Ruinas sobre la colonia
El valle de Oaxaca se expande entre las montañas Sierra Madre en el sur de México. En su parte central, en un punto en el que confluyen varios brazos del valle, está Monte Albán. Esta pequeña colina de 400 metros disfruta de grandes vistas y fue la elegida por distintos pueblos precolombinos para asentarse. Las estructuras que lo coronan son visibles desde lejos, así como las terrazas, presas, canales y promontorios que modelaron las manos de estos indígenas. Monte Albán empezó a atraer a investigadores en el siglo XIX, pero tuvo que esperar a que Alfonso Caso tomara el mando en 1931. Los restos indican actividad aquí de pueblos olmecas, mixtecas y sobre todo zapotecas. La ciudad conoció sus mejores días durante el imperio de estos últimos, cuando llegó a alojar a 35.000 personas. Los zapotecas se dispersaron misteriosamente, pero no desaparecieron nunca. Uno de ellos, Benito Juárez, se convirtió en uno de los primeros y más carismáticos presidentes de México. Le puso el apellido a la ciudad colonial de Oaxaca, fundada por españoles.
La historia de Monte Albán arranca sobre el año 500 a.C., cuando los zapotecas se agrupan en este territorio antes deshabitado. Hasta entonces, los zapotecas ocupaban otros asentamientos como San José Mogote y luchaban entre ellos, pero Monte Albán significó su unión. Sobre el año 200, la ciudad ya domina un amplio territorio y funciona como capital del valle. En esa época inicia una política expansionista que lleva a los zapotecas fuera del valle: conquistan nuevos territorios y se relacionan con lugares como Teotihuacán. Alrededor del año 700, la ciudad entra en un inexplicado declive y es abandonada por las élites. Algunos otros pueblos se aprovecharon de las estructuras. Los mixtecas incluso utilizaron las tumbas zapotecas para sus propias élites, pero ya nada fue igual. Los aztecas llegaron a la zona en 1440, cuando llamaron a este valle Huaxyacac.
El centro de Monte Albán está dominado por una gran plaza de 300 por 200 metros de longitud. A su alrededor están las principales estructuras descubiertas por los arqueólogos. En los lados sur y norte hay grandes escaleras ceremoniales que llevan a plataformas piramidales. En los lados este y oeste hay plataformas más pequeñas donde se asientan edificios y recintos como el campo de pelota. La espina dorsal de la plaza también está recorrida de edificios entre los que destaca el llamado J, posiblemente un observatorio. Monte Albán destaca por su catálogo escultórico. Las más conocidas y numerosas son los danzantes, que en realidad representan enemigos torturados. Hay también unas cuarenta losas conmemorativas contando las victorias de los zapotecas. Estos abrieron tumbas que luego los mixtecas reusaron. La número 7 fue la que desveló más riquezas. En Monte Albán hay también restos de fortificaciones: parece que la etapa final estuvo marcada más por su función como fortín que como centro ceremonial.
Al llegar los españoles, la zona estaba siendo disputada por mixtecas y zapotecas. La conquista española puso paz por la vía de en medio. Hernán Cortés envió a Francisco de Orozco a colonizar el valle en 1521. Este grupo de españoles se asentó sobre un puesto militar azteca y se declaró independiente. Por mucho que protestó Cortés, en 1529 la Corona reconoció el derecho de los asentados, que llamaron a la ciudad Nueva Antequera. La ciudad progresó como muchas otras ciudades coloniales, pero cambió su nombre tras la independencia en 1821. El centro de la ciudad se sitúa en la plaza conocida como zócalo. A su alrededor están los principales edificios civiles, la catedral y una extensión del espacio arbolado llamado alameda de león. La ciudad se expande formando un damero y destacan dos cosas: el grosor de los edificios, orientado a soportar temblores de tierra, y el color verdecido que aporta la piedra local. Ambas cosas marcan la Catedral, tercera en construirse, teniendo la última estilo neoclásico. Otros templos relevantes son el ex convento de Santo Domingo de Guzmán y la basílica de Nuestra Señora de la Soledad.
Oaxaca es una ciudad entregada al turismo. Tiene aeropuerto, pero muchos turistas llegan por tierra por estar a medio camino del D.F. y las ciudades mayas. Desde el centro de la ciudad simplemente hay que tomar un taxi para llegar a Monte Albán. Allí hay un museo, pero, si nos quedamos con ganas de más, el Museo de las Culturas de Oaxaca, en el ex convento, ofrece más piezas del sitio. También hay muchos más sitios arqueológicos en el valle. De octubre a abril hay menos lluvias, pero muchos visitantes llegan aquí en julio. En concreto en los dos lunes que se celebra el Guelaguetza. Se trata de un enorme evento cultural étnico centrado sobre todo en el baile. Oaxaca es una de las capitales culinarias del país y uno de los lugares que reclama la potestad del mole, una salsa que aquí se encuentra en muchísimas variedades. Son también importantes el chocolate y la bebida alcohólica mezcal.
Fotos: Pablo Fossas / Ciudadanía Express
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