Entre Siam y Bangkok
Existen muchas incógnitas alrededor de la figura de Ramathibodi I, fundador del reino de Ayutthaya a mediados del siglo XIV. Algunas crónicas cuentan que llegó aquí huyendo de una epidemia de viruela al norte. Otras que era un hábil navegante chino que se ganó gobernar sus propios territorios. También se dice que era descendiente de Mangrai, líder del reino de Lana. Sea como fuere, Ramathibodi dio inicio al longevo reino que sentó las bases definitivas de lo que hoy conocemos como Tailandia. Ayutthaya basó buena parte de su éxito en su habilidad y apertura comercial. Así, en los siglos XVI y XVII, los alrededores de Ayutthaya se llenaron de pequeños asentamientos con comerciantes y embajadores de sitios tan variados como Países Bajos, Francia, Portugal, Persia, India, China o Japón. Esto generó, junto al sistema feudal tai conocido como sakdina, los ingresos suficientes para que los dirigentes de Ayutthaya levantaran grandes palacios e imponentes templos en honor a Buda que hoy conforman el sitio arqueológico de Ayutthaya.
Este reino fue mucho más absolutista y clasista que el de Sukhothai, al que dominaron en el siglo XV. Con el valle del río Chao Praya bajo control, Ayutthaya fue más allá y lanzó ataques a los declinantes jemeres de Camboya y a la ciudad de Malaca en Malasia, defendida por China. Fueron los birmanos, sin embargo, los enemigos a batir. Todo el siglo XVI estuvieron batallando ambos estados, incluyendo varios asedios a la capital siamesa. Entre medias se impulsó el comercio internacional, algo que al final revirtió en la guerra: se importaron armas que permitieron una victoria definitiva iniciada en el siglo XVII por el mítico rey Naresuan. Entonces Ayutthaya llega a sumar casi un millón de habitantes. En medio de esta prosperidad, el reino se enzarzó en disputas internas que sus vecinos birmanos, poco olvidadizos de las afrentas del pasado, aprovecharon. Se iniciaron las segundas guerras birmano-siamesas, que acabaron con Ayutthaya en 1767. Los restos del reinado se recompusieron unos kilómetros al sur, en Bangkok.
Ayutthaya está localizada en un lugar idóneo, rodeada por tres ríos y canales que los interconectan. Esto facilitaba tanto la defensa de la ciudad como su despliegue comercial. Alejada de los ataques marítimos y con fosos naturales, se defendía también así de las habituales crecidas de los ríos. El manejo hidráulico de la ciudad está entre los más avanzados para su época. Dentro del sitio arqueológico destacan sus numerosos templos y enormes monasterios. La religión era fundamental en Ayutthaya, cuyos dirigentes eran poco menos que semidioses bodhisattva y encarnaciones de Shiva o Vishnu. Aunque la religión oficial era el budismo mahayana, la influencia del hinduismo fue fuerte. El siglo XVIII fue el acto final de la ciudad y, por tanto, muy tumultuoso, pero tuvo también un pequeño cénit en el segundo cuarto del siglo que permitió el último florecimiento artístico y cultural de la ciudad. Esto se dejó notar en los gobiernos siameses posteriores, cuya arquitectura en Bangkok replicó el estilo de Ayutthaya.
El estilo de la ciudad y sus templos está fuertemente influenciado, a su vez, por el de Sukhothai, pero también por la nutrida presencia de poblaciones extranjeras, que aportaron ideas novedosas durante los siglos XVII y XVIII. El principal rasgo de la ciudad se encuentra en sus prang, torres cónicas de herencia jemer con elementos locales muy diferenciados. El templo más relevante es el de Wat Phra Si Sanphet. No tiene prang, sino tres chedis o pagodas alineadas construidas en los siglos XV y XVI. Fue el templo real, construido junto al palacio. En Wat Mahathat sí hay prang, pero lo más conocido es una cabeza de Buda que quedó atrapada entre las raíces de un árbol para convertirse en uno de los iconos mundiales del budismo. Wat Ratchaburana tiene un enorme prang en cuya cripta podemos ver además unos tempranos frescos de comienzos de la ciudad, únicos aquí.
Ayutthaya está unos sesenta kilómetros al norte de Bangkok, lo que permite ser visitada en una excursión de ida y vuelta o como primera parada en un viaje al norte. Se puede llegar fácilmente en tren, taxi, furgonetas compartidas o, si preferimos algo más romántico aunque lento, en barco. Los distintos templos están separados de tal forma que se pueden visitar a pie, en bicicleta o tuktuk, dependiendo de cuántos queramos abarcar. Algunos son gratis y otros de pago. Hay que elegir cuántos queremos ver y hay además un edificio central que cuenta la historia del sitio. Fuera de la isla central quedan algunos otros templos y sobre todo los antiguos asentamientos de holandeses, portugueses y japoneses. También es típica la visita al mercado flotante, muy orientado al turismo. La época ideal para ir a Ayutthaya es entre noviembre y marzo.
Fotos: Nacho / Maksim Million
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