Tiempos de Reconquista
La Reconquista ibérica, término cuestionado, fue un largo proceso iniciado en Asturias poco después de la invasión musulmana del siglo VIII y finalizada con la conquista de Granada en 1492. Abarcó la mayor parte de una Edad Media con una península ibérica dividida entre distintos reinos cristianos y musulmanes que periódicamente batallaban. Los primeros fueron empujando su frontera paulatinamente hacia el sur, pero los retrocesos eran habituales y algunos conflictos se atragantaban. Un ejemplo fue Cáceres, en el centro oeste de la península. Cerca del río Tajo, frontera física un tiempo, fue uno de los escenarios más activos. Entre mediados del siglo XII y la conquista definitiva en 1229, la ciudad cambió de manos, no sin antes pasar por varios asedios. Esta época marcó el carácter de Cáceres, en cuya ciudad vieja, amurallada por los musulmanes, se mezclan restos de ambas culturas. Tras una intensa Edad Media, Cáceres entró en un letargo que ha mantenido su espíritu medieval más vivo que en ninguna otra ciudad española.
Cáceres se fundó a partir de dos campamentos romanos en el siglo I a.C. bajo el nombre de Norba Caesarina. Satélite de la capital de Lusitania, Mérida, Cáceres progresó gracias a su localización sobre la que luego sería llamada vía de la Plata. Con la caída del Imperio fue gobernada por visigodos sin mayor noticia hasta que, ante el avance cristiano, el musulmán almohade Abd al-Mumin se planteó convertir Cáceres en un fortín en primera línea de fuego. La conquista cristiana en 1142 de Coria, al norte del Tajo, pero pasada la cordillera central, provocó la inquietud almohade. En 1165 se confirmó la amenaza con la toma cristiana, pero nueve años después regresó el control almohade. En el siglo XIII, la conquista cristiana de Alcántara implicó cruzar el Tajo y el avance fue imparable. Cáceres resistió cuatro asedios hasta que Alfonso IX de León se apuntó el tanto. Los fueros firmados no atrajeron mucho a la nobleza y Cáceres no despuntó salvo por su nutrida judería.
Hasta 1790, cuando se instaló la Real Audiencia de Extremadura, Cáceres no pasó de ser una pequeña villa sin consideración de ciudad. El siglo XIX vio el desarrollo de la actual plaza Mayor, justo al pasar las murallas, y los barrios nuevos extramuros. Esta transición tardía permitió que el intrincado centro se mantuviera al margen, virtualmente anclado en la Edad Media y primera Edad Moderna, durante la cual se levantaron muchos palacios gracias a las riquezas coloniales. Cáceres está rodeada por poco más de un kilómetro de murallas, testimonio único de la cultura almohade. Estos la construyeron sobre los restos de las murallas romanas del siglo I, aún visible en secciones. Aunque los cristianos las mantuvieron y posteriormente casas particulares se adosaron en el exterior, lo que vemos hoy es prácticamente en su totalidad musulmán. Sobreviven más de una decena de torres almohades entre las que destacan Bujaco, con vistas a la plaza Mayor, y Mochada, de original planta octogonal.
Intramuros, las calles adyacentes a las murallas, el antiguo camino de ronda, se denominan adarves. En ellos se suceden los arcos y las puertas de acceso en calles generalmente estrechas, empedradas y empinadas. La ciudad vieja se divide en dos parroquias por las que se distribuyen iglesias y palacios, aunque también hay hueco para restos almohades como el aljibe, fundamental en los asedios, y la judería vieja. El barrio bajo de Santa María tiene su centro en la unión de las plazas Santa María y Golfines, que hacen referencia a la concatedral gótica y el palacio gótico y renacentista de esta influyente familia amiga de los Reyes Católicos. Este palacio no es el único: en torno a la Concatedral se acumulan multitud en estilos gótico, renacentista plateresco o ambos. Tras subir por la plaza San Jorge, dejando a un lado la barroca iglesia San Francisco Javier, llegaremos a San Mateo o zona alta. Como en la baja, un complejo de plazas enlazadas alberga iglesias y palacios.
La mejor manera de llegar a Cáceres es por carretera, pues no dispone de aeropuerto o tren rápido. El centro no es muy extenso, pero con tantos monumentos nos llevará un día entero. Hay guías oficiales disponibles que pueden ser útiles para no perdernos ningún rincón. Para rememorar el pasado almohade de la ciudad, lo mejor es acceder al tramo de murallas por torre Bujaco, visitar el aljibe dentro del Museo de Cáceres y también la Casa Árabe Yussuf al Burch. La torre de la Concatedral proporciona grandes vistas del resto de torres de Cáceres, pero si queremos más perspectiva, el punto ideal es el Santuario de la Montaña. Dos son los ingredientes fundamentales en la cocina cacereña: jamón ibérico y torta del Casar. Cerca de la ciudad merece la pena el Parque Nacional Monfragüe para admirar una de las mayores concentraciones de buitres en Europa.
Fotos: Alonso de Mendoza / Jesusccastillo
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