Romántico pasado
Poco podían sospechar los dueños de una mansión de Verona en 1930 que tras colocar un balcón sobre su fachada iban a convertir su Casa di Giulietta en el lugar más visitado de la ciudad. La mansión, de origen renacentista, se reformó en honor a Julieta Capuleto, uno de los personajes de ficción más famosos de Shakespeare, tras siglos de ser una posada de segunda. Desde la instalación del balcón, la mansión se ha tomado como un símbolo del amor romántico. Abajo hay una estatua de Julieta que si se roza otorga supuestamente suerte en el amor. En las paredes se han firmado nombres de amados durante décadas. También se dejan anualmente en torno a 5.000 cartas de amor, respondidas diligentemente por el Club di Giulietta. Toda esta locura deja atónitos a los veroneses, que ven pasar hordas de turistas que en muchos casos solo visitan una de las muchas mansiones renacentistas y obvian una ciudad con más de dos mil años de historia. Ruinas romanas, templos románicos y mansiones renacentistas se mezclan en una de las ciudades más atractivas del norte de Italia.
El origen de Verona es incierto, pero se sabe que el valle del Po fue dominado por los romanos desde el 300 a.C. aproximadamente. El pequeño asentamiento gana en importancia como eje de vías romanas. En el 49 a.C. se convierte en municipio y comienza su actividad constructora. Tras el fin de Roma se convierte en ostrogoda y no en bizantina. En el 569 pasa a manos lombardas y gana relevancia política, llegando a ser residencia real con Teodorico I. En el siglo XII, el poder burgués hace de Verona una comuna libre con mucha autogestión. Un siglo después comienza la saga más relevante de la ciudad con los Scaliger. Esta rica familia impulsa a Verona, especialmente con Cangrande I. Se construyen muchas obras y la ciudad expande su poder. En el siglo XIV, los constantes fratricidios entre los Scaliger y el enfrentamiento con una alianza de Florencia y Venecia pone fin a la familia. Precisamente un tiempo después, en el XVI, Venecia domina la ciudad y la convierte en su fuerte en tierra firme. Esta época de paz le sentó muy bien a la ciudad. Tras un periodo austríaco entró en Italia a finales del XIX, poco antes de sufrir uno de sus peores momentos con los bombardeos en la II Guerra Mundial.
Verona acometió entonces una de las frecuentes reconstrucciones que ha tenido. Aunque el eje de calles de origen romano pervive, se ha rediseñado varias veces por causas externas: un terremoto en 1117, unas riadas en 1882 y la II Guerra Mundial. Además, la evolución a ciudad fortificada con los Scaliger y los venecianos reformó el aspecto del centro. De la época romana sobreviven bastantes restos. Por encima del resto destaca en la piazza Bra la arena de Verona. Se trata del tercer anfiteatro más grande de Italia: en su día contaba con tres pisos y alojaba a 25.000 espectadores. El interior está prácticamente intacto. El teatro no corrió tanta suerte, pues fue utilizado como estructura para viviendas particulares. También podemos encontrar entre las calles de la ciudad el arco de Gavi, el ponte Pietra, la puerta Leoni y la puerta Borsari, embellecida con los palacios renacentistas que la rodean.
La otra gran fase constructiva llegó con el románico. La iglesia de San Zeno, de 1135, es la obra más destacable. Su torre de 72 metros es mencionada en las obras de Dante. En el interior podemos disfrutar de bajorrelieves, frescos y ventanas de la época. Si nos vamos al gótico tendremos que ir a Sant’Anastasia, una iglesia dominica de enormes dimensiones. En una capilla en su interior destaca un fantástico fresco de Pisanello. Obra cumbre del estilo gótico internacional, San Jorge y la princesa es visita obligada para los amantes del arte. De los Scaliger destaca el Castelvecchio, su residencia. Por un lado, este castillo se comunica con el puente del mismo nombre. En 1356 se convirtió en el puente arqueado más largo del mundo. Servía a los Scaliger como ruta rápida de huida salvando el río Adigio, que rodea Verona en un pronunciado meandro.
Verona es hoy una ciudad de más de 250.000 habitantes muy visitada gracias a Shakespeare. Tiene aeropuerto propio, pero mucha gente hace el viaje de ida y vuelta desde Venecia o Milán, situadas a poco más de una hora en tren. En Verona es aconsejable dejarse perder por sus callejuelas y llegar a plazas con encanto como Signori y Erbe, en la cual podemos visitar su mercado de verduras. Mientras paseamos, también podremos escuchar el tañer de las campanas, que en Verona hasta ha dado nombre a un estilo originado aquí. También se puede subir a la torre Lamberti para tener una perspectiva de la ciudad. A nivel gastronómico, Verona destaca por la carne de caballo. El cercano lago Garda hace que la ciudad sea bastante húmeda. Es bueno ir en verano, aprovechando además que es la época en la que la arena de Verona celebra festivales de música, tanto los clásicos de ópera como conciertos modernos.
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