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Centros históricos de Berat y Gjirokastra

Centros históricos de Berat y Gjirokastra

Gjirokastër y Berat (Albania)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 12 06, 2021
  • Category:

Albania en dos ciudades


En el siglo XIX, cuando muchos estados construían sus identidades nacionales, la religión se convirtió en uno de los principales elementos integradores. En el caso de Albania, dependiente entonces del imperio otomano, la cosa era compleja. Tanto fue así, que los nacionalistas albaneses buscaron en la armonía entre los distintos credos el nexo común frente a los otomanos. Era la conclusión tras medio milenio de lentísima e inacabada conversión al Islam. Cuando en el resto de los Balcanes era una realidad, en Albania el catolicismo seguía siendo mayoritario en el norte y el cristianismo ortodoxo en el sur. Una política más permisiva, aunque no exenta de herramientas fiscales para promover las conversiones, había generado un contexto en el que la convivencia de las tres religiones se hizo realidad. Dos de las ciudades que personifican esta convivencia son Gjirokastra y Berat. Entre sus mezquitas, bazares, ciudadelas y viviendas tradicionales también asoman iglesias ortodoxas.

Paisaje urbano de Berat

Separadas tan solo setenta kilómetros, las historias de Berat y Gjirokastra corren paralelas y arrancan con los caonios, antiguo pueblo de origen griego. A comienzos de la Edad Media, ambas tienen un núcleo parcialmente definido, especialmente Berat, y van gestionando su relación con distintos gobernantes: bizantinos, eslavos, albanos y en el siglo XIII la presencia del católico Carlos I de Nápoles. Ambas pasan a manos otomanas casi a la vez: 1417 Berat y 1419 Gjirokastra. Como en otras ciudades albanas, empieza entonces una historia que alterna convivencia pacífica con revueltas cristianas a las que progresivamente se suman musulmanes reclamando autonomía. Ambas declinaron en la primera etapa otomana, pero se recuperaron hasta ser protagonistas en el siglo XIX del despertar albano. En la etapa comunista, ambas salieron indemnes de la revolución cultural. En el caso de Gjirokastra, se benefició especialmente de ser el hogar natal del líder Enver Hoxha, lo que la convirtió en ciudad museo.

A solo veinte kilómetros de la frontera griega, Gjirokastra se asienta sobre una loma a orillas del río Drinos. De apenas 25.000 habitantes, su centro histórico está marcado por la ciudadela Kalaja, cuya actual estructura es del siglo XIII, aunque fue parcialmente reconstruida en el XIX. De 500 metros de perímetro y tres puertas, destaca el acueducto de diez kilómetros que la abastecía. Gjirokastra se expandió por la ladera desde el siglo XIV, pero especialmente el XVII, con las külle, viviendas de piedra en forma de torre típicas de los Balcanes otomanos. Con funciones defensivas y residenciales, las külle tienen una alta base como almacén y establo y más de un piso con pequeñas ventanas, coronándose la construcción con un tejado de piedra con un voladizo sujetado por postes de madera. En su adaptación a contextos urbanos como Gjirokastra, las funciones defensivas pierden relevancia y las ventanas ganan tamaño. El centro neurálgico de la ciudad lo representan el bazar y su mezquita anexa, mientras que las iglesias son del siglo XVIII.

Casas de Gjirokastra

Aunque históricamente ha tenido más peso, Berat tampoco sobrepasa los 65.000 habitantes. Morfológicamente es parecida. Aquí el río es el Osum, pero el relieve es más vertical, estando la ciudadela sobre un promontorio y el barrio de Mangalem desparramado en terrazas. En la otra orilla del río, cruzado por un puente del siglo XVIII, encontramos una segunda fortaleza, Gorica y a sus pies el barrio homónimo. En Berat hay también numerosas külle que le dan un aspecto homogéneo al centro y el sobrenombre de ciudad de mil ventanas. No obstante, lo más valorable son las iglesias y mezquitas. Las primeras se concentran en la ciudadela, que quedó en manos cristianas durante mucho tiempo. Conserva iglesias del siglo XIII, algunas con frescos. Los más valorados son los de Onufri y su escuela, del siglo XVI, una de las más valoradas de los Balcanes por sus influencias posbizantinas y venecianas. Entre las mezquitas destacan la Roja y la de Plomo. La de Halveti Tekke es relevante por su adscripción a una secta sufí.

Berat y Gjirokastra son visitas obligadas en todo circuito por Albania. Aunque en línea recta estén cerca, las carreteras obligan a un rodeo de tres horas, por lo que no se pueden visitar el mismo día. En ambas, la idea es dar un paseo admirando la arquitectura hasta llegar a las ciudadelas para verlas y disfrutar de la vista. En Gjirokastra hay casas museo como el museo etnográfico y la casa Zekate y el bazar merece la pena. En Berat hay otro museo etnográfico, pero es más especial el museo iconográfico de Onufri. También es típico algún paseo en barca por el Osumi, uno de los ríos albaneses más escénicos. La gastronomía típica incluye higos, aceitunas y queso. Un plato representativo es el Qifqi de Gjirokastra, una especie de albóndiga de arroz. Esta ciudad alberga cada cinco años el festival nacional de folclore en la ciudadela, que atrae albaneses emigrados por todo el mundo.

Fotos: Inkey / Lars Hanf

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