Tras el secado
Evaluar el impacto del hombre en el planeta es un asunto sujeto a intereses, pero hay un caso que no despierta ningún debate: el mar Aral. Especialmente desde los años 60 del siglo pasado, la Unión Soviética promovió la canalización de dos grandes ríos centroasiáticos que entonces formaban parte de sus territorios: Sir Daria y Amu Daria. Divertidas sus aguas para regar campos de algodón, el Aral empezó a secarse a una velocidad inusitada. El que fuera cuarto mayor lago del planeta, un enorme foco endorreico de agua dulce, se secó casi por completo. Se ha convertido en un caso de estudio medioambiental paradigmático por las consecuencias de una decisión política. La salinidad y concentración de tóxicos se multiplicaron en el agua restante, acabando con la práctica totalidad de la vida acuática, lo que además arruinó una lucrativa industria pesquera. El sustrato lacustre, salino y tóxico, fue barrido por el viento haciendo casi inhabitable la región. Hoy en ligera recuperación, el mar de Aral forma parte de los desiertos invernales fríos de Turán.
Turan es el nombre de una depresión que marca el clima de la región que se extiende al este del mar Caspio, prolongándose hacia el sureste del extinto mar de Aral con el desierto de Karakum. Hace unos 10.000 años, este enorme tazón parcialmente por debajo del nivel del mar era un enorme lago que ocupaba todo los mares Caspio y Aral. Que sea una región endorreica quiere decir que no está conectada con ningún océano y las escasas lluvias y aguas que llegan se evaporan. Con estas condiciones estamos ante un enorme desierto en el que prosperaron algunas ciudades gracias a los mares y los dos grandes ríos que traían aguas de los glaciares de las grandes cordilleras al este. Son además desiertos de grandes extremos, con fríos inviernos sin apenas precipitaciones y tórridos veranos. Diferencias microclimáticas y de sustrato dan diversidad al paisaje y vegetación asociada, haciendo de Turan una región capaz de representar los distintos ecosistemas desérticos de Centroasia. Estos están marcados por una flora adaptada localmente a la elevada salinidad, marcada por las praderas y los arbustos, con escasos bosques.
Este desolador paisaje es restrictivo para la fauna, encabezada por varias especies de ungulados migrantes: saigas, kulanes y gacelas. Todas son vulnerables, especialmente la saiga. Sus migraciones sortean todo tipo de dificultades, incluyendo barreras humanas, pues Turan está dividida en tres países que utilizan barreras físicas en las fronteras. Las aves lo tienen más fácil y muchas, en algunos casos especies en peligro de extinción, son visitantes habituales en los lagos que se han ido formando tras el drenado del Aral y otros que existían previamente como el Sarygamysh. El nombre del Aral hacía referencia a sus numerosas islas, focos de biodiversidad como Barsakelmes o Kaskakulan. Ambas han pasado a ser zonas protegidas que sirven de laboratorio medioambiental para analizar la expansión de la vegetación por el antiguo lecho del Aral. Hacia el sur, donde llegaba el Amu Daria, un delta interior forma distintas balsas de agua que sumado a varias cuevas kársticas facilitan la vida de distintos animales.
Los desiertos de Turán continúan al sur penetrando por Turkmenistán y su desierto de Karakum. Aquí, en áreas como Bereketli Garagum, Repetek y Yeradzhi, el paisaje consiste en dunas móviles de arena. Son zonas que quedan entre el Amu Daria y el canal de Karakum, uno de los responsables del secado del Aral. Esta región alberga especies de fauna diferentes como algunos mustélidos y las hienas moteadas. Por último, la región de Turán también incluye una depresión entre dos cordilleras más al noreste. Se trata del núcleo de Altyn Emel, en Kazajistán, un desierto rocoso con diferencias de altitud en la que los kulanes son más numerosos y comparten espacio con especies icónicas como el leopardo de las nieves. Como en el resto de regiones protegidas, la presencia humana es testimonial.
La lejanía y falta de infraestructuras es común a todas las regiones turánicas protegidas, lo que redunda en la práctica ausencia total de turismo más allá de algunos focos algo más frecuentados que otros. La zona sur de Ustyurt, en Uzbekistán, es objetivo de algunas expediciones, aunque hablamos siempre de distancias largas y noches en campamentos al aire libre. A unos 250 kilómetros de Almaty, la capital kazaja, se encuentra el núcleo del Parque Nacional Altyn Emel y alberga uno de los paisajes más icónicos de este país, la duna cantante, lo que facilita su visita. Por último, en Turkmenistán tenemos muy a mano la reserva de Repetek, pues una autopista que conecta la ciudad uzbeka de Bujará con la turkmena de Merv atraviesa el paisaje. En todos los casos es buena idea venir en primavera u otoño, por la dureza del clima el resto del año.
Fotos: M. Gritsina / David Stanley
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