Caridad gubernamental
Los Estados del Bienestar nacieron en Europa a finales del siglo XIX. Sus precedentes suelen incluir la presencia de agentes no gubernamentales como entidades religiosas, titulares casi únicos hasta entonces del concepto de caridad. Una excepción la encontramos en los Países Bajos tras las guerras napoleónicas. Una gran crisis económica asolaba al país tras la pérdida de colonias. Sus ciudades, que habían crecido al calor de la Revolución Industrial y el comercio, acumulaban desempleados sin ningún colchón social. Por si fuera poco, la funesta cosecha de 1816 añadió dolor y hambre a muchas familias. En este contexto se creó en 1818 la Sociedad de Beneficencia con una innovadora propuesta respaldada principalmente por Johannes van den Bosch, coronel y político holandés. La idea era adquirir tierras, construir casas y granjas y cederlas a familias que serían autosuficientes. Aunque la cuestión no sería luego tan sencilla, estas Colonias de Beneficencia llegaron a sumar unas 17.000 personas. El propio Estado de Bienestar las volvió obsoletas, pero su recuerdo sigue muy presente en los pueblos posteriores.
La provincia holandesa de Drenthe, dedicada históricamente a la agricultura, era el lugar idóneo para poner en marcha el proyecto. El mismo 1818 se iniciaron las obras de Frederiksoord, aunque no todo el mundo estaba de acuerdo. La idea de que las personas podían cambiar su designio de mano del estado se ligaba a la Ilustración y rompía con el imaginario cristiano de la época. Al ser la primera, en Frederiksoord se cometieron errores como un tamaño de parcela insuficiente para aspirar a la autosuficiencia, parcialmente resuelto en Wilhelminaoord. La autosuficiencia sería objetivo durante las siguientes décadas, pero siempre se quedó en aspiración y el estado tuvo que completar con fondos el trabajo de las familias. La Sociedad buscó nuevas formas de financiación como las colonias no libres como Veenhuizen. Pensadas para huérfanos y mendigos, en estas las viviendas eran comunales, como el trabajo. Pese a los problemas económicos, las colonias se multiplicaron y una segunda región más al sur vio nacer algunas como Wortel. Esta, al pasar a manos belgas tras la creación del estado, entró en declive y terminó convirtiéndose en colonia no libre en 1870.
Al norte pasó algo similar, pues el estado se hizo cargo de las colonias no libres como Veenhuizen. El estado complementó las labores agrícolas con otras más industriales como un molino para el grano y un matadero, levantó nuevos edificios hasta que, finalmente, Veenhuizen evolucionó en cárcel estatal en el siglo XX. Las colonias libres siguieron gestionadas por la Sociedad de Beneficencia, que inició varias transformaciones para mejorar la eficiencia de las cosechas. Sin embargo, estos cambios no terminaron de funcionar y tras la II Guerra Mundial empezaron a vender las tierras a manos privadas. Hoy, la Sociedad sigue viva, pero orientada a la conservación de colonias como Frederiksoord y Wilhelminaoord. Mientras, al sur, la colonia belga no libre de Wortel siguió los pasos de Veenhuizen y se transformó en una cárcel estatal rodeada de campos de cultivo.
Libres o no libres, las Colonias de Beneficencia comparten un esquema similar basado en un plano ortogonal en el que se distribuían campos de cultivo, granjas, viviendas y edificios comunales, todo ello en un entorno plenamente rural. La diferencia fundamental entre los dos tipos de colonia se encuentra en el tamaño y número de edificios comunales, más grandes y numerosos en el caso de Wortel y Veenhuizen. En Frederiksoord y Wilhelminaoord, muy cercanas entre sí, son más características las largas avenidas de pequeñas viviendas con su granja anexa. Aunque escasas, ambos pueblos conservan las únicas casas originales, pues en su mayor parte fueron siendo renovadas. También son originales la casa del fundador, Johannes van den Bosch, y la sencilla iglesia de Wilhelminaoord. Aunque Veenhuizen también conserva algún edificio original, esta y Wortel han sufrido los mayores cambios al ser transformadas en penales modernos. En todo caso, por su propia concepción la arquitectura de las cuatro Colonias es bastante sencilla y funcional.
Las Colonias de Beneficencia no disfrutan de grandes masas de turismo y este se restringe casi del todo al turismo nacional. Desde Ámsterdam tenemos unas dos horas en coche hasta las tres holandesas. En ellas, además de centros de visitantes y paseos en bicicletas tenemos los museos de De Proefkolonie en Frederiksoord y el Museo Nacional de Prisiones de Veenhuizen. Con estas visitas tendremos una foto clara de cómo funcionaba el sistema y era la vida de sus habitantes. En Veenhuizen también merece la pena una visita a la fábrica de cerveza de Maallust. Pegada a la frontera con Países Bajos, Wortel está empezando a ponerse en valor y atrayendo más turismo, aunque de momento sus valores rurales sobrepasan los relacionados con la historia. Se proponen varias rutas de senderismo y bicicleta ideales en verano. Aquí, la cárcel no tiene visitas disponibles.
Fotos: RCE / Siebe Swart
Comentarios recientes