Conocimiento hispano
Dentro de los grandes estilos arquitectónicos siempre hay hueco para subestilos que se ganan nombre propio. Dos ejemplos son el plateresco y el churrigueresco, versiones españolas respectivamente del gótico en transición al renacentista y el barroco rococó. Salamanca es la ciudad idónea para conocer ambos, pues sus dos principales monumentos se adscriben a ellos: la universidad y la plaza mayor. La universidad de Salamanca es una institución emparentada con la propia ciudad. No en vano, es la más antigua del mundo hispano desde su fundación en el siglo XIII. A comienzos del XVI renovó la fachada de su edificio principal en plateresco, estilo con distribución espacial gótica, pero elementos renacentistas. En cuanto a su plaza mayor, fue obra de Alberto de Churriguera a mediados del XVIII. Hijo del retablista que dio nombre al estilo, la plaza logra una armonía al alcance de muy pocas. Los dos se encuentran en uno de los centros históricos mejor conservados de España.
Salamanca es también una de las ciudades más antiguas de la península ibérica, pues fue fundada en tiempos prerromanos por tribus celtas. Vieron en unas colinas a orillas del río Tormes un buen lugar para defenderse. Poco pudieron hacer frente a los cartagineses, que asediaron con éxito la ciudad en el 220 a.C. Llamada Helmántica, pasó a manos romanas y se convirtió en centro comercial entre Mérida y Astorga, para lo cual se levantó el puente romano que sobrevive parcialmente. La peor época llegó cuando esta región se convirtió en campo de batalla entre cristianos y musulmanes en la Edad Media. Con el triunfo de los primeros llegó la repoblación del siglo XI. Poco después se fundó la universidad, aunque la carta real que oficializa su fundación llega en 1218. Es la cuarta del mundo occidental tras Bolonia, París y Oxford. La universidad marcó y marca desde entonces su vida.
Entender cómo funcionó esta impronta no es difícil si pensamos que en el siglo XVI un cuarto de la población era estudiante. Salamanca se nutrió de intelectuales como Nebrija, que publicó la primera gramática castellana, el poeta Fray Luis de León o el escritor contemporáneo Miguel de Unamuno. Sobresaliente en el ámbito jurídico con figuras como Francisco de Vitoria, la universidad participó activamente en el Concilio de Trento. Fue sin duda el cénit de la ciudad, pero en el XVII la crisis nacional afectó a Salamanca. El declive duró poco gracias al nuevo impulso que tuvo la universidad de mano de los Borbones. Muy renovada en contenidos, fue uno de los escasos focos de la Ilustración española. También entonces se remata la segunda catedral y se abre la plaza mayor. Sin embargo, el cierre de universidades de Fernando VII en el siglo XIX dañó especialmente a una ciudad entregada al conocimiento. Cuando esta se reabrió no volvió a tener la categoría de antaño, aunque se ha ido recuperando.
La ciudad vieja de Salamanca destaca por su estado de conservación y la uniformidad que le otorga la piedra franca de Villamayor por su color rosáceo. El plano no ha dejado de ser fundamentalmente medieval, pero arquitectónicamente los edificios cubren todas las épocas, especialmente la Edad Moderna. El centro nos lleva directamente a la plaza mayor diseñada por Alberto de Churriguera en 1755. La familia Churriguera levantó otros edificios convirtiendo a Salamanca en el foco de un estilo que se exportó intensamente a América. El complejo universitario es tan excepcional como su historia. Tres son los edificios principales que se dan cita en el patio de escuelas: Escuelas Mayores, donde está la famosa fachada cargada de relieves, Escuelas Menores y Hospital de Estudio. Su estilo plateresco es también compartido por otros edificios civiles como la cercana casa de las Conchas. Aunque no son el foco de Salamanca, la ciudad presume de tener dos catedrales: la vieja románica y la nueva en base gótica y remate barroco.
Salamanca es una ciudad mediana con muchos estudiantes, especialmente extranjeros con intención de aprender castellano, a los que se suma el creciente turismo. Es posible hacer una visita de día desde Madrid, a unos 200 kilómetros, pero merece la pena hacer noche. La mejor vista de la ciudad la tenemos desde el otro lado del río, con el puente romano en primer plano y las catedrales, en las que es recomendable subir a las cubiertas. Callejeando llegaremos al patio de escuelas para buscar la famosa rana de la fachada de la universidad. Podemos acceder a esta para visitar aulas históricas y la biblioteca. La plaza mayor, hoy desprovista de los jardines que tuvo hasta los años 50, es un espacio abierto con mucha terraza. Si se quiere algo diferente es recomendable en museo art nouveau Casa Lis. La Semana Santa es la fiesta más relevante y es cuando más abunda el hornazo, una especie de empanada de carne.
Fotos: Cabrera Photo / Jose Luis Cernadas Iglesias
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