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Conjunto del Khānegāh y del santuario del Jeque Safi Al Din en Ardabil

Conjunto del Khānegāh y del santuario del Jeque Safi Al Din en Ardabil

Ardabil (Irán)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 12 03, 2022
  • Category:

Mística y política


Dentro del Islam, el sufismo está considerado como vehículo idóneo para tender puentes con otras religiones. Sus aspectos místicos y pronunciado espiritualismo lo acercan a corrientes similares en otras religiones. Como parte de su ascetismo, en principio los sufíes no tratan de grandes temas sociales y huyen de identificaciones políticas. Paradójicamente, una de las dinastías persas más poderosas, la safávida, tuvo raíces sufíes. Desde el siglo XVI unificaron política y religiosamente sus territorios ganando identidad frente a los otomanos y centroasiáticos. Los safávidas venían de ir ganando poder desde que se fundaron como orden sufí en Ardabil, al noroeste de Irán. Todo comenzó con el kurdo Safi Al Din, hijo de otro prominente sufí, que en el siglo XIV creó la orden en su khānegāh, sitio de retiro espiritual sufí. Esta khānegāh se convirtió en el germen del fantástico santuario que los safávidas enriquecieron durante su etapa como shahs de Persia.

Interior del Qandīl-ḵāna en el Khānegāh del Jeque Safi Al Din en Ardabil

La cercanía al Cáucaso ha marcado la historia de Ardabil. Siempre en el área de influencia azerbaiyana, los ataques mongoles y georgianos provocaron que perdiera relevancia política en el siglo XIII. Es el siglo del inicio del cénit del sufismo dentro del mundo musulmán. Cerca de Ardabil, el jeque Zahed Gilani dio forma a su propia orden o tarīqa, mientras que su principal seguidor, yerno y heredero como maestro o murshid, Safi Al Din, la reformó. Tras su muerte en 1334, su tarīqa safávida no solo se mantuvo, sino que fue ganando poder. En 1447, el jeque Junayd multiplicó sus ambiciones buscando el poder político además del religioso. Ligó el destino safávida a los turcomanos de Ak Koyunlu y su nieto Ismail I logró unificar una fragmentada Persia. Aunque originalmente los sufíes practicaban el Islam suní, Ismail era un ferviente chií, como sus seguidores en el noroeste de Irán. Esta circunstancia y la necesidad de diferenciarse de otros imperios musulmanes provocaron una conversión persa al chiísimo que marcó y marca a Oriente Medio.

Entre Ismail y su hijo Tahmasp fijaron Ardabil como capital religiosa persa durante la era safávida. Se materializó en la reforma del khānegāh de su ancestro Safi Al Din, que transformaron en un santuario de influencias arquitectónicas de la era del Ilkanato y los timúridas. Pese al reducido espacio, los safávidas construyeron todo un complejo con diversas funciones: biblioteca, mezquita, escuela, cisterna, hospital, cocina, horno de pan y oficinas. No obstante, la tumba del jeque Safi Al Din era el foco y objetivo de los peregrinos. Por encima de sus funciones, el complejo se imbuyó de simbolismo. Así, en el interior del mausoleo hay establecido un camino ritual dividido en siete segmentos que replican las siete etapas del despertar sufí, un itinerario espiritual que se acerca a otros itinerarios como el noble camino óctuple del budismo. Toda la decoración responde también a la simbología mística de la tarīqa safávida, incluyendo motivos florales relacionados con el paraíso. 

Mausoleos en la Khānegāh del Jeque Safi Al Din en Ardabil

Tras la primera mitad del siglo XVI, el conjunto tuvo añadidos menores. Su influencia fue más allá e impregnó la arquitectura y arte safávidas, muy presente en Esfahán. Al conjunto se accede por el norte, primero por una plaza y tras la segunda puerta a los jardines de la corte o Arsa. Un pasillo nos lleva al patio principal del conjunto, Sāhat, con una simbólica fuente y acceso a las principales estructuras. Siguiendo las agujas del reloj veremos los restos de Jannatsarā, la que fuera estructura más grande del complejo hoy en ruinas, y el Qandīl-ḵāna, hall destinado al rezo que comunica con una alcoba con la tumba de Safi Al Din y sucesores. Está coronada por una imponente cúpula decorada con azulejos e inscripciones que repiten el nombre de Alá. Detrás está otro lujoso hall, Chini-ḵāna, y a su lado Ismail se hizo levantar su mausoleo personal. Completa el trío Haram Khānā, mausoleo destinado seguramente a las esposas safávidas. Justo al noreste, sin acceso al patio, se encuentra un edificio anterior identificado con la khānegāh original del siglo XIV.

Ardabil, urbe de medio millón de habitantes, está al lado de la frontera azerbaiyana y unas tres horas al este de Tabriz. No está entre las ciudades más visitadas de Irán, aunque no falta en los circuitos que cubren el noroeste. Aparte del complejo merecen la pena las ruinas de la mezquita del Viernes, los numerosos puentes safávidas y el bazar histórico, donde son excepcionalmente populares las alfombras, entre las más afamadas del país. El complejo está en el centro de la ciudad. Por fuera no parece gran cosa, pero merece la pena entrar. De otro modo nos perderíamos la fantástica decoración interior en azules y dorados. También hay que fijarse en la porcelana china de los siglos XIV-XVI y la reproducción de la alfombra de Ardabil, pieza que está en Londres. Dependiendo de cuánto nos detengamos en los detalles podemos invertir hasta una hora. 

Fotos: Adam Jones / Shayan imani

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