Ideales polacos
Si la convulsa historia polaca tuviera que elegir un siglo, ese sería sin duda el XVI. Liberada de grandes guerras y liderada por la progresista dinastía Jagellón, Polonia vivió su edad de oro. Fue enlace entre Centroeuropa y Europa del este, acercándose más a los primeros. Una de sus influencias fue Italia y su Renacimiento, que encontró en Polonia un contexto idóneo. Los nobles polacos acogieron en su país a multitud de artistas italianos. Especialmente en la sede real, Cracovia, pero la ola afectó a todos los territorios y ámbitos: ciencia, literatura, pintura, música, cultura escrita, política y, por supuesto, arquitectura. Jan Zamoyski fue uno de los nobles que más apostó por el Renacimiento. Este avezado diplomático supo moverse como pocos en el caldo político resultante de la unión de Polonia y Bielorrusia. Gracias a su éxito político y económico creó un ducado de facto que llenó de nuevas ciudades. La más importante de todas, cruce de caminos comerciales y capital de sus dominios, la diseñó como ciudad ideal renacentista: Zamość.
Zamoyski fue un personaje ambicioso con multitud de enemigos y un pragmatismo adelantado a su tiempo. Entre otros, se convirtió al catolicismo para ahorrarse problemas. Era tan poderoso que poseía un estado dentro de un estado. Indirecta o directamente controlaba más de 20.000 kilómetros cuadrados. Tan hábil era que vio que el tesoro polaco iba a poner la vista en su riqueza y prefirió gastar su dinero antes que alimentar las arcas reales. Cuando conoció al arquitecto padovano Bernardo Morando vio la oportunidad: construiría una gran ciudad. Morando y Zamoyski firmaron el contrato y el trabajo arrancó en 1580 con una larga fase de planificación. Las obras arrancaron a mitad de década y la fase inicial se prolongó hasta fin de siglo. El éxito fue rotundo y las parcelas se vendieron rápidamente. Zamoyski estaba tan exultante que hasta hizo a Morando alcalde. Acabada la ciudad y fallecido el italiano, Andrea dell’Aqua levantó la fortificación en forma de estrella que rodeaba la ciudad. Aún se puede distinguir su diseño a vista de pájaro.
Aunque los vientos renovadores polacos estaban cayendo a manos de la Contrarreforma, Zamość disfrutó de su siglo en el XVII. No obstante, no estuvo libre de problemas y las invasiones fueron habituales, como la del cosaco ucraniano Khmelnytsky o el ejército sueco. Ambas fueron repelidas, pero la ciudad cayó a manos de una alianza sajona y sueca. De ahí paso a manos Habsburgo y finalmente el reino de Polonia bajo la mirada rusa. En 1866, la fortificación de dell’Aqua fue desmantelada, pero el centro histórico se respetó. La II Guerra Mundial afectó mucho a Zamość, intercambiada cual cromo entre Rusia y Alemania. Se llegó a renombrar como Himmlerstadt en honor de Heinrich Himmler, líder de las SS. Además, casi la mitad de la población entonces era judía y el resto de la historia la podemos imaginar. Zamość, eso sí, fue uno de los focos más relevantes de la resistencia polaca. Tras la guerra, la ciudad volvió a sus orígenes como nexo comercial.
El diseño base de Zamość es una cuadrícula insertada en un fuerte en estrella, solo parcialmente restaurado. El centro se sitúa en la plaza del mercado, de cien metros exactos de lado. En ella se acumulan casas uniformes de dos pisos de altura con arcadas, pero con una profusión de colores. Se las llama casas armenias por los numerosos mercaderes de esta nacionalidad que tuvo Zamość. Entre ellas destaca el ayuntamiento, construido a la muerte de Morando con su diseño reformado bajo la óptica manierista. La doble escalera y la parte superior de la torre son añadidos posteriores. La calle Grodzka atraviesa ciudad y plaza enlazando el palacio Zamoyski con el bastión más restaurado. Otra calle perpendicular une la plaza mayor con otras dos plazas menores. Fuera de la plaza está la catedral, antigua colegiata. Obra de Morando, es uno de los templos renacentistas más puros de Polonia. Es también relevante la academia Zamojski por su historia, pues es la tercera institución educativa en edad del país.
Zamość creció bastante más allá de sus bastiones y cuenta con 65.000 habitantes. El turismo crece, pero es bajo por la distancia a otras ciudades. El aeropuerto más cercano es el de Lublin, pero casi todo el mundo llega en ruta desde Varsovia o Cracovia, a menos de cuatro horas cada una. Es fácil llegar tanto por carretera como por tren. Además de los principales monumentos merece la pena la sinagoga, recuperada tras las guerras, el parque al noroeste que utiliza parte de los bastiones y el museo de la ciudad en una de las casas armenias. En Zamość hay un festival musical cada verano. Es el mejor momento para venir y permite también hacer una excursión al cercano Parque Nacional Roztocze.
Fotos: Robert.danieluk / Dariusz Staniszewski
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