Espíritu portugués
Vímara Peres y Afonso Henriques son dos nombres propios de la identidad nacional portuguesa. El primero era un noble asturiano que, tras encargarse de conquistar para el cristianismo territorios al noroeste de la península ibérica, fundó el condado de Portugal en el siglo IX. Tres después, este se ganó su independencia tras la batalla de São Mamede, en la que Afonso venció al Reino de León. Ambos hechos históricos tienen en común la ciudad de Guimaraes. Vímara Peres se supone que está en la raíz semántica de una ciudad escenario de la batalla que aceleró la independencia. Simbólica desde entonces para el país, quizá por ello su arquitectura siempre ha tenido un especial respeto con la tradición. Aunque la ciudad evolucionó desde el trazado urbano medieval, desde el siglo XVI su arquitectura ha mantenido una valiosa fidelidad a los materiales, estilos y técnicas tradicionales. Un ejemplo es la arquitectura vernácula de madera que Guimaraes exportó a África y América cuando Portugal inició sus viajes oceánicos.
Aunque se adjudica a Vímara Peres la fundación de Guimaraes en el siglo IX, el desarrollo urbano real arranca el siglo siguiente a partir de dos polos de atracción: el castillo en la parte alta y el monasterio en la baja. Entre ambos, la Rua de Santa Maria vertebra un centro urbano típicamente medieval que no terminó de definirse hasta el siglo XIII, cuando se unieron ambos polos. En una céntrica e influyente localización, Guimaraes se convirtió inmediatamente en la capital del joven condado portugués. Paradójicamente, la independencia portuguesa fue un paso atrás para Guimaraes, pues la capital se trasladó a Coimbra. No obstante, el monasterio siguió teniendo consideración real, además de ser paso obligado en el Camino de Santiago. En la era de los navegantes, Guimaraes cambió su rol al especializarse en la manufactura de distintos bienes: metales, joyas y especialmente pieles. Sus lazos artesanos con las colonias fueron más allá con la exportación de un tipo de construcción local, taipa de rodízio. Con base de granito, en el piso superior se utiliza un entramado de madera con ladrillos de adobe.
En el siglo XIX se popularizó el otro tipo de construcción local, taipa de fasquio, completamente de madera. Por esta época, Guimaraes tenía ya el actual aspecto urbano tras la demolición progresiva de las murallas medievales, que hacía mucho se habían superado por el crecimiento poblacional. Pese a ello y su rol industrial, el centro histórico ha sabido conservar su colección arquitectónica acumulada desde el siglo XVI. De esta época datan las casas nobles más antiguas, que para diferenciarse de las sencillas construcciones en taipa de rodízio están construidas totalmente en piedra. Las posteriores fueron incorporando elementos muy identificativos de la arquitectura portuguesa: arcadas en el piso inferior, piedra en sillería y ventanas y balcones muy característicos. Otro rasgo muy visible de la arquitectura portuguesa, los azulejos en las fachadas, son decoraciones que se pusieron de moda en Guimaraes en las reformas del siglo XX. El siglo XVII conserva los principales ejemplos palaciegos y edificios religiosos barrocos. De esta época, el mejor ejemplo arquitectónico es sin duda el ayuntamiento.
El ayuntamiento comparte plaza con un arco gótico conmemorativo y la iglesia de Nuestra Señora de Oliveira, testigo del antiguo monasterio que fijaba el polo sur de Guimaraes. El actual templo fue completamente remodelado en gótico y tiene añadidos posteriores. Unos 600 metros al norte está el castillo medieval, cuyo aspecto actual data del siglo XII tras las restauraciones contemporáneas. Su remodelación aquel siglo fue ordenada por Afonso I tras conseguir la independencia. Justo a su lado hay una sencilla iglesia románica, San Miguel del Castillo, y un poco más abajo se encuentra uno de los edificios más icónicos de Guimaraes, el palacio de los duques de Bragança. Esta relevante casa nobiliaria de la historia portuguesa lo levantó en estilo tardomedieval en el siglo XIV. Parasitado y expoliado continuamente desde el XVII, la imagen actual se la debemos a una imaginativa reconstrucción del siglo XX.
Guimaraes es una ciudad mediana que recibe moderadas cantidades de turismo en verano. Es muy fácilmente accesible desde Oporto o Braga, a menos de una hora de ambas por carretera y tren. Es buena idea empezar subiendo al teleférico de Penha para contemplar las vistas de la ciudad. Por lo demás, la ciudad es muy compacta y la podemos recorrer en un día incluyendo visitas al castillo y el palacio de los Bragança. Guimaraes cuenta con muchas fiestas populares entre las que destacan las Festas Nicolinas, organizadas por los estudiantes durante el otoño. Entre la gastronomía, la ciudad es famosa por su pastel de carne, pero especialmente por sus dulces, herencia de los numerosos conventos que ha alojado. Son típicas las tortas de Guimaraes y el tocino de cielo.
Fotos: simplethrill / Marco Aldeia
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