De arcilla y yeso
El misterioso Reino de los sabeos ocupó durante más de un milenio las dos orillas al sur del Rojo, territorio hoy de Eritrea y Yemen. Las capitales del reino se situaron en el segundo. Marib fue la principal, pero la que tuvo mayor recorrido posterior fue Sana’a. Situada a 2.300 metros de altitud, con al menos 2.500 años Sana’a es uno de los asentamientos más antiguos de la península arábiga. Tanto es así, que según la leyenda fue fundada por Sem, hijo de Noé. El nombre actual significa “bien fortificada” en honor a las murallas que levantaron los sabeos. Ciudad minera, altavoz del primer Islam, cruce de caminos de rutas comerciales, centro neurálgico de las tribus locales y objeto de conflictos en el último siglo, la capital oficial de Yemen está anclada en el pasado. Lo que podemos ver hoy en su centro histórico es básicamente lo que había en el siglo XI. Es un laberinto de calles, al estilo de la marroquí Fez, en el que se acumulan más de cien mezquitas, antiguos hammams y miles de viviendas cuyo paisaje conjunto forman su seña de identidad.
No hay mucho sobre la historia sabea de Sana’a, pero se sabe que fue Sha’r Awtar, uno de sus últimos reyes, el que fortificó la ciudad y levantó el palacio de Ghumdan, cuyas piedras serían luego utilizadas en la principal mezquita. El reino sabeo fue sucedido por el himyarita, para los cuales fue su capital en el siglo IV. Fue entonces cuando llegó una comunidad judía que se mantuvo relevante hasta la creación del estado de Israel. En el siglo VI, Sana’a entró en un periodo marcado por el cristianismo y el dominio sasánida y aksumita. Hubo que esperar al Islam para que Sana’a entrara en su época de mayor esplendor. Fue reconstruida, ambicionada por califas y admirada en todo el mundo musulmán. En el siglo XI fue conquistada por la dinastía sulayhida, una rama chií de las dos que dominan el norte del Yemen, un país mayoritariamente suní. Arrancaron así los conflictos que han marcado y marcan el complejo avispero que es Yemen.
En 1547, los continuos cambios de manos entre ayubíes, fatimíes, hamdanidas, zaydíes y mamelucos llegaron a su fin con el ascenso del imperio otomano, que conquistó la ciudad gracias a Özdemir Pasha. El medievalismo de la región pareció llegar a su fin con la apertura de puertos comerciales y la entrada de divisas europeas, pero fue un espejismo. No se sabe qué habría sido del Yemen de otro modo, pero tribus zaydíes retomaron Sana’a, expulsando a los otomanos y aislándose. Otro rayo de esperanza llegó con un segundo intento otomano, ya a finales del XIX. La ciudad se modernizó parcialmente con carreteras, colegios y hospitales. Sin embargo, la vuelta en 1902 de los zaydíes con Imam Yahya al frente dejó las cosas casi como estaban. Esta vez, los habitantes de Sana’a se opusieron a la involución medievalista. Ha derivado en un último siglo repleto de altibajos y guerras. El centro histórico ha mantenido su diseño premoderno, pero también que ha sido dañado en tanto conflicto.
El centro histórico es, eso sí, una isla en medio de una ciudad de un crecimiento imparable en las últimas décadas. Está rodeado por una muralla que alcanza los catorce metros. El acceso al interior más tradicional es por la puerta Bab al-Yaman, que cuenta con más de mil años. Es aquí donde se agolpan 6.000 viviendas que suponen la postal más famosa de Sana’a gracias a su diseño, sus materiales y su decoración. Como Shibam, aquí dominan altos edificios de hasta nueve pisos levantados con arcilla. Están decorados con yeso en sus frisos y los intrincados marcos de sus ventanas con vidrieras. Las viviendas no tienen más de dos siglos, pero respetan los diseños antiguos. El edificio más destacable es la mezquita antigua o Al-Jāmi. Es del siglo VII, pero ha sido reformada hasta resultar muy ecléctica y original. En la última reforma se descubrió un valioso manuscrito del 671. Los minaretes son de los siglos IX y XII y en el interior destacan los techos tallados y pintados.
Con dos millones de habitantes, Sana’a es la ciudad más poblada de Yemen. Es una ciudad con continuos conflictos, así que hay que informarse de su situación antes de pretender viajar aquí. En el centro histórico es mejor ir con guía por su complicación. No hay que dejar de visitar el Museo Nacional y sobre todo el mercado de sal o Suq al-Milh, considerado el mejor zoco de la península arábiga. El producto más típico son las famosas dagas jambiya. En su interior o alrededores podremos disfrutar la gastronomía yemení. Un plato de Sana’a es el salta: un estofado de carne, lentejas y judías muy especiado. La ciudad tiene temperatura suave todo el año por la altitud.
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