Icono del norte
En su expansión hacia el norte, hacia un territorio de lagos dominado por el Beloye, el ducado de Moscú consideró necesaria una aculturación religiosa del territorio. Así es como arranca el viaje de dos amigos que luego serían santos: Cirilo y Teraponte. Ambos eran compañeros del monasterio ortodoxo de Simonov en Moscú y juntos viajaron a la zona del actual oblast de Vólogda. Ambos abrieron sus propios monasterios gracias al apoyo del ducado de Moscú. De Cirilo tenemos el imponente Kirillo-Belozersky, mientras que Teraponte fundó Ferapontov. Este es un monasterio más modesto, pero en el interior de su principal iglesia guarda uno de los mayores tesoros del medievo ruso. Conserva, sin haberlos restaurado, los mayores y mejores frescos de los siglos XV y XVI. Se considera el ejemplo más temprano de iglesia rusa totalmente pintada. Estando tan lejos de todo, Ferapontov ha llevado bien el paso del tiempo y sus frescos son una joya obligatoria para entender el arte ruso del Medievo.
En 1389, esta región estaba controlada por el principado de Beloozero. Fueron subyugados políticamente por los moscovitas, que enviaron aquí a Andrey Dmitriyevich, hijo del gran príncipe de Moscú. Este entendió que el control político tenía que ser complementado de algún modo y arrancó la apertura de monasterios. Fue efectivo, pues un siglo después el territorio fue plenamente incorporado a Moscú. Entre los monasterios abiertos estuvo Ferapontov, que abrió sus puertas en 1389 con apenas quince monjes. En contra de lo esperado, Teraponte no quiso ser abad aunque permaneció allí diez años, antes de ser llamado a otras misiones. Fue otro santo, Martiniano, un discípulo de Cirilo, el que le dio el empujón definitivo en la mitad del siglo XV. Ferapontov ganó prestigio y muchos príncipes moscovitas protegieron el lugar mientras se iban levantando sus actuales obras. En 1490 se ejecutó el principal proyecto arquitectónico. Maestros de Rostov levantaron la catedral de la Natividad de la Virgen, en la que la colaboración del pintor Dionisio el Sabio fue fundamental.
El siguiente siglo vería la apertura del refectorio, el tesoro y la iglesia de la Anunciación, con su campanario. El monasterio contaba con mucho poder gracias a las prerrogativas de Moscú y controlaba así sesenta villas en sus alrededores. Todo transcurrió en orden hasta finales del siglo XVI. Entonces, una fuerte epidemia y los ataques polaco-lituanos asolaron Rusia y el monasterio fue fuertemente dañado por carecer de murallas. Posteriormente se arreglaron los edificios dañados y se abrieron los últimos. Estos incluyeron una iglesia para contener los restos de San Martiniano, lo que históricamente ha atraído a peregrinos. También se instaló el reloj mecánico más antiguo de Rusia en un nuevo campanario. Ferapontov perdió importancia gradualmente. Durante un tiempo se limitó a ser lugar de retiro de clérigos, hasta que a finales del siglo XVIII fue desmontado. Los bolcheviques lo convirtieron en un museo en 1975. Por entonces, los frescos ya atraían a bastantes visitantes.
Todo el conjunto está a orillas de un pequeño lago y se pueden distinguir seis edificios diferentes que recorren los distintos estilos rusos entre los siglos XV y XVII. El más importante es la catedral, un edificio de tres naves y cúpula muy adornado en su exterior con motivos florales. La magia, no obstante, está en el interior. Aquí dejó Dionisio el Sabio su principal obra, probablemente con la colaboración de sus hijos. No es poco si hablamos del mayor maestro de la Escuela Moscovita de iconos de los siglos XV y XVI. Esta es la razón de que Ferapontov se considere la mejor muestra de pintura mural rusa de la época. Los frescos, que forran todo el interior de la iglesia, recogen la vida de la Virgen María. Destacan sus colores suaves y puros, así como el trazo y ambiente, en general solemne.
El monasterio está a unos cien kilómetros al noreste de Vológda, la capital del oblast. Esta tiene aeropuerto, aunque es más fácil llegar en tren. Una vez allí, lo ideal es utilizar un coche para llegar la zona de lagos y el monasterio, en el que se pueden hacer visitas guiadas en inglés. Es obligatorio visitar también el otro monasterio, el de Kirillo-Belozersky. En su día fue el más grande de Rusia. Está rodeado por una muralla que resistió los ataques polaco-lituanos y tiene multitud de iglesias. También cerca está el monasterio de Goritsky, fundado por mujeres. Con todo, lo mínimo es hacer una noche, para lo cual la ciudad de Kirillov es la idónea. Podemos ampliar el viaje si hacemos visitas más de naturaleza. No en vano, todo el territorio forma parte del Parque Nacional Norte ruso. Es una zona boscosa y pantanosa en la que se pueden hacer varios trekking, subiendo por ejemplo a montes protegidos como el Maura, el Sandyreva o el Tsypina.
Fotos: Enotovidnii / Aavindraa
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