La resistencia hinduista
Norte y sur de India tienen historias paralelas, pero con matices. A comienzos de la Edad Moderna, mientras el norte estaba siendo sometido por el imperio mogol, en el sur la situación era parecida, pero no igual. En la conocida como llanura del Decán, una serie de sultanatos igualmente musulmanes luchaba por el poder. Habituales enemigos entre sí, se aliaron para acabar con uno de los últimos imperios hinduistas: Vijayanagara. Año clave fue 1565, cuando en la batalla de Talikota los sultanatos vencieron sin paliativos. Aunque Vijayanagara sobreviviría unas décadas más, la batalla les dejó diezmados y supuso la destrucción de su capital homónima. Las ruinas de aquella ciudad se conocen hoy como Hampi. Tras causar admiración entre viajeros occidentales, arqueólogos e historiadores han reconstruido su relato, el de un fantástico imperio que apostó por la innovación y el comercio unificando a los pueblos hinduistas del sur, tanto política como arquitectónicamente. Hampi acumula influencias de otros imperios del sur como Chola o Chalukya, pero devolviendo cierta simplicidad a su dominante estilo drávida.
El imperio Vijayanagara o Karnataka, como se denomina hoy la región, arranca su historia en el siglo XIV. Sus orígenes no son claros, pero está consensuado que surgen para hacer fuerza frente a la invasión musulmana. Vijayanagara tuvo tanto éxito en la empresa que no solo resistió, sino que recuperó territorios a los sultanatos hasta controlar tanto la costa oeste como la este. En el siglo XVI, Rama Raya preparó el acto final aliándose con los sultanatos, enfrentándolos entre sí y cambiando constantemente sus alianzas. Tras el éxito inicial, los sultanes descubrieron la estrategia y se unieron. Cayó así un imperio sostenido en un fuerte centralismo y castas, economía agrícola con grandes proyectos de irrigación y comercio exterior marítimo. Si hay algo que sobresale de esta era, no obstante, es su hinduismo unificador no exento de tolerancia religiosa. Los brahmanes fueron muy influyentes y la producción literaria religiosa ingente.
Vijayanagara recibe el nombre de su capital: ciudad victoriosa. Hoy se denomina Hampi, nombre antiguo del río Tungabhadra. Este atraviesa una zona de colinas usadas como defensa. Hampi llegó a sumar al menos cuarenta kilómetros cuadrados y se estima medio millón de habitantes: en 1500 era la segunda ciudad del mundo. Aunque en la zona hubo varios asentamientos secundarios como Anegundi luego engullidos por la urbe, la ciudad nace como tal a partir del templo Virupaksha, datado en el siglo VII. A pesar del sistema defensivo de colinas y siete líneas de murallas, la vibrante Hampi fue masacrada junto a los miles de habitantes que se resistieron a huir en 1565. La ciudad quedó en tal estado que la dinastía ni intentó rehacerla. En 1800, el coronel británico Colin Mackenzie descubrió las ruinas. Fue el comienzo de las labores arqueológicas, que por el tamaño de Hampi nunca han finalizado.
Hablamos de más de 1.500 restos supervivientes. Son aquellos construidos en piedra: granito, ladrillo o mortero de cal. Se extienden desperdigados en una amplia zona intercalada por pequeñas poblaciones modernas y campos de cultivo, de forma que el antiguo urbanismo es difícilmente reconocible. Aun así, se distinguen la zona sagrada y real. La primera está pegada al río y se formó a partir del templo Virupaksha. Pese a su antigüedad, fue ampliado en tiempos Vijayanagara. Destaca su gopuram o puerta torre, de cincuenta metros de altura y finos labrados. En la zona está también una escultura monumental de Narasimha y algo más alejado el templo de Vittala, por su originalidad el más relevante de Hampi. Aquí se encuentran dos elementos famosos: un carro esculpido en roca y siete pilares capaces de producir distintas notas musicales al ser golpeados. Al sur está la zona real, donde sobreviven acueductos, murallas, fuertes, establos de elefantes de guerra, baños, restos de palacios y templos reales como el Ramachandra.
El aeropuerto más cercano a Hampi es el de Hubli, unas tres horas y media al este. Unas seis al sur está Bangalore, mucho más conectada y desde la que hay un tren nocturno. En todo caso, dado el camino y la extensión de Hampi, lo mínimo es quedarse dos o tres días. Así podremos ir también a sitios al otro lado del río como Anegundi y el lago Sanapur. La zona es también muy valorable a nivel natural y hay zonas de escalada. En cuanto a Hampi, en el templo Virupaksha hay un centro de información para diseñar rutas y guías en bicicleta, principal medio de transporte junto al rickshaw. El bazar de Hampi es el mejor lugar para relajarse comprando y comiendo. De noviembre a abril es la temporada seca. A comienzos de la misma suele encuadrarse el festival Vijaya, vigente desde los tiempos del imperio. Incluye bailes, música, títeres, desfiles, etc.
Fotos: Ram Nagesh Thota / Saranya Ghosh
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