Socialismo empresarial
Hasta que la crisis de 1929 y el fascismo detuvieron su progresión, la familia Crespi fue una de las más poderosas de la Italia reunificada e industrializada. En el siglo XIX, Cristoforo Crespi triunfó con su fábrica textil de algodón, aunque fue su hijo Silvio el que llevaría a la familia más lejos. Tras graduarse, su padre lo envió a trabajar a Inglaterra y trajo nuevas ideas a Italia. Silvio no solo introdujo innovaciones técnicas, sino que aprendió sobre la forma de gestionar los recursos humanos. Sus ideas terminaron eclosionando en una actividad política que le llevó a ser ministro y firmar en nombre de Italia el Tratado de Versalles que puso fin a la I Guerra Mundial. Silvio trabajó durante su vida no solo por los beneficios empresariales, sino por los derechos de los trabajadores, pues estaba convencido de que lo segundo llevaba a lo primero. Ejemplo de ello fue su colonia industrial Crespi d’Adda, principal representante italiana de esta corriente industrial y social del siglo XIX. Fundada por su padre, Silvio la humanizó.
Las colonias industriales fueron creadas y mantenidas por empresarios e industriales con la idea de que los trabajadores vivieran cerca de su fábrica o mina. En una época en la que el transporte no era trivial, cuando los centros de trabajo se alejaban de los núcleos de población era una forma de atraer fuerza de trabajo. Inicialmente pragmáticas, las colonias fueron acogiendo proyectos más paternalistas o humanistas como las británicas New Lanark o Saltaire. Aunque los anglosajones fueron pioneros, las colonias industriales también se popularizaron en otras partes. En el industrializado norte de Italia nacieron tras la unificación de 1871. Cuatro años después, Cristoforo compró un kilómetro cuadrado en el valle formado por los ríos Brembo y Adda, cerca de Capriate, con la idea de levantar una nueva fábrica de algodón para expandir su negocio. Cristoforo levantó también las primeras viviendas para trabajadores, unos sencillos bloques. Nacía así Crespi d’Adda, que tras la llegada a la dirección de Silvio en 1889 vivió un rediseño completo.
Silvio había vivido en Inglaterra y tenía mejor opinión de las viviendas unifamiliares con terreno propio. Desde finales de siglo, esta fue la norma en Crespi d’Adda. El otro gran avance fue la instalación de una central hidroeléctrica para proveer de electricidad gratuita a fábrica y ciudad. También abrió facilidades como baños públicos, lavaderos, clínica, mercado cooperativo, escuela, teatro, iglesia, etc. Para su familia dejó un castillo y un gran mausoleo en el cementerio de la ciudad, además de renovar la parte del negocio con oficinas nuevas. Las ideas de Silvio, materializadas en su mayoría por el arquitecto Ernesto Pirovano, tuvieron su recompensa y Crespi d’Adda no vivió una sola huelga durante los casi cincuenta años de su patronazgo. Estos llegaron a su fin tras la expropiación fascista. Tras décadas de cambios de manos, las viviendas se vendieron. La fábrica operó durante muchos años más cesando su actividad en 2004. Tiempo después fue adquirida por el empresario Antonio Percassi con el fin de reconvertirla en un centro multifuncional.
Situada en la orilla este del río, Crespi d’Adda está dividida en dos por la calle Manzoni y su continuación Donizetti. Pegada al río y la central está la fábrica, frente a la que se extienden en un plano rectilíneo las calles dedicadas a viviendas y edificios comunes. Estos tienen su foco en el norte, donde se sitúa la plaza principal con la iglesia, réplica de la iglesia de Santa María de Busto Arsizio, pueblo natal de los Crespi. Entre las viviendas hay cierta heterogeneidad estilística y mucho espacio abierto, lo que evita que Crespi d’Adda tenga el uniforme y grisáceo aspecto de otras colonias industriales. El edificio más original de toda la ciudad es sin duda el castillo Crespi, finalizado en 1897. Situado justo al norte de la fábrica, su estilo es una romántica amalgama con toques neogóticos, lombardos y musulmanes. También son heterogéneos sus materiales utilizados, principalmente piedra de Capriate, ladrillos y cemento.
Crespi d’Adda se encuentra entre dos ciudades turísticas como Milán y Bérgamo, a pocos kilómetros de ambas. La mejor manera de llegar es en transporte privado, pues los autobuses solo llegan hasta Capriate San Gervasio, desde donde tenemos quince minutos de paseo. Si vamos con nuestro coche, no obstante, hay que tener en cuenta las restricciones al tráfico. Actualmente, la forma de visitar Crespi d’Adda es bien por libre, bien en uno de los recomendables tours guiados con alguna empresa, pero en todo caso tendremos que conformarnos con ver los edificios por fuera, pues no es posible entrar al complejo industrial ni al castillo. En la parte norte, más allá de la iglesia, hay un mirador a toda la ciudad, y en la parte sur el cementerio merece la pena. Hay también más itinerarios propuestos por la zona.
Fotos: Angelo_Giordano / freemanphoto
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