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Centro histórico de Vilna

Centro histórico de Vilna

Vilna (Lituania)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 19 10, 2021
  • Category:

Buscando su espacio


El Gran Ducado de Lituania fue uno de los protagonistas más longevos de la política europea durante la Edad Media y Moderna. Aunque la construcción nacional comienza antes, se considera el ascenso al poder de Mindaugas en 1253 como fundacional del Gran Ducado, mientras que la invasión rusa de 1792 inició un proceso de disolución rematado con el reparto de los territorios lituanos. Más de medio milenio de historia ofrece todo tipo de momentos, siendo imprescindibles la victoria frente a los caballeros teutónicos, la conversión al catolicismo y la longeva relación con Polonia, con quien formó una mancomunidad orientada a defenderse de los poderosos vecinos de ambos. Los dos últimos siglos de Lituania han sido especialmente agitados, con múltiples incidentes durante las ocupaciones rusa, polaca y alemana. Quien más lo ha notado es su capital histórica, Vilna, que pese a su parcial destrucción conserva su centro histórico medieval con monumentos de todas las épocas del Gran Ducado.

Vista de Vilna

Vilna se asienta en la confluencia de los ríos Neris y su pequeño afluente Vilnia, del que recibe el nombre. Algunos historiadores identifican la ciudad con la mítica Voruta, pero la primera mención expresa llega con Gediminas en el siglo XIV, cuando se construye el primer castillo sobre la colina que domina la ciudad. Vilna tomó entonces forma con la conversión al catolicismo, la primera catedral y especialmente con la llegada de mercaderes y artesanos rutenios, alemanes y judíos. Esta etnia, en concreto, llegó a tener un gran peso en la historia local hasta la II Guerra Mundial, suponiendo en algún momento cerca del 50% de la población. El influjo polaco se intensificó con la creación de la mancomunidad y figuras como Segismundo II, que en el siglo XVI fue rey polaco y gran duque lituano. Tras repeler ataques teutones y tártaros, el cénit de Vilna llegó entonces con la creación de instituciones como la prestigiosa universidad local. Hubo nuevas oleadas de inmigrantes que añadieron riqueza a Vilna, pero también asedios.

Tras el reparto de Lituania, Vilna quedó en manos de Rusia, cuya primera medida fue derribar las murallas. Sobrevivió la puerta del Amanecer, de comienzos del siglo XVI. Además de defensiva, las puertas de Vilna incluían una capilla para que los santos guardaran la ciudad. La Virgen de esta puerta tiene hoy uno de los cultos más intensos. No solo las murallas sufrieron en la nueva etapa local: la universidad fue intermitentemente cerrada por movimientos insurgentes, los lituanos reducidos a minoría durante el gobierno polaco y muchos edificios históricos fueron derribados. El complejo del castillo de Vilna, justo en la confluencia de los dos ríos, había sufrido un paulatino deterioro con los ataques teutones, el ataque ruso de 1655 y el desmantelamiento soviético. En el siglo XX se restauró profusamente la denominada torre de Gediminas, de tres pisos en ladrillo, que hoy está considerada un símbolo no solo de Vilna, sino del país.

Calle Pilies en Vilna con la Torre Gediminas al fondo

Desde el castillo, Vilna se desplegó siguiendo un patrón radial que llegaba hasta las murallas, siendo el desordenado diseño urbano típicamente medieval. El carácter multicultural influyó en Vilna, que fue recibiendo distintos estilos, a veces superpuestos en el mismo edificio. No obstante destaca el barroco, que tuvo su propia escuela local. A los pies de la colina con los restos del castillo se encuentran el palacio reconstruido de los duques de Lituania y la plaza de la catedral, despejada en el siglo XIX tras demoler edificios medievales. Aquí se encuentra la renovada catedral neoclásica con su imponente campanario de 57 metros. Tomando la calle principal del centro histórico, Pilies, llegaremos a la otra plaza principal, la del ayuntamiento, otro edificio renovado en neoclásico que se encuentra junto a la iglesia barroca de Casimiro. Entre ambas plazas se encuadra la universidad, con trece patios y edificios diferentes. En Vilna hay edificios puramente medievales como la iglesia de Santa Ana, pero los mejores ejemplos son barrocos, como San Pedro y San Pablo, de deslumbrante interior.

Vilna forma parte del triángulo de países bálticos, cada vez más visitados, y es buena idea empezar aquí, el más meridional y con buen aeropuerto. Podemos empezar la visita subiendo a la colina de los castillos y la torre Gediminas, que nos ofrecerá buenas vistas del centro. Paseando por este hay que acercarse al distrito bohemio de Užupis con numerosas galerías de arte y los intrincados guetos judíos. Si queremos aprender sobre el legado judío hay varios centros con exposiciones y memoriales. Podemos acabar el día en algún parque, pues en Vilna hay una gran cantidad de zonas verdes entre las que destaca el extenso parque Vingis. Entre los museos nos podemos entretener con el Centro de Educación Cívica que repasa la historia nacional, el de Arte Lituano y varios centros del pujante arte contemporáneo. En marzo se celebra la fiesta local de San Casimiro con el Kaziuko mugė, la fiesta más tradicional.

Fotos: domantasm / Marcin Białek

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