zona, la actividad principal es senderismo guiado por la selva, a veces incluyendo un poco de espeleología. La zona de las lagunas tiene más turismo; tanto, que es uno de los factores de presión del hábitat. La fracturación de las zonas protegidas hace que varias localidades y zonas hoteleras suministren todo este territorio, que atrae a multitud de paulistas por sus playas. Para llegar a ellas, la localidad idónea es Iguape, en la isla Comprida. Cananeia ofrece un turismo más variado, desde excursiones en 4×4 por los Parques a pequeños cruceros para visitar las marismas.
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